31/7/18

OBRAS Y SOMBRAS: GARCÍA-ALIX

La espera, el viaje, los demonios 

 El fotógrafo consiente autorretratarse en la película confesional ‘La línea de sombra’
 
Autorretrato de Alberto García Alix, en 2007.

Es sabido que, para algunas tribus de las llamadas indias, un retrato era (es) cosa de brujería: intuyen, con razón, que te puede robar el alma. 

Hay indios temerosos de que les roben el alma, pero también indios consagrados a robarla. A revelarla, en realidad, así como robó-reveló el fuego Prometeo; para que algo alumbrara la noche en la Tierra:

"El alma de la fotografía es el encuentro"


Hay indios que invocan el alma del otro no para usurparla, sino sólo para que comparezca, poder mirarla así a los ojos: re-conocerse ambos. El fotógrafo García-Alix (León, 1956) suele usar el verbo atrapar para referirse a dicha ceremonia.

Alberto García-Alix: de profesión superviviente; morador de Madrid, la encrucijada; tatuajes de bucanero, perfil de gitano bravo, voz de túnel sembrado de vidrios: “[Pero] siempre hay algo que no puedo atrapar. Y algo que no quiere salir”. ...Ahí el abismo; el silencio que nos separa a unos de otros, preguntándonos qué, quién hay al otro lado.

“...Algo que no quiere salir”. Es la última frase del monólogo –plano fijo, él solo ante la cámara– en que el fotógrafo recuerda su encuentro, años atrás, con cierta mujer, en el Aaiún. Una conversación que comenzó de manera trivial, y que acabó para ambos de modo perturbador, embarazoso: sin poder sostenerse la mirada. Quiso, después de aquella confesión (aquella revelación de la mujer), hacerle una foto, la foto; el testimonio del secreto. Pero entendió pronto que no podría: porque siempre hay algo que no se puede atrapar, y algo que no quiere salir.


Alberto García-Alix es ya –quizás a pesar suyo– leyenda en blanco y negro. Por eso no había otra forma de registrar en imágenes algunos fogonazos de lo que ha sido su vida que en esos extremos primordiales (en el documental de Nicolás Combarro La línea de sombra –2017–, proyectado estos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid). Porque hablar en su caso de vida extremada, al límite, suena apenas a eufemismo.

Comenzó haciendo fotos porque le fascinaron las que hacía un amigo de su hermano en carreras de motocross, cuenta en esa cinta.

La pregunta es si le fascinaron las fotos o el vértigo que alentaba detrás; si la fotografía prometía ser, para aquel crío, una forma de vida o una coartada para subirse a ella como a un toro furioso que no se fuera a dejar domar nunca, arriesgando los ojos hasta las mismas astas de la muerte.


La muerte, en el Madrid de finales de los 70, empezó a correr también como una bestia ciega por las venas de toda una generación, disfrazada de ave del paraíso: una aguja en un brazo, un muslo, un pie, y se despeñaba el caballo con alas de la heroína por los callejones de la conciencia, limpiándola de todo; todo. La anestesia total del dolor. 

“¿Y eso que estaba tan rico, se puede volver a probar?”, preguntó Alberto al colega que le había pasado aquello, una noche, y que obviamente no había olvidado. Se convirtieron en la vanguardia de la movida. Porque “movida” –explica su amigo Gonzalo García en una suerte de reverso del documental disponible online– era la expresión que empezó a usarse para hablar de drogas, de ir a pillar o a picarse. Si es cierto esto, la ironía es mayúscula: que se denomine a esa época –cuando era tan guay todo– con el fenómeno que devastó a su generación. “Hasta se enamora uno del alma de yonqui”.

“Yo puedo decir aquello de ‘la generación’ que decía Dylan”, asegura García-Alix en el documental. En realidad quería referirse al poeta beat Allen Ginsberg –amigo y maestro poético de Dylan–; a aquel verso de su poema Aullido que dice “he visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”.


García-Alix vio a las mejores mentes de su generación destruidas por la heroína. También –sobre todo– a un hermano suyo, Willy. Ya le había salvado de un morao una vez, en una fiesta, metiéndole en la bañera. No iba a poder hacerlo una segunda.

Fueron, todos los amigos, colocados al entierro; para soportar el dolor. Y el artista nato vio, en ese paisaje de muerte y flores y cirios con su hermano en medio, una foto: la foto. Una foto que, por supuesto (“Hostia, Willy, qué foto”), tampoco llegó a hacer nunca. Porque hay cosas que no se pueden atrapar, y cosas que no quieren salir. Acabó haciéndola, sin embargo, de otra forma. Agarró una camisa de su hermano y la tiró al suelo de un descampado, junto a un dibujo: suficiente para congelar el aullido.

“La escenografía visible de un sentimiento al compás de mis emociones".

El amigo inglés de Elena Mar

Hoy tengo la conciencia de que una forma de ver es una forma de ser”, escribió en el poema De donde no se vuelve, homónimo de una de sus colecciones. Y eso es: una forma de ver es una forma de ser, porque esa forma de ver determina y cincela a un artista. La mirada: el que sabe de verdad hacer fotos, como el que sabe (de verdad) hacer cualquier otra cosa, sabe hacerlo porque antes que nada sabe mirar. Sin mirada no hay arte; sólo dibujitos, humo y crucigramas.

Y para saber mirar hay que saber esperar; esperar y mirar y seguir mirando hasta que consienta revelarse en una fulguración, en lo que dura un parpadeo, el espectro que se pretende atrapar.

“La droga es la espera”, dice también, en una frase doblemente exacta: por ser ‘tan corto el viaje y tan larga la espera’, quizás; pero también porque la anticipación de la dosis, en cualquier aspecto de la vida, es casi tan poderosa como la dosis misma. (Qué es lo que esperó siempre este hombre, cabría preguntarse, al esperar el siguiente viaje de caballo o el siguiente guiño del demiurgo, de la maya de la realidad, que le dejara atrapar a un demonio.)


Su vida ha sido siempre un viaje, al parecer; un viaje en la Harley por la carretera o un viaje hacia adentro, a los desfiladeros de sí mismo, al pasillo aquel lleno de puertas con todos los caminos a los que puede conducir el caos. Y sin embargo siempre ha sido un caballero, según sus amigos –otra larga cofradía de espectros–; ni desbocado en los peores viajes solía perder cierta flema aristocrática; bastante parecida, en su caso, al fatalismo.

Quizá por eso no termina de chirriar su prestigio incontestable con su apostura de mohicano, su biografía escandalosa con que le otorguen los mayores premios, los mayores halagos, las más exclusivas galerías. Las galerías que más le importan van por dentro:

"La fotografía es un poderoso médium. Nos lleva al otro lado de la vida."


Rascacielos como cajas de zapatos (como ataúdes de pájaros en el aire) con los nombres de sus amigos perdidos. Rostros del circo mundial de los perdedores sonriendo desdentados ante una tapia. Tapias y cielos de París en que vislumbrar el Gólgota, la bajada a los infiernos, que es en realidad la revelación última:

“El miedo es un viaje que sólo le pertenece a uno mismo”, pero sólo al otro lado de ese viaje (“hostia, Willy, qué foto”) puede revelarse el alma de los muertos.

FUENTE: ctxt.es
Miguel Ángel Ortega Lucas
11/07/2018

29/7/18

EN CLARA SINTONÍA

Ayer, mientras descendía por la Rambla de Pulido vislumbré, calle arriba, a dos mujeres que cargaban un colchón sobre sus cabezas; nuevo, supuse, porque aún estaba envuelto en el plástico original de la marca. Posiblemente (son elucubraciones mías) no tuvieran vehículo para llevarlo, ni dinero para alquilar uno que se lo transportase. 

Ayer y hoy de la Rambla de Pulido (Santa Cruz de Tenerife)
 
Aquella curiosa imagen me retrotrajo a mi infancia y a una anécdota de mi padre y otro compañero de trabajo, acaecida curiosamente en la misma zona y en la misma época veraniega, pero con una diferencia de 50 años o más y que, tiempo atrás ya les relaté en este mismo blog: 

Aquélla en la que cargaban sobre sus maltrechos hombros media docena de tubos galvanizados con un diámetro de 3/4 de pulgada y 6 metros y pico de largo (unos 11,5 kg. por pieza) bajo un sol de justicia, cuando un niño, soltándose de la mano de su madre, se colgó en mitad del vano que formaban los tubos, al grito de: "¡Mira mamá, Tarzán!"


En esos recuerdos andaba cuando me crucé con las señoras, justo a la altura de una nueva cafetería en cuya terraza, un señor bastante mayor, más que abuelo diría yo, levantando los ojos del periódico, les dijo:

- ¡Me temo que se les cayó el santo!

Y una de ellas, en un alarde de agilidad mental, respondió:

- Lo dejamos en la iglesia echándose unos vinos.


"Trono vacío y santo borrachín, buenos argumentos de procesión profana", pensé con ironía. Fue entonces cuando un joven que iba de paquete en una moto, le gritó al motorista para que todo el mundo lo oyera:

- ¡Mira, Juan, dos ligonas!

Y en clara sintonía, sonó de pronto un rotundo dueto de colchoneras gritándole en estéreo:







- ¡¡¡M. C. E. L. M. Q. T. P.!!!

Miguel Ángel G. Yanes

25/7/18

EMINENTEMENTE CARNÍVOROS


El famoso naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980) ya lo explicó allá por los años 70 en un interesantísmo artículo publicado en la desaparecida revista Integral. Los seres humanos se convirtieron en carnívoros, abocados irremisiblemente por la última glaciación, ya que, los cráneos hallados, anteriores a la misma, se caracterizan por poseer grandes y poderosos molares, lo que demuestra su especialización en triturar granos y raíces como resultado de una dieta eminentemente vegetariana.

Está claro que la adaptación a una dieta carnivora haría evolucionar no solo la dentadura, agudizando los caninos, sino que iría modificando el aparato digestivo para adaptarse a ella. Pero entonces...

Y aquí es donde voy a dejarles la explicación que, al respecto, hace el doctor José Enrique Campillo Álvarez en  un extracto de su artículo "Los humanos ¿Qué somos? ¿Herbívoros, omnívoros o carnívoros?":

Doctor José Enrique Campillo Álvarez

Los seres humanos somos carnívoros, aunque no estrictos. Tenemos un intestino delgado enorme, de más de diez metros de longitud en una persona adulta. Así que estamos muy bien capacitados para digerir las grasas y las proteínas que abundan en los alimentos de origen animal (carne y pescado) y que escasean en los alimentos vegetales, salvo algunas pocas excepciones.

Tenemos un colon más corto que el de herbívoros y omnívoros. Seguimos sin poder digerir la hierba o las hojas de los árboles, pero podemos alimentarnos de algunos vegetales especiales como las frutas, las verduras y las hortalizas, que suelen tener algunas cantidades de almidón y azúcares sencillos que podemos digerir y asimilar. Y ahí se acaba todas nuestras posibilidades de alimentación vegetal natural.

Seguro que alguien ya habrá pensado: ¿Pero qué ocurre con los cereales, las legumbres y las patatas? Pues que nuestro intestino de carnívoros tampoco los puede digerir. ¡Pero si yo los como! exclamará alguno. Ya, pero se necesita recurrir a un truco: calentarlos. Los cereales, las legumbres y las patatas no los podemos consumir a no ser que los hayamos sometidos al calor mediante alguna forma de cocinado (desde las palomitas de maíz  a un cocido). Por este procedimiento modificamos la estructura molecular de los cereales y las legumbres, y neutralizamos algunos agentes tóxicos que contienen, y así permitimos que nuestro aparato digestivo pueda asimilarlos.

FUENTE: http://blogs.hoy.es/como-ser-un-cromanon-sano-y-feliz/2017/03/10/

18/7/18

SOBREVOLANDO SANTA CRUZ DE TENERIFE (VÍDEO)

Mi público agadecimiento a mi amigo Miguel Ángel Guerrero por haberme hecho llegar el enlace a este magnífico y sentido vídeo. Si a mí que estoy en ella (la ciudad) me ha puesto el vello de punta en alguna estrofa, me imagino las fibras que puede llegar a pulsar en los hijos que se encuentren lejos.

Que lo disfruten.



Miguel Ángel G. Yanes

 

11/7/18

EL PODER OMNÍMODO DEL CURA

En los años duros de la dictadura, en los pequeños pueblos de la geografía patria, el poder indiscutible de la Iglesia era detentado por el cura; un personaje que, junto con el alcalde, el maestro, el médico, el boticario y el cabo de la Guardia Civil, venía a ser las fuerzas vivas de la comunidad.


Contaba mi abuelo paterno (Don Juan, para los vecinos; Juanito, para los amigos y Báez para los compañeros laborales) una tremenda anécdota, que demostraba bien a las claras quién mandaba aquí:


"Aprovechando el rescoldo de Lorenzo que, tímidamente, asomaba entre las nubes, hallábanse sentados aquella mañana de frío invierno, los antedichos personajes, frente a una copa de cazalla en la terraza del único bar que tenía el pueblo.

Debidamente pertrechados con abrigos, guantes, bufandas, sombreros y, como no, armados con la garrota de rigor, charlaban animadamente cuando una vecina cruzó ante ellos. Fue en ese momento qué, a alguno (mi abuelo no tenía claro quién había sido) se le ocurrió la idea de un juego peligroso: picar en el suelo con la punta de la garrota cada vez que pasara una mujer a la que se hubieran cepillado. Dicho y hecho.

Pasó la mujer del panadero, picaron los cinco; pasó la del lechero picaron tres... y así estuvieron hasta que, de repente, pasó la mujer del boticario, y solo picó el cura. Lo mismo ocurrió con la del maestro, la del médico y la del alcalde. Y el cabo de la Guardia Civil se salvó porque estaba soltero."

Miguel Ángel G. Yanes

LARGO PASEO MATUTINO

Ahora que el tiempo ha mejorado (algo subjetivo, porque el tiempo no es ni bueno ni malo, sólo una apreciación nuestra) ahora que ha "mejorado", repito, y que, al parecer, la puñetera ciática me da algo más de cancha, he decidido retomar mis largos paseos matutinos y descender, desde la parte alta de la ciudad en que vivo, hasta esa orilla, casi siempre oculta a la vista, de la mar océana.

Mañana soleada en Santa Cruz de Tenerife

Tras un café guayoyo (herencia venezolana como otras tantas cosas en las Islas) eché a andar Avenida de Venezuela adelante, continué por la de Canarias (antaño General Mola) y descendí por la de Bélgica para adentrarme en el Parque de La Granja.

Parque de La Granja

Lo recorrí diagonalmente casi, para salir frente al I.E.S. El Chapatal. Me detuve ante su entrada principal, de enmarañada estructura metálica, cerrada a cal y canto por mor de las vacaciones estivales, y no resistí la tentación de sacarle un par de fotos, tanto a la puerta como a las cúpulas.  

I.E.S. El Chapatal
 

Una vez en el tramo conocido como de los Reyes Católicos de las Ramblas santacruceras, hice una parada frente a la obra titulada "Ida", de la escultora chicharrera María Belén Morales, dedicada a la memoria de los presos de Fyffes, cuya imagen y placa explicativa, adjunto:

Monumento a los presos de Fyffes


Alcanzada la rotonda de la República Dominicana, accedí al Parque Cultural Viera y Clavijo. Sus cuidados jardines, las idóneas condiciones del parque infantil y la extrema limpieza del recinto, no consiguieron paliar mi sorda rabieta de impotencia al ver las deplorables condiciones en las que aún se haya su edificio central tras "6 años 6" de mi pública denuncia en este mismo blog:

Fachada norte

Retrocediendo sobre mis pasos, retomé la rambla hasta alcanzar las nuevas escaleras que permiten acceder a la parte alta del Barrio Duggi, atravesando lo que, años ha, di en llamar la huerta más pequeña del mundo, remanso de relax para algún ciudadano que la cultivaba con un mimo exquisito a espaldas de esa casita, cuya fachada reseñada con el número 57, da a la calle de Ramón y Cajal, y que aun resiste entre altos edificios, aunque ya sin huerta, expropiada en su momento para construir la escalera de marras.




Ya a la vera del Barranco de Santos pude observar, en la margen opuesta, la magnificencia del edificio del que fue colegio de La Asunción, hoy Parque "Cultural" Viera y Clavijo. Teniendo claro que los políticos no se interesan demasiado por la cultura porque no les reporta grandes beneficios, me he permitido la licencia de volver a entrecomillar la palabra en cuestión, por ver si logra remover un pelín la conciencia de nuestros gobernantes.

Imagen general del edificio

También fotografié, de paso, el nuevo puente peatonal (pura herrumbre y cristales pintarrajeados) que a esa altura comunica ambas orillas del barranco, y lo que queda de la estructura del antiguo.


Continué mi periplo ciudad abajo, deteniéndome frente al Hotel Escuela y el vertedero incontrolado que a su lado se encuentra.

Hotel Escuela y vertedero


Pero lo más grave fue que, bajo él, al pie de verticales paredes, en el mismísimo fondo del barranco, pude ver esto:




Al Excmo. Sr. D. José Manuel Bermúdez Esparza, Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de la Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, y a toda su corporación municipal, debería caérseles la cara de vergüenza al permitir que personas sin recursos vuelvan a habitar, como en los años de posguerra, las cuevas del Barranco de Santos.

¡¡¡Inadmisible!!!

Con la segunda rabieta de la mañana al hombro volví a retomar el camino, cruzando junto al pabellón de deportes Ana Bautista para acceder a la carretera o viario del Barranco de Santos, por cuya acera descendí hasta la finalización de la vía al pie del Puente Serrador

Pabellón Ana Bautista y bajos del Puente Serrador


Pasando bajo él, alcancé el nuevo Puente de El Cabo, aunque a mí me gusta llamarlo el Puente del Gallinero (por lo de la malla metálica de sus barandillas). Nada que ver, estéticamente, con el antiguo. Es más, sus escaleras han roto la perspectiva desde ambas márgenes del barranco de dos edificios emblemáticos: la Iglesia Matriz de La Concepción y el antiguo Hospital Civil, hoy Museo de la Naturaleza y el Hombre, situados el uno frente al otro, y que hoy no pueden ser visto en su totalidad.

Nuevo Puente de El Cabo, 
Museo de la Naturaleza y el Hombre e Iglesia Matriz de La Concepción


Así como, a cielo abierto, el revestimiento de hormigón del fondo del barranco (me resisto a llamarlo lecho porque creo que éste se halla a mayor profundidad) se halla prácticamente despejado y aséptico, no ocurre lo mismo con el cauce encajonado cercano a la desembocadura. Observo que se van acumulando detritus y basuras más de lo conveniente bajo la Avenida de Bravo Murillo, menguando así la escasa altura que posee.

Cauce del Barranco de Santos


¡Ah! ... Un manantial (si es que lo es) sigue manando agua sin parar al pie de su estructura.

Fíjense en un detalle, el primer pilar no tienen tajamar*, con lo cual,
cuando el agua del barranco baja con fuerza, lo golpea frontalmente y lo deteriora.

(*) Tajamar.- Aparte de ser un término náutico que designa una pieza del barco, se denomina también así la parte que se agrega a los pilares de los puentes, en forma curva o angular, de manera que pueda cortar el agua de la corriente y repartirla con igualdad por ambos lados de aquellas. Estas construcciones hacen que los pilares de los puentes ofrezcan menor resistencia a la fuerza de arrastre generada por el agua. También son conocidos como partidores de flujo y suelen colocarse para evitar problemas de erosión y socavamiento en las cimentaciones.
WIKIPEDIA - La enciclopedia libre 

Detalle de un tajamar

Hay que ver lo que da de si un buen paseo matutino.

Miguel Ángel G. Yanes

7/7/18

ESCULTOR DE FIGURAS FUGACES


Tallando transparentes 
Bloques de hielo azul,
Con sus rugosas manos
Y un antiguo cincel
 De bronce, golpeado
Con delicada fuerza
Por la herrumbrosa cabeza
de un martillo ancestral,
Creó mágicas formas,
Figuras increibles,
Nítidas y fugaces,
Que morían al paso
Ávido de la luz,
Sedienta de agua helada.

Miguel Ángel G. Yanes

3/7/18

HAN PASADO CUATRO AÑOS Y CONTINÚA LA POLÉMICA

Sólo/solo: la tilde que enfrenta a la RAE con los escritores

La supresión de la tilde en «solo» cuando puede sustituirse por «solamente», recomendada por la Academia en su «Ortografía», ha generado una intensa polémica en el mundo literario.

Recogemos 20 opiniones de autores, editores y académicos


«El empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo no cumple el requisito fundamental que justifica el uso de la tilde diacrítica, que es el de oponer palabras tónicas a palabras átonas. Por eso, a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en esta forma incluso en casos de ambigüedad. La recomendación general es, pues, la de no tildar nunca estas palabras». Esa fue la norma aprobada por las veintidós Academias de la Lengua Española en 2010 en Guadalajara (México), reflejada en la «Ortografía de la Lengua Española» publicada ese mismo año.

Pero, pese al revuelo generado entre autores y académicos (las discusiones en los plenos a este respecto fueron acaloradas), es una postura que la RAE lleva manteniendo desde mediados del siglo pasado. Fue el académico Julio Casares el que en 1952 se dio cuenta de que acentuar solo (cuando podía sustituirse por solamente) era una inconsistencia que iba en contra de la tilde diacrítica. 

Como explica Salvador Gutiérrez, coordinador de la «Ortografía de la Lengua Española», «en 1959 la Academia, para evitar rupturas, lo deja al arbitrio, pero desde ese año hasta la actualidad la RAE no pone la tilde en solo en todas sus publicaciones, aunque sigue dejándolo opcional».


De hecho, según reconoce el doctor en Filología Hispánica, la postura inicial de la «Ortografía» en 2010 era quitar esa opcionalidad de acentuar o no el solo, pero finalmente no se aprobó en el pleno de la Academia. «La tilde en solo y otros demostrativos constituye una excepción a otra excepción: la tilde diacrítica opone siempre una palabra tónica a una palabra átona; pero la tilde en solo no opone, porque las dos son tónicas. Por eso, para hacer ajustes de coherencia teórica, para tratar de evitar la inconsistencia, se quita. Pero la Academia permite acentuarlo “por costumbre”».

Es decir, acentuar el solo por regla es imposible, porque habría que hacer una excepción de otra excepción. «¡No han leído la "Ortografía"! Lo han tomado como si fuera la Guerra de la Santa Cruzada. Hay conciencia de que se les está prohibiendo poner la tilde, y no es así. Es una decisión de todas las Academias de la lengua española», justifica Gutiérrez.

¿Y en casos de ambigüedad? El académico pone dos claros ejemplos:«Comprar un piso primero» o «El jugador juega limpio». «¿Habría que poner la tilde ahí también? Para deshacer casos de posible ambigüedad, habría que estar poniendo la tilde a diestro y siniestro», sentencia.

FUENTE: abc.es - Cultura
I. Martín Rodrigo - D. Morán - M. de la Fuente
01/12/2014

COMENTARIOS:

Diego Moreno, editor de Nórdica: 

«Al principio decidimos seguir la norma de la RAE, pero desde enero de 2013 hemos vuelto a poner el acento porque quitarlo era como empobrecer la lengua».

Carlos Pardo, escritor:

«Estoy a favor de acentuarlo porque es necesario para no caer en la ambigüedad. Quitarlo limita el lenguaje a un intercambio de información».

Laura Fernández, escritora:

«La sido usando porque no hacerlo se me hace raro. Si no la pongo, tengo la sensación de que no es la misma palabra, que estoy traicionándola».

José María Merino, escritor y académico:

«Que vamos perdiendo tildes... ¡pues vamos perdiendo tildes! A mí, desde luego, me suena más raro perderla en el aún. Yo, por eso, no discuto».

Sergio del Molino, escritor:

«Yo no sólo pongo la tilde diacrítica, sino que pido a todos los editores de mis libros que me la respeten en los textos. A veces lo hacen, y otras no».

Jorge Eduardo Benavides, escritor:

«No soy muy purista en ese tema. Creo que el lenguaje va evolucionando, pero respeto mucho cómo me han enseñado a escribir y así uso la gramática».

Pere Gimferrer, escritor y académico:

«Al igual que Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte, yo he mantenido la tilde en mi escritura. En mis últimos libros sigo escribiendo sólo con acento».

Lorenzo Silva, escritor y editor:

«No es tan costoso poner esa tilde y perdemos más por algo tan nimio como mantenerla. Al final, es una perturbación innecesaria».

Miqui Otero, escritor:

«Yo suelo escribir sólo con tupé en la O. Me lo enseñaron así en el Cole Salesiano y hay cuestiones (y culpas) de las que cuesta desprenderse».

Manuel Vilas, escritor:

«Es oportuno que la RAE actualice y democratice la ortografía del español. También hubo gente que se rasgó las vestiduras al quitar la tilde a fué».

Carlos Zanón, escritor:

«La seguí usando. Fiel a esa tilde, porque básicamente esa regla que aprendí de memoria se me marcó a fuego y la veo útil para evitar confusiones».

Patricio Pron, escritor:

«Me parece consecuente con la política de la RAE, que consiste en que algo deja de ser un error cuando la suficiente cantidad de personas lo comete».

Luis Magrinyá, escritor:

«Yo veo justificada la supresión de la tilde en “solo” y en los demostrativos: eran las únicas palabras de más de una sílaba que conservaban el diacrítico en español. Si “vino” (sustantivo) no se distingue gráficamente de “vino” (verbo), ni “casa” (sustantivo) de “casa” (verbo), ni mil casos más, ¿por qué iban a retener “solo” y los demostrativos este privilegio? La única razón es el peso de la tradición, y las tradiciones se pueden cambiar; si no, todavía pondríamos tilde a la preposición “a”».

Carmen Camacho, poeta:

«De los recortes aplicados en diacríticas, la tilde de solo es de la que más me duele desprenderme y a duras penas lo hago. Tantas satisfacciones que me dio».

Carme Riera, escritora y académica:

«La supresión de la tilde se hizo para simplificar al máximo la ortografía, que es la tendencia que guía a los especialistas de la Real Academia».

Jenn Díaz, escritora:

«Sólo con que en una frase el sólo y el solo puedan confundirse, debería acentuarse siempre. Es más fácil cambiar el diccionario que la sociedad».

Luis Solano, editor de Libros del Asteroide:

«En principio, hacemos lo que dice la RAE. Básicamente por aceptar su autoridad y porque pensamos que es un criterio que se acabará imponiendo».

Jorge Carrión, escritor:

«Yo seguí fiel al acento, a sabiendas de que era posible que las editoriales me corrigieran. Al recibir la corrección, lo hice con una sonrisa».

Luis Alberto de Cuenca, poeta:

«Yo, la verdad, soy bastante disciplinado y sigo ad pedem litterae las directrices de la Academia. Me gusta que haya sabios que dicten normas. Creo en la auctoritas».

Salvador Gutiérrez, académico de la RAE:

«No hay una presión de la Academia en contra de los escritores. No pertenece a la tilde diacrítica, pero que la usen si quieren, no les vamos a penalizar».

Miguel Ángel G. Yanes, bloguero a tiempo completo (OPINIÓN 21):

«Yo lo pienso seguir escribiendo con tilde porque me sale de los cataplines». Me pasa lo mismo con séptimo, septiembre y todas las palabras que empiezan por "sep". No me da la gana de suprimir la "p".