27/3/21

LA CREACIÓN ARTIFICIAL DE LA ESCASEZ: EL CASO DE LAS VACUNAS

 

Un vial de vacunas etiquetado con el nombre de Astra-Zeneca, con una jeringuilla, y la bandera de la UE al fondo - REUTERS / Dado Ruvic/ Ilustración

El desaparecido economista y catedrático de la Universidad de Salamanca, David Anisi escribió en 1995 un libro titulado 'Creadores de escasez. Del bienestar al miedo' (Alianza Editorial). En el explicaba que, "en contra de lo que se creía, la crisis que se produjo a partir de los años 70 no había sido lo que obligó a cuestionar el Estado de Bienestar", sino que fue al revés: "la puesta en cuestión de este último originó la crisis".

Como explicaba Anisi:

"Había llegado el momento de disciplinar a los trabajadores". Y así se hizo.
 

Mano dura

Para ello se recurrió a la forma siempre más efectiva, generando 'el desempleo'. Quien carece de ingresos y medios de vida no tiene más remedio que aceptar lo que sea para salir adelante y se convierte así "en un ser personal, mental y socialmente frágil, fácilmente manipulable y disciplinado".

Para provocar deliberadamente 'el desempleo' que disciplinara a las clases trabajadoras se aplicaron políticas basadas en la 'creación artificial de escasez', aumentando los tipos de interés (lo que frenaba la inversión productiva pero al mismo enriquecía así a los poseedores del dinero), 'reduciendo salarios' (lo que reducía a la vez el consumo, pero aumentaba los beneficios de las grandes empresas que tienen mercados cautivos) y provocando déficits públicos y mucha deuda (ralentizando así la economía pero aumentando el negocio del capital financiero).

El efecto de esas políticas es el mismo que "el que tiene el ir pisando el freno en un vehículo constantemente: disminuye la velocidad de crucero, gasta mucha más energía y se deteriora el conjunto de la maquinaria". En una economía la consecuencia es que "disminuye la tasa de crecimiento de la actividad económica y aumenta 'el desempleo'".

Dos efectos que se agravan cuando todo eso ocurre, como ocurrió en los años 80 y 90 del siglo pasado, en medio de una revolución tecnológica. Cuando ésta se produce, aumenta la productividad y si este aumento no va a acompañado de una reducción de la jornada y de políticas expansivas del gasto, el efecto del frenazo es mucho mayor. Eso es lo que vienen provocando las políticas neoliberales y por eso decimos que crean escasez artificialmente.

Destrozan a toda la economía y disminuyen la provisión de bienes y servicios pero benefician mucho, a los propietarios del capital financiero (que se enriquecen más cuanto mayor es la deuda) y a las grandes empresas que dominan los mercados y tienen clientes cautivos o una masa de liquidez muy grande con la que se enriquecen en los mercados financieros.

Puede parecer que esta tesis que acabo de exponer es demasiado perversa como para ser verdad pero, si no la creen, lean lo que escribió en la página 183 de su libro 'El final de la edad dorada' (Ed. Taurus 1996) quien fue ministro de Economía de Felipe González, Carlos Solchaga:

Carlos Solchaga

«La 'reducción del desempleo', lejos de ser una estrategia de la que todos saldrían beneficiados, es una decisión que si se llevara a efecto podría acarrear perjuicios a muchos grupos de intereses y a algunos grupos de opinión pública».

No se puede reconocer más explícita y claramente. En efecto, el capitalismo de nuestros días es un 'creador artificial de escasez' y una manifestación sangrante de ello la estamos contemplando en estos momentos "en el caso de las vacunas".

Cuando se extendió la pandemia, las autoridades mundiales reconocieron lo elemental y lógico: "su remedio no podía ser otro que una vacunación masiva y muy rápida de la mayor parte de la población mundial".

La presidenta de la Comisión Europea reclamó que las vacunas se convirtieran en un bien público porque «la Unión Europea había invertido muchos miles de millones en desarrollar las primeras». El Fondo Monetario Internacional pedía en su informe de enero pasado una «distribución universal de vacunas… a precios asequibles para todos»

Sin embargo, "no es eso lo que está ocurriendo, sino todo lo contrario: los gobiernos de los 'países ricos' se niegan a que las vacunas puedan producirse y distribuirse masivamente a precios asequibles en 'todos los países del mundo', como sería imprescindible para acabar con la pandemia".

Se sigue 'creando escasez' aunque ahora no sea para disciplinar a las clases trabajadoras sino para "salvaguardar el beneficio y el poder de las grandes empresas farmacéuticas", de cuya naturaleza y estrategia escribía hace unos días el profesor Vicenç Navarro en estas mismas páginas (aquí).

Vicenç Navarro

Para desarrollar vacunas de distribución universal, como pide el FMI, es precisa la colaboración de científicos y productores de todo el planeta, pero eso solo ocurrirá "si se pone a disposición de todos ellos el conocimiento y las técnicas que las hacen posible; algo que resulta de todo punto imposible mientras no se suspendan las 'patentes' y 'derechos de propiedad intelectual'".

Eso es lo que están pidiendo desde hace meses la gran mayoría de países del mundo, líderes políticos, organizaciones de todo tipo, centros de investigación, personalidades, dirigentes de iglesias...

Pero en contra de esa opinión mayoritaria, están los gobiernos de los países ricos (Estados Unidos, Unión Europea, Japón, Reino Unido, Brasil, Canadá, Noruega y unos pocos más) que se oponen constantemente a ello.

Con tal de salvaguardar los intereses comerciales de las 'grandes empresas farmacéuticas' que producen las vacunas (igual que  podría decirse de otros bienes, dispositivos o instrumentos de diagnóstico que están siendo imprescindibles durante la pandemia), se está dando lugar a una 'carencia generalizada de vacunas', sencillamente, porque "no se está aprovechando toda la capacidad potencial de fabricación de vacunas". Los datos son inapelables:

Solo se está utilizando un 43% de la capacidad que hay en el mundo para producir las vacunas ya aprobadas (aquí).

– Las 3 empresas más grandes fabricantes de vacunas solo están produciendo para el 1,5% de la población mundial, un volumen muy por debajo de su capacidad potencial al no tener acceso a las licencias (aquí).

– A pesar de la escasez, "cuando algunos fabricantes se ofrecen a producirlas no reciben respuesta de las empresas que, 'con el beneplácito de los gobiernos', dominan el mercado". Eso ha pasado con la danesa Bavarian Nordic que podría fabricar, si se lo permitieran, casi '250 millones de vacunas' (aquí).

– Algo parecido ocurre en países como India: "uno de sus fabricantes está produciendo millones de vacunas pero hay al menos otras 20 fábricas, y muchas más en todo el mundo, que podrían estar produciéndolas si tuvieran 'acceso a las licencias' (aquí).

La consecuencia de todo esto es doblemente absurda y me atrevería a decir que criminal.
 

En primer lugar, miles de millones de personas de los países más pobres se quedan al margen de la vacunación que les permita evitar la enfermedad. "Los 'países ricos' (el 16% de la población mundial) acumulan el 60% de las vacunas, mientras que los más pobres están desabastecidos".

El Reino Unido había distribuido más de 31 dosis por cada 100 habitantes, y Estados Unidos más de 22 a finales de febrero, Asia en su conjunto, algo más de 2, y África menos de un 0,55 de media en los pocos países donde habían llegado (aquí).

"La tercera parte de la humanidad no ha recibido aún ni una sola dosis" y, según The Economist, más de 85 países, con toda probabilidad, no vacunarán lo suficiente hasta 2023 (aquí), mientras que los gobiernos de los 'países ricos' han comprado más del triple de unidades de las que necesita su población.

Esto no solo es 'un genocidio' sino que se trata de una 'completa estupidez'. La acumulación de vacunas en los 'países ricos' no va a terminar con la pandemia porque, pura y llanamente ésta es global y las mutaciones pueden venir de cualquier país donde la vacuna aún no haya llegado.

Y es también una 'política estúpida' porque, como expliqué en un artículo anterior, "financiar la vacunación en todos los países del mundo supone 338 veces menos dinero que el que costará, a la larga, el daño de no hacerlo".(aquí).

Una prueba más de que las decisiones económicas que se toman no persiguen ni la eficiencia ni el ahorro, sino el 'enriquecimiento de unos pocos'.

La política de los 'países ricos' es igualmente absurda porque, a la postre, va a crear racionamiento también en su interior, como está ocurriendo en la Unión Europea. Y es también una 'estupidez' responder a la escasez que ellos mismos han ocasionado, con la medida de restringir las exportaciones porque así ni mejorará el aprovisionamiento interior ni el global, y provocarán respuestas del mismo tipo que perturbarán las cadenas de aprovisionamiento.

La pandemia no se está combatiendo como los propios líderes mundiales decían que había que combatirla, "porque no son capaces o no desean poner límite a la avaricia de unos pocos". Se está provocando una crisis económica gigantesca y la pérdida de millones de empresas y empleos por salvaguardar los privilegios de los grandes monopolios.

"Van a morir innecesariamente millones de personas porque se da prioridad a los intereses comerciales".

Terminaré citando a un autor maldito porque creo que llevaba toda la razón. Me refiero a Federico Engels quien decía en su obra 'La situación de la clase obrera en Inglaterra' que "cuando las personas mueren como víctimas de nuestro desorden social y de las clases que tienen interés en ese desorden, se comete un 'asesinato social'".

"Eso es lo que ahora está sucediendo con las vacunas y por eso resulta cada vez más necesario que se definan y persigan los 'crímenes económicos' contra la humanidad".

FUENTE: blogs.publico.es
Economía
Juan Torres - 16/03/2021

Resulta evidente la necesidad de que los trabajadores del mundo se hagan con el control de los medios de producción, para que se generen beneficios igualitarios para todos y no para unas determinadas élites.
 
Ahora: ¿quién, cómo y cuándo le va a poner el cascabel al gato?
 
¡'Datis'!: That is... ¡the question!

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