A LOS QUE QUIERO Y QUISE (POEMAS) 001 A 100

Amigos:
No consigo crear, en este maldito blog, un vínculo que enlace
los títulos del índice con sus respectivos poemas,
por lo que, si los quieren leer, no tendrán más remedio
que bajar por la página en pos del número correspondiente.


ÍNDICE:

001. A Adolfo Martín Coello (POR TUS BLANCOS Y AZULES)
002. A Agustín Millares Sall (LA MANO DE UN DIOS)
003. A Alberto Montesdeoca (INESPERADOS TRINOS)
004. A Ale, Ángel y Laura (LOS DRAGONES DEL ALBA)
005. A Alejandro De Menezes (DAMA DE CARNAVAL)
006. A Alejandro Luque (TAMARAGUA)
007. A Alguien (EL AMOR DE ALGUIEN)
008. A Américo González Brito (EL CAMPO DE CEMENTO)
009. A Andrea Nélida Hernández (DE LA HIGUERA Y EL SOL)
010. A Ángel José Pozo García (LA LIBERTAD DEL VUELO)
011. A Ángel Morell (MATUTINA ESTRELLA)
012. A Anselmo Ortega Mtnez. (UN VUELO DE PALOMAS)
013. A Antonio Abdo y Pilar Rey (MINÚSCULO)
014. A Arturo Maccanti (CAMPANA ROTA)
015. A Aury y Cande (LA VOZ CONJUNTA)
016. A Baby Trujillo (PRIMAVERAL REGALO DE LOS DIOSES)
017. A Begoña Badillo Acea (LAS FRÁGILES ESFERAS)
018. A Bernardo Benítez Falcón (EN MITAD DEL INVIERNO)
019. A Blanca Fdez. Palacio (CHARCOS DE LUZ)
020. A Cándida Mtnez. Pecci (LA CABELLERA DE LA ESPUMA)
021. A Carl Gustav Jung (EL VAMPIRO DE LA LUNA LLENA)
022. A Carlos Epifanio Marrero (NÚBILES Y ENGAÑADAS)
023. A Carlos Lorenzo Pérez (VELIS NOLIS)
024. A Carlos Miguel Bethencourt (VOLVERÁS A PINTAR)
025. A Carlos y Mary (EN UN CHARCO VIOLETA)
026. A Carmelo Chaparro (Y SE FUERON LOS PÁJAROS CON ÉL)
027. A Carmen Teresa Delgado (EN LAS CRESTAS DE ANAGA)
028. A Casiano Expósito Riera (APRENDIZ DE ATEO Y DE POETA)
029. A Cat Stevens (MORNING HAS BROKEN)
030. A Cirilo Orán Sacramento (PIERROT)
031. A Cristina Estévez Artiles (UNA LLUVIA BLANQUÍSIMA)
032. A Cristina Jorge Romero (BAILANDO SOBRE TALCO)
033. A Eduardo Molowny (ESE PUNTO DE LUZ)
034. A Electra Ojeda (LA ÚLTIMA NEVADA)
035. A Elena Glez. Luis (EL DARDO)
036. A Eloy... (A HORCAJADAS DEL TIEMPO)
037. A Emeterio Gutiérrez Albelo (LA PRISA)
038. A Enrique Abelló Correa (DICIEMBRE NACE ALTIVO)
039. A Facundo Cabral (ESTA NARANJA AZUL)
040. A Facundo Fierro (VUELO INFERNAL DE LLAMA)
041. A Fátima Said (EL BRILLO DE LOS OJOS)
042. A Federico Jiménez (EL ABRAZO DE ANAGA)
043. A Felisa San Martín (LAS MUJERES DE HIERRO) 
044. A Félix Casanova de Ayala (VIENE)
045. A Félix Fco. Casanova (BAJO EL ECLIPSE DE LA LUNA LLENA)
046. A Fermín Higuera (TRIÁNGULO ISÓSCELES)
047. A Francisco Camacho Remedios (TERCIOPELO Y TROMPETA)
048. A Francisco Medina Brito (SOBREVOLANDO UN MAR...)
049. A Francisco Navarro Ortega (AQUEL PROCESO ILÓGICO)
050. A Francisco Viñas (TORMENTA NOCTURNA)
051. A Herminia de Lamo Bas (ANOCHECER)
052. A Hermógenes Afonso "Hupalupa" (YA DESPIERTAN...)
053. A Ignacio Minelli (LA HIEDRA)
054. A Inmaculada Hdez. Ortega (GOLPE DE LUZ)
055. A Inmaculada Trujillo Corrales (REGALO DE OTRO INVIERNO)
056. A Ione Morera (ROZANDO EL PRIMER AÑO DE OTRA VIDA)
057. A Irene Arteaga Aguilera (EL ROSTRO)
058. A Isaac de Vega (ACRÓSTICO)
059. A Isabel Glez. Glez. (ATARDECER PRIMERO DEL ESTÍO)
060. A Isabel Medina (DESPERTAR)
061. A Isabel Rdguez. Cabezas (BLANCO OLEAJE...)
062. A Javier de La Rosa (LA VOZ DE LOS POETAS)
063. A Joan Puig Bolta (AMISTAD SIN MÁS CREDO)
064. A John Oregon (UN REGUERO DE LUZ)
065. A Jordi Barral Mañé (ESTE FRÁGIL PRESENTE)
066. A José Antonio Armas Herrera (UNA MANCHA EN EL SOL)
067. A José Antonio Escudero (CAUTIVOS)
068. A José Antonio Labordeta (INTENTANDO AGITAR...)
069. A José Fco. Bethencourt (UN GERMEN DE ESPERANZA)
070. A José Luis León (EN LA MAGIA DEL ARPA)
071. A José Luis Pérez Glez. (LOS OBREROS DE LA PAZ)
072. A José Mª Trujillo (DONDE MORA EL AMIGO)
073. A José Manuel Díaz Álvarez (TORRENTES)
074. A José Manuel Gª Torres (ASOMARSE...)
075. A José Manuel Martín (LIBÉLULA NOCTURNA)
076. A José Manuel Pérez Morales (UN HALO IRIDISCENTE)
077. A José Manuel Vargas (ÍGNEO CORPÚSCULO)
078. A Juan Antonio Marchal Cabrera (JUGUETES)
079. A Juan Antonio Peraza (ESTA ROSA QUE LLEVO)
080. A Juan Carlos Franco (APRENDIENDO A FUMAR)
081. A Juan César Martínez (DE CUANDO ALGUIEN...)
082. A Juan González Albertos (UN SUEÑO DE GAVIOTA)
083. A Juan Hernández Hernández (LAS COSTILLAS DE LA LUZ)
084. A Juan José Delgado (ESCRITOS EN LA NIEBLA)
084. A Juan Manuel Gª Ramos (EN MEDIO DEL DESIERTO)
086. A Juan Rdguez. Álvarez (A TRAVÉS DE TI)
087. A Kory Glez. Luis (SACERDOTES DE LA IMAGINACIÓN)
088. A Laura, mi hija (NANA)
089. A Leonor Ravelo (ISLA BLANCA)
090. A Leopoldo Cabrera Gil (PIRÁMIDES DE LUZ)
091. A Leopoldo Mª Panero (EL ELEGIDO)
092. A Loli Afonso (LUMINOSO DESTELLO)
093. A Loli Armas Donate (EL ÁNGEL DE LA PAZ)
094. A Los Majuelos (ALMA ISLEÑA)
095. A los Servidores de la Luz (UN SIMPLE GESTO...)
096. A Luchi (UNA TARDE EN GUAMASA)
097. A Luis Morera (UN HORNO ALQUÍMICO)
098. A Mª Carmen Cedrés (EN EL CRISTAL DEL TIEMPO)
099. A Mª Carmen Fdez. Domínguez (AMISTAD)
100. A Mª Carmen Glez. Molowny (ROTA LA SOMBRA EN LUZ)
 
101. A Mª Carmen Marrrero (CONTRA EL MURO DEL MAR)
102. A Mª Carmen Sánchez (EL BAILE DE LOS DUENDES)
103. A Mª Cleofé Linares (COMO LA LAURISILVA)
104. A Mª del Pino Cubas (ENREDADA EN ESTRELLAS)
105. A Mª del Rosario Matos Abreu (MATER SECUNDA)
106. A Mª Eugenia Alarcón Costa (DONDE VAN LAS ESTRELLAS...)
107. A Mª Isabel Sanfiel Cervós (LA INFANCIA ES LO QUE TIENE)
108. A Mª Jesús Lima (MUCHACHA DE OJOS CLAROS)
100. A Mª José García Suárez (VIGESIMOSÉPTIMA CADENCIA)
110. A Mª Luisa Mtnez. Solar (MAÑANA)
111. A Mª Nieves Aránzazu (SACERDOTISA NOCTURNA...)
112. A Mª Nieves Samblás (CUANDO EL AGUA Y LA PIEDRA...)
113. A Mª Paz Ballesta (LABORANDO)
114. A Mª Reyes Morales Febles (EL SENDERO DEL SOL)
115. A Mª Teresa Romo Pérez (VERTIGINOSAS GIRAN)
116. A Mª Victoria Jorge Romero (ANALOGÍA)
117. A Maca (DE TU LEJANO VUELO A LA ESPERANZA)
118. A Maki, mi esposa (SOY RESTO DE UN NAUFRAGIO)
119. A Manolo Correa (EL MURO INFRANQUEABLE)
120. A Manuel de los Reyes Peña Siverio (EL PAJARILLO HERIDO)
121. A Manuel Pérez Rdguez. (ÁRABES)
122. A Marcelo Abreu (INSOBORNABLE ANHELO)
123. A Margot... (SE DETUVO UN INSTANTE)
124. A Mari Mar y Paco ( LA LLEGADA DEL HIJO)
125. A Marián Guerrero de Escalante (DESDE EL MAR)
125. A Marina Hdez. Cabrera (DESCÁLZATE)
127. A Marinola (PRISIONERAS DE AZUL)
128. A Mario Rdguez. Martín (CRÁNEO, PALOMA Y DUEÑO)
129. A Marta Artiles Estévez (LIBRE EN LA LUZ)
130. A Marta Brito Hdez. (JUNTO AL VIEJO COLUMPIO)
131. A Mary... (SE ME HIZO DE PRONTO...)
132. A Mauro Pérez Sánchez (EN LA SENDA)
133. A Mauro Sánchez Henríquez (QUIÉN)
134. A Mercedes Pérez Rdguez. (AL ALBA...)
135. A mi abuelo paterno (HOY HAN VUELTO OTRA VEZ)
136. A mi bisabuela paterna (DESPUÉS DE TANTOS AÑOS)
137. A mi hermana Lala (COMPAÑERO DE JUEGOS)
138. A mi hermano Braulio (YACE UNA ROSA)
139. A mi hermano Palmiro (LA ARAUCARIA)
140. A mi madre (DESPEDIDA)
141. A mi padre (DEL POEMA PRIMERO DE LA INFANCIA)
142. A mi sobrina Cathaysa (ROTUNDO AMANACER)
143. A mi sobrina Pili (EL RESPIRO DE LA CIUDAD)
144. A mi sobrina Sara (SIGUE VIVA EN LA LUZ)
145. A Miguel Ángel Guerrero (A LA ORILLA DEL MAR)
146. A Miguel Hdez. Armas (SE HA QUEBRADO LA LUZ...)
147. A Montserrat Ortí (LA ISLA DEL CANGREJO)
148. A Natalia Patiño (CÓMO REVERBERABA EL CIELO AZUL)
149. A Nena (NOCTURNIDAD)
150. A Nicolás Gª Bethencourt (EL AROMA DE INVIERNOS...)
151. A Nino Bravo (AL BORDE MISMO DE LA LIBERTAD)
152. A Nuria Delgado (LAS LUCIÉRNAGAS)
153. A Olga Manzano y Manuel Picón (MACHU PICHU)
154. A Orlando Cova (EL CAUCE)
155. A Pablo Milanés (DOLOROSAS HERIDAS)
156. A Paco Morera (MIENTRAS QUEDE ALGÚN HIJO)
157. A Paco y Laly (NIDO DE ALGAS)
158. A Paquita Glez. Olivares (PORQUE SU VOZ ES VIENTO)
159. A Patricia Ferrerira Costa (LA SEGUNDA LLUVIA)
160. A Pedro García Cabrera (LA NIEBLA ES UN ESPEJO)
161. A Pepe Bastarrica (LA ESTRELLA DE LAS CUMBRES)
162. A Pepín (PESCADORES DE ESTRELLAS)
163. A Pilar Durán (LAS PALMERAS EN FLOR)
164. A Pilar Lojendio Crosa (SOLITARIA PALOMA DE LA TARDE)
165. A Pino Blanco Jardín (POR LA ESPUMA CELESTE)
166. A quien habita un sueño (SU CORAZÓN MINÚSCULO)
167. A Rafael Amor (CANTOR QUE AMA GUITARRAS)
168. A Rafael Arozarena (ROTO Y VENCIDO EL DÍA)
168. A Ramón González Brito (LA DIMINUTA FLOR)
170. A Raoni (HOMBRE CIVILIZADO=CODICIA SALVAJE)
171. A Roberto Toledo Palliser (AL DORSO)
172. A Rosa Hdez. Noguera (NUNCA TE IRÁS AUNQUE TU )
173. A Rosi Bethencourt (EL SUEÑO Y LA PALABRA)
174. A Rosi Hdez. Bethencourt (EN EL TEMBLOR DEL AIRE)
175. A Salvador Allende (SU DOLOR, SU MUERTE)
176. A Sara Pérez Díaz (AL PIE DEL TAJO)
177. A Sonia Celaya (POR LAS CUMBRES DE ANAGA)
178. A Silvio Rodríguez (EL UNICORNIO AZUL...)
179. A Tasito (DESHABITADOS BALCONES DE MADERA)
180. A Teresa Pérez Hdez. (DIÁFANA TRANSPARENCIA...)
181. A Teresa Lemus (LA ROSA DE TUS MANOS)
182. A ti, sencillamente (NI PRONUNCIAR TU NOMBRE...)
183. A Tono (SOBRE EL PINO Y LA CASA)
184. A Toñi Muñoz Mora (ME REMITO A LAS FORMAS...
185. A un desconocido (DESDE EL FRAILE)
186. A un hermano celeste (DESDE MI ESPERANZA)
187. A una niña llamada Silvia (FRÁGIL BESO DE FLORES)
188. A Vicente Araque (OTRO CANGREJO ERRÁTIL...)
189. A Yolanda (YOLANDA)
190. A Yumar (EN LA LUMINSCENCIA...)
191. Al abuelo Lorenzo Matos (LIBRE DE LA APARIENCIA)
192. Al eucalipto de La Granja (PRETÉRITO GUARDIÁN)
193. Al eucalipto de Machado (EL SILENCIOSO SER...)
194. Al flamboyant de la trasera (DESNUDO Y SOLO TIEMBLAS)
195. Al Taller Canario de Canción (LEVE, LEVE ES EL ROCE)


*************************************************************

POEMAS

001.

POR TUS BLANCOS Y AZULES
(A Adolfo Martín Coello)


Hoy tenemos las manos
teñidas de dolor,
pero aún así tocamos
la piel de las montañas
con un temblor ligero,
y el labio de la Musa
nos roza malamente
la pálida mejilla.

No pueden detenerse
los pasos del poeta.
Si él desfalleciera,
los azules serían
solamente un olvido
y los blancos,
perdidos,
volverían a esconderse
para siempre en la antigua
soledad de lo oscuro.

Hay que avanzar sin miedo
hacia la Luz,
serenos,
a costa de que puedan
quebrantarnos las manos
o acallar nuestros labios,
con furia, para siempre,
porque en nuestro interior
existe la certeza
de que jamás podrán
desarraigar el eco,
la estela azul del sueño
que deja tras de sí,
la voz de los poetas.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

002.
LA MANO DE UN DIOS
(A Agustín Millares Sall)


Una esfera de sogas congeladas
guarda un sol de tungsteno en su interior.
Muerto de frío espera
que la mano de un dios
circunstancial apriete
algún interruptor de la galaxia y prenda
su filamento frágil
para dar vida a mundos
que en su interior habitan.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

003.
INESPERADOS TRINOS
(A Alberto Montesdeoca)
 


Largas hileras
de verticales sombras sin sonido
transportan las palabras contenidas
en el alma metálica del hilo.

En la curva insensible que las une
se columpian las aves, y es por eso
que en ocasiones, cuando al final del cable,
atentos aguardamos la respuesta sonora,
nos llegan, de gorriones, inesperados trinos.

Miguel Ángel G. Yanes


********************
004.

LOS DRAGONES DEL ALBA
(A Alejandro, Ángel y Laura)


Fue su primer amanecer; jamás
Habían sentido la descarga, el golpe,
La sacudida energética que aturde
Los sentidos y muestra, tras un velo
Irracional, la magia, lo prohibido:
La desintegración de la razón
Mostrándoles durante unos instantes
Una grieta sin tiempo en la que flotan
Los universos múltiples que habitan.

Límpida y fría, la transparencia
De la mañana aún se hallaba en ciernes
Fraguando su esplendor sobre la oscura
Soledad de las aguas, cuando un grito
Común les hizo alzarse de pronto al ver
Monstruos marinos que de la mar brotaban.

Con las primeras luces se agitaron
Sobre la soledad salobre los dragones
Metálicos del alba, gigantescas,
Terribles criaturas, que de pronto,
Antes de alzar el vuelo transmutaron,
Sin saber por qué y cómo, en grandes barcos:
Petroleros al uso hechos de acero,
De silencios cuerpos que quedaron
Prendidos al amparo de la rada,
Mientras ellos, sonrientes, admirados,
Aún se preguntaban qué habían visto.



Miguel Ángel G. Yanes   


********************

 005.
DAMA DE CARNAVAL
(A Alejandro De Menezes)


Una espada invisible
Hiende con fuerza la alborada y apaga,
De un solo tajo el brillo,
La tenue luz de sol que despuntaba
Con ese resplandor
De estrella recién amanecida.
Y, aturdido, cede,
Rinde su hegemónico cetro, su corona,
Y su manto de rayos
-Transparente abanico de cristal-
Porque una dama etérea,
Sueño de carnaval, se manifiesta
Fúlgida entre las nubes,
Estremeciendo, con rotunda hermosura,
La frialdad celeste
Que incendia e ilumina con sus rasgos
De inadvertida diosa.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

006.
TAMARAGUA
(A Alejandro Luque, in memoriam)


La primera palabra
de la raza perdida
me llegó de tus labios:

¡Tamaragua!

Qué sonido,
qué belleza,
qué cristalino impacto.

Escucharla y dejar
de lado el ¡buenos días!
fue todo uno, porque
aquella palabra
te llenaba la boca,
pero también el alma
de antiguas emociones.

Rescatar del olvido
el saludo del guanche,
prestar nuestra garganta
a voces diluídas
en los mares del tiempo,
hacer eco en los valles,
en las crestas de lava,
en los barrancos.

Estremecernos
su vibrante armonía.
Traer de las profundas
entrañas de la tierra
su mágica dulzura,
su cantarino ritmo,
su sin par armonía.

¡Tamaragua!

Como si la memoria
agitara cristales
cual incesante brisa,
como si en nuestros pechos
el límpido tañido
de una campana fuera,
como si un luminoso
destello nos tocara,
y en la palabra
un aliento divino
se sintiera.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

007.
EL AMOR DE ALGUIEN
(A Alguien)


Alguien
vino una noche
a yacer al costado
vacío del tormento.
Sopló una tempestad
por las áridas tierras
de mi cuerpo,
por la inhóspita piel
de nuestra espera,
desgarrando un silencio
imponderable.

Desataron sus labios
la cuerda que apretaba
la sequía
y mojaron los valles
profundos, ocres, yermos,
con un beso furtivo
como invierno.

Aullando de placer
bajaron unos dedos
las laderas
desiertas de caricias.
Corrieron, rodaron,
se esparcieron sin tino
para caer,
sudorosos y exánimes,
al pie de las montañas
en que renace el día.

Alguien volvió a marcharse
en un suspiro,
pero en la nueva
laxitud un sesgo
de esperanza temblaba .

La primavera
vistió su traje-luz
y floreció fugaz
una sonrisa
despertando colores
a su paso,
sangrándome en los labios
aquel beso.

Alguien
olvidó acaso
su silueta
a la orilla dormida
de mi lecho,
pues la nueva mañana
se despierta
sin resecos estíos
como sueño.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

008.
EL CAMPO DE CEMENTO

(A Américo González Brito) 


Aquella explanada gris
Que antaño utilizaran
Empresas constructoras
Del régimen franquista
Para fabricar bloques,
Fue uno de los espacios
Mágicos de la infancia.

Larga, tensa y lisa,
como tabla de mesa
Se extendía entre antiguos
Y resecos bancales
Que envolvían, con risas
Y agudos gritos,
Los juegos de los niños
Que dándole patadas a un balón
Se sentían tremendamente
Libres y felices.

Ahora… caerte allí,
Y dar con el rostro
Contra su dura superficie era
Asaz terrible y duro:
Diminutas piedritas y cristales
Conseguían clavarse
En tu mentón y herían
No solo tu barbilla,
Sino también tu orgullo.

Hoy (cincuenta años más tarde)
Cierro los ojos y aún
Te veo regateando
Al resto de muchachos
Del barrio con el ritmo
mágico y sublime
Del fútbol que habitaba
Tu espíritu y tus botas.
 
Miguel Ángel G. Yanes


*******************
 
009.
DE LA HIGUERA Y EL SOL
(A Andrea Nélida Hernández)


La simétrica higuera,
blanquecino estandarte
despoblado de hojas
y de frutos silentes,
ha cubierto de pájaros
su desnudez y canta
a la sombra que yace
de su cuerpo escindida
sobre el sueño rebelde
de la tierra otoñal.

En los surcos abiertos
por la reja herrumbrosa
-herencia inmemorial
de los pueblos perdidos-

las palomas rebuscan,
con el polvo rojizo
adherido a sus picos,
algún grano distante.

Ocupa el horizonte
un disco anaranjado,
un círculo perfecto
de luz que se detiene
prendido en las espinas
ocultas de la mar.


Miguel Ángel G. Yanes


*******************

010. 
LA LIBERTAD DEL VUELO
(A Ángel José Pozo García)


Canta el viento
su aguda melodía
entre los riscos
puntiagudos que asoman
del seno de la noche
y le hace eco
un altivo graznido
que revela
el capricho vernal
de su hermosura.

Fugaz, certera flecha,
o estática en lo azul,
grita y despierta
la luz de la mañana,.
desgarrando
las somnolientas nubes
con su afilado pico;
y entre jirones blancos,
vigila los espejos
donde el agua palpita
y el verde de mil tonos
donde el silencio chilla.

Sin trono, sin corona,
sólo plumas oscuras
como manto
y dos garras desnudas
como cetro;
majestad suficiente
por ser libre
para encontrar sin miedo
la trémula verdad
que desconocen
aquellos que no osaron
jamás alzar el vuelo.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

011.
MATUTINA ESTRELLA
 (A Ángel Morell)

 
Islotes de algodón.
Charcos de cielo.
Solitaria navega
la matutina estrella
entre orilla y orilla
de silencios sin puerto.
Solitaria navega
desde la eterna sed
de aristas de los círculos
a rómbicos cristales
que perfilan
los vértices del tiempo.

Luego alcanza algún viejo
triángulo equidistante
de su vida y sus sueños,
resistente al empuje
metódico y tenaz
de las olas y el viento.

Atraviesa las blancas
latitudes, ocultas
a los ojos profanos
por vastos continentes
de símbolos sutiles
y penetra en el centro
de su propio destino,
descorriendo los velos
de su pecho el tañido
de la eterna campana
que convierte
humanos en estrellas
y a la inversa.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

012.
 UN VUELO DE PALOMAS
(A Anselmo Ortega Mtnez.)


Clavicordio,
de seda azul marina
cubiertos su contornos.
Quietud, reposo, sueño.
Dos ávidas palomas
revolotean e intentan
desgranarle una nota
que se volvió silencio.

La sombra de un fantasma
se ciñe a la insegura
rigidez de las formas.
El aire se estremece.
Una cortina leve
acusa el movimiento,
y la música escapa
de su cárcel siguiendo
un vuelo de palomas
cual único sustento.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

013.
MINÚSCULO
(A Antonio Abdo y Pilar Rey)


Un bosque diminuto
brotó sobre las rocas.

Húmedo y verde, el sueño
dormido entre sus grietas,
se elevó fugazmente
hacia la luz: un tacto
sobre la piel del aire.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

014.
CAMPANA ROTA 
(A Arturo Maccanti)




Dicen que el estropicio
Que se escuchó
De madrugada fue
Cosa del Diablo, quién,
Con nocturnidad y alevosía,
De fugaz dentellada
Arrancó aquel pedazo
A la nueva campana
De la iglesia del pueblo.

Piensan que lo hizo así
Para que los fieles
No acudieran a misa.

Yo sé que no fue Él
Porque esa noche estuvo
Conmigo y otros diablos
Jugando al escondite
Con Dios y sus arcángeles.

A Él le importa un pito
Que las gentes acudan
A rendir pleitesía
A su hermano gemelo.
Sabe que aunque a diario
Se decidan a hacerlo,
Para nada asegura
Que no pueda quedarse
Para siempre sus almas.

La campana fue rota
Por la ira profunda
De un ciudadano ateo.

Y no fue por llevarle
La contraria, ni al clero,
Ni a las tristes beatas,
Ni a la feligresía,

Sino porque el tañido,
Que estremecía incluso
La espadaña era
Un diario tormento
Para su atribulada
Conciencia  y sus oídos.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

015.
 LA VOZ CONJUNTA
(A Aury y Cande)


Hemos dejado lirios silvestres,
tiernas raíces que se enredaban
entre los dedos de vuestras manos;
ligeras alas de mariposas,
seres sutiles que aletearon
en el remanso, frágil y alegre,
de vuestros brazos.

Trozos de sueño, mil transparencias
que despuntaron en el silencio,
dulce y amargo, de nuestros cuerpos.
Y como el soplo tibio del viento,
la voz conjunta de vuestras bocas,
mágica y cariñosa, los ha impulsado
en pos del Centro del Universo.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

016.
PRIMAVERAL REGALO DE LOS DIOSES
(A Baby Trujillo)
 
 
La primavera puso
un beso en tu esperanza
y un cáliz palpitante
de amor entre tus manos,
colmado con el néctar
sagrado que regala
a tus labios sedientos
de eterna enamorada.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

017.
LAS FRÁGILES ESFERAS
(A Begoña Badillo Acea)


Juego infantil;
nocturnos dioses
de diminutas bocas
insuflando su aliento
a líquidas,
transparentes,
ingrávidas esferas,
para formar
universos efímeros;
mágicos mundos,
que, silenciosos, viajan.

En los siete colores
de sus contornos tiemblan,
atónitas,
las desnudas estrellas
de sus ojos,
y en su temblor estallan,
frágiles, las esferas
para volverse lluvia
imperceptible
que acaricia los labios de la noche.

Miguel Ángel G. Yanes


********************
 
018.
EN MITAD DEL INVIERNO
(A Bernardo Benítez Falcón)


Una cortina de cristal ondula
a nuestro paso. Frías
sus múltiples gotas
repican insistentes
en la piel cenicienta de la tarde.

Poco a poco, la luz
se estrecha en los portales.
Persigue nuestros pasos
como huyendo también de la tormenta
que incipiente resbala
sobre desiertas calles.

El invierno se parte en dos mitades
con el ruido del trueno.
Un perro vagabundo,
con el rabo metido entre las patas,
huye presto a esconderse
bajo el vientre de un coche.

Tras el vaho adherido a las ventanas
humea una montaña
dorada de espirales.

Codo con codo entramos.
Agua y viento penetran con nosotros.

- ¡Por favor! Dos chocolates y churros
para cuatro.

Sorprendido, el camarero escruta
las dos sillas vacías.

- No se preocupe usted, que no les gustan
las bebidas calientes.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

019.
CHARCOS DE LUZ 
(A Blanca Fdez. Palacio)


 Charcos de luz sobre la mar. Las barcas
en el párpado rosa de la aurora,
levemente pintadas, se estremecen
en el recuerdo acuoso de la pesca:
sangre nocturna y escamas parpadeantes
como trozos perdidos de su luz
por la pálida luna.

Las redes, aún húmedas, tendidas
en la negra epidermis de la playa
descansan, fatigadas, tras la cruda
faena de la noche: miles de gritos
que nadie oye en sus rotundos nudos.

Charcos de luz sobre la mar se expanden,
tocan el horizonte, vierten
una marea luminosa
con absoluta desesperación
para inundar un universo mágico
que imperceptible casi
en las nocturnas sombras pervivía.

Miguel Ángel G. Yanes


********************
020.

LA CABELLERA DE LA ESPUMA
(A Cándida Mtnez. Pecci)
 

Con frenesí agitada,
la cabellera de la espuma siembra
de sal la luz azul.

El aire es un efímero
universo de esferas diminutas
donde se rinde el mar.

Los pájaros no pueden volar
entre una infinitud
salobre de barrotes
en esta cárcel de agua.

Se antoja bruma el sueño
que humedeciendo el valle trepa
por sus glaucas caderas.

No en vano, es la isla mujer.

Miguel Ángel G. Yanes


 ********************

021.
EL VAMPIRO DE LA LUNA LLENA
(A Carl Gustav Jung)


La luna está bajando
despacio por su frente.
Toca el borde sediento
de sus labios y besa
la pretérita huella
de una pálida boca.

Vuela en su luz al cuello
de esta mujer dormida,
el vampiro que habita
su corazón estéril:
oscura vacuidad
donde el silencio hiere
con millares de agujas.

Los agudos colmillos
hunde en la carne
de la garganta: chupa
con especial deleite
la roja quintaesencia
de su cuerpo que invita
desnudo, a una caricia
más íntima, no en vano,

lo inconfesable
de su sueño radica
en la atracción que siente,
por encima del atávico miedo,
hacia la criatura
terrible que la envuelve.

Y estremecida espera
que, cada plenilunio,
hasta su lecho lleve,
entre sus membranosas
y puntiagudas alas,
el impulso sexual
que la libere.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

022.
 NÚBILES Y ENGAÑADAS
(A Carlos Epifanio Marrero)


Entre dos mares blancos,
de nubes, el volcán,
ocre y atento atisba
por esa franja estrecha,
la inmensidad salina
donde sus hijas duermen.

Tendidas sobre un sueño
azul de soledades,
celestes y marinas,
núbiles y engañadas,
reposan tras el llanto
con sus doradas frentes
perfumadas de sol;
con sus negros cabellos
evanescentes, otras.

Es amargo el silencio
que las recubre. Duele.
Y la cólera oculta
del volcán se refleja
en el rubor que inunda
las trémulas orillas
de los flotantes mares.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

023.
VELIS NOLIS
(A Carlos Lorenzo Pérez)


Lo quieras o no
estás imbricado
en el mundo que habitas:

como una teja más
del gran tejado,
como otro nudo prieto
de la urdimbre,
como una pluma,
un hueso,
o una escama,
recomponiendo sueños
entre dos horas mágicas.

Lo quieras o no
estás haciendo
lo que viniste a hacer,
ni más ni menos.
Sin entender acaso
las razones,
los ocultos motivos,
los impulsos,
la desazón terrible
de no saber si somos
o no somos.

Sin embargo,
lo quieras o no,
la soledad te busca
y encamina.
El dolor y la lucha
te redimen;
abren brechas de sol
en tus pupilas.

La amistad y el amor
estrujan,
hasta la última gota,
su sed de corazones.
la enemistad y el odio
también estrujan
heridos corazones
hasta la última gota.

Lo quieras o no
sólo queda el efímero
recuerdo del placer,
la terrible emoción
de haber vivido
sin saber para qué,
aunque a veces te asalte
la sospecha.

Mas un día el silencio
se clavará con fuerza
en tus pies y tus manos,
elevando despacio
tu ser a los confines
de este universo mágico.

Y...lo quieras o no
llegarás a la estrella
que te asignó el destino,
y en la transparencia
nítida de tu frente
quedará el brillo intacto
de su luz, desvelando
el profundo misterio
que presientes.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

024.
VOLVERÁS A PINTAR
(A Carlos Miguel Bethencourt, in memoriam)


 Te he visto descender la calle pina
con una boina azul, un calzón ancho,
la inmaculada blusa salpicada
acaso de sangre o de pintura
y tirantes de mar sobre la espalda.
No he querido llamarte;
sé que iniciabas hoy un largo viaje.

Te vi marchar
flotando casi sobre las piedras frías,
parsimonioso, tenue, apenas bruma,
carente de equipaje,
sin bártulos que puedan denunciar
tu oficio de pintor a las estrellas.

Nada llevas y nada necesitas,
pero no viajas solo,
van contigo las técnicas pictóricas
al uso y en desuso,
los colores, las musas
y todos los pintores
desde que el mundo es mundo.

Volverás a pintar, que no te quepa duda,
pero lo harás sin lienzos, sin pinceles,
sin trementina, ni aceite de linaza;
no necesitarás barnices, hiel de buey,
ni aglutinante, gel o goma arábiga.

¡Sólo la luz!
con ella pintarás amaneceres límpidos
de rosáceos fulgores,
añiles cúpulas para cubrir el alba,
dorados mediodías,
anaranjadas tardes,
rojos ocasos,
hasta que el manto oscuro de la noche
vuelva a cubrirnos con esa soledad
que en nuestras almas pesa.

Y volverá la angustia de la sombra
a eternizar la espera,
y aguardaremos, tensos,
que tu luminiscencia nos alcance
para crear de nuevo
un universo mágico.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

025.
 EN UN CHARCO VIOLETA
(A Carlos y Mary)


Nieve en polvo cubre las largas avenidas.
Tímidas hojas flotan
en un silencio hecho de sueños de cristal.

A la orilla del mar, blanca, fulge la playa;
rielan las barcas, mecen sus vegetales cuerpos
en el ritmo ondulante de minúsculas olas.
Sus vientres se han cubierto
del albo resplandor de las heladas gotas.

Duermen las viejas redes sobre la arena y quedan
arropadas también
por la sábana fría que los cielos extienden.

En un charco violeta,
donde un abeto entierra sus múltiples raíces,
nadan, ríen y juegan
divertidas estrellas que en la extrema
soledad de sí mismas
destellaban tristeza desde la infinitud.

Un pájaro marino intenta picotearlas
pero sólo consigue
una mancha violácea que, hasta el alba,
le hará ser diferente a los acróbatas
nocturnos de su especie.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

026. 
Y SE FUERON LOS PÁJAROS CON ÉL
(A Carmelo Chaparro, in memoriam)


Murió Carmelo y se fueron también
Tras él, todos los pájaros cantores.
Canarios, belgas, mixtos y remixtos
Que poblaban su casa y su balcón
Dejaron de llenarnos la mañana
Con sus alegres trinos. 
Y el barrio se volvió
Un poquito más gris que de costumbre
Y así nos va, tristes y cabizbajos,
Escuchando un arrullo de palomas
Que se han hecho las dueñas de la calle.

Ojalá donde Carmelo habite,
Más allá de este mundo de las formas, pueda,
Transmutados sus pájaros en primorosas
Aves de luz y de cristal tallado,
Con encendidas plumas refulgentes,
Entonar cantos cósmicos que tornen
Más amena la soledad a esa diosa
A esa mujer galáctica que nos acoge
En su materno seno universal… de nuevo.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

027.
 EN LAS CRESTAS DE ANAGA
(A Carmen Teresa Delgado)

 

Cuando ascendimos a la más alta cumbre
para otear el valle de Taganana, vimos
como intentando premiar nuestra osadía,
las nubes decidieron bajar a nuestro encuentro.
Mas, celoso, el altivo y pendenciero viento
presintió la caricia de las brumosas manos
y sopló, intransigente, desde la mar su furia.
Subió por los barrancos, trepó por las laderas,
ascendió hasta las cimas de las montañas negras,
azotó nuestros cuerpos, quebró nuestra atalaya.
y en blanquecinos rizos, las nubes, asustadas,
huyeron a los cielos perpetuos del mañana.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

028.
APRENDIZ DE ATEO Y DE POETA
(A Casiano Expósito Riera)


¡Vaya! Si Dios no existe
Nos engañaron y eso
Dimos por cierto inútilmente.

Cuenta las veces que,
De niño, dijeron los mayores
Que Dios nos vigilaba.

¡Había que ser bueno!
Una y mil veces
Esa frase diaria nos seguía.

("Ser bueno, lo supe con los años,
era hacer siempre lo que ellos dijeran")*

Pero allí, en las esquinas
Infantiles del alma,
El sonsonete era

También un borde, un filo,
Una arista cortante:
Cuchillada...

Un arma, a fin de cuentas,
Hecha de miel
Y versos puntiagudos

Que, a diario, escribía,
Con temor y con rabia,
Éste, tu amigo-caracol que viene

Lento, lento... tan lento,
Que sigue siendo aún
Aprendiz de ateo y de poeta.

Miguel Ángel G. Yanes
(*) Rafael Amor

********************

029.
 MORNING HAS BROKEN
(A Cat Stevens)


Aún no toca un rayo de sol
la somnolienta ciudad que en nuestros ojos pesa.

El presuroso girar de los neumáticos
va secando su piel de humedecido asfalto
y una tenue neblina nos mantiene
tensos y estáticos, desamparados casi,
frente al círculo rojo del semáforo.

Todo el mundo está atento, preparado
para cruzar sin dilación la calle,
sin reparar siquiera en esa luna
pálida y ojerosa, que bosteza
harta de tanto y tanto trasnochar.

Nadie parece ver al lucero del alba,
partícipe también de su nocturnidad,
hacerle un guiño cómplice, una leve,
amorosa, señal de despedida;
ni al mirlo que, de teja en teja, salta
buscando algún insecto para desayunar.

Pero de repente… ¡Oh! ¡milagro!

Todos alzan la vista al escuchar
el profundo rugido de un avión
frío, liso, brillante, atronador,
que en dos mitades, con su humareda rasga
la frágil piel de un cielo apenas tibio.

Aún sigo sin saber si alguien ha reparado
en la negrura del mirlo, el brillo del lucero
o la opacidad blancuzca de la luna.
Mucho me temo que esto no ha sido así,
porque han tornado todos, al unísono,
a mirar el semáforo anhelantes
y, de reojo, las puntas de sus pies.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

 030.
PIERROT
(A Cirilo Orán Sacramento)

Anda la soledad
vestida de Pierrot
tocando las esquinas
de esta ciudad perdida
bajo la niebla. Busca
comprender el sentido
de la niebla y la esquina.

Bucólica sonrisa,
sus labios suspendidos
en blanco difuminan
la forma de una lágrima
lejana qué el olvido
no ha podido arrastrar.

De entre las campanas
rumorosas de seda
de las mangas, escapan,
albas y sutiles,
dos tímidas palomas
que persiguen un cielo
lejano de andoriñas.

Rozan sus pies, descalzos,
un frío pavimento
de baldosas que huyen
en el temblor rojizo
de su quietud y alcanzan
las orillas de un mar
neblinoso de nardos
donde no existe el ángulo
perfecto de la esquina.

Todo es aroma y niebla,
todo silencio, espejo
donde la soledad
se repite insistente
con su disfraz de sueño.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

031.
UNA LLUVIA BLANQUÍSIMA
(A Cristina Estévez Artiles)


Perfumadas, minúsculas,
inundan el otoño
de luz sobre las ramas
incólumes del sueño.

Y cuando el viento sopla
intempestivo, escapa
una lluvia blanquísima
de pétalos al agua.

En su mejilla posa
el árbol encantado
su grávida esperanza.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

032.
BAILANDO SOBRE TALCO
(A Cristina Jorge Sánchez)


Danzando sin cesar
sobre una tenue alfombra
de blanquecino talco,
perdiste pie en un giro
fugaz, y un golpe heló,
de pronto, la alegría
de la fiesta; tu cuerpo
contra la dureza
del granito estrelló
la luminosidad
de su sonrisa.

Rota muñeca fuiste
envuelta en una nube
de polvo blanco y gritos.

La música detuvo
su impetuoso fluir.
Cesaron al unísono
las palmas y los golpes.
Y un rictus de dolor
frunció tu frágil boca,
desmadejó tu rostro,
anegando tus ojos
en un mar de sal fina.

Lo intentaste tú sola,
pero el punto de apoyo
que buscabas cedió.
El excesivo peso
del dolor impedía
el intrépido acto
de elevarte.

El mundo se rompió
para ti en mil pedazos
cuando viste, aterrada,
tu fracturado brazo
y el solitario piano
flotando tras la bruma
lunar de los espejos,
dejando ver, abierto
de par en par, las hebras
del silencioso sueño
gestado en tus entrañas.

Pero yo siempre supe
que aparte de la luz
de la armonía, eras
la luz de la constancia.

La perseverante muchacha
cuyas manos,
ingrávidas gaviotas,
sin cesar, aleteaban
sobre un mar blanco y negro
de cristalinos peces
que intentando huir de ellas
salpicaban el mundo
con sus mágicas gotas,
aliviando las almas
de dolores,
de terribles olvidos
y de miedos.

Más temprano que tarde,
supe que volverías
al sagrado misterio
de tocar.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

033.
ESE PUNTO DE LUZ
(A Eduardo Molowny)


Abro los ojos
cuando la noche aprieta
los sueños contra el pecho
y descubro el silencio
de ese punto de luz
que sorprendido escapa
hacia el ángulo triedro
donde mi estancia acaba. 

Miguel Ángel G. Yanes


 *******************

034.
 LA ÚLTIMA NEVADA
(A Electra Ojeda)


Blanca,
pura,
fría,
la nieve,
adherida al volcán,
con suavidad resbala
tras el verde
terciopelo del valle.

La mañana despunta
entre algodones
húmedos que repiten
la añoranza del sol.

Taoro, revestido
con sus galas mejores,
asiste a la partida
del anciano viajero,
cuya helada sonrisa
ya se estaba poblando
de pájaros y flores.

Arrastra tras de sí
ese manto blanquísimo,
la última nevada
que en las lindes de Marzo
adorna e ilumina
las cumbres de las Islas.

El cernícalo grita
desde la altura; avisa
que la aurora despierta
tras un sueño larguísimo
de invisibles silencios.

De las águilas,
tan sólo un epitafio
corona el promontorio
oscuro, donde antaño
su majestad se alzaba
taladrando
los espejos azules
en una conjunción
perfecta de espirales.

Al pie de la colina,
blanca brilla la casa
arropada en murmullos
de rosa y buganvilla,
en cuya espina oscilan
las esferas brillantes
que les dejó el rocío.

A lo lejos, el mar,
blanda llanura
rizada por la espuma,
palpita, mientras hiende
un rayo fugitivo
su superficie y clava,
amorosa, la luz
en su líquida entraña.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************
 



035.
EL DARDO
(A Elena Glez. Luis)


El ángel del amor,
con su carcaj al hombro,
el arco tenso, presto
el brazo a lanzar
un silencioso dardo,
cruza junto a la luna
que, a solas interroga
la oscuridad; la esquiva,
roza con el alado borde
su palidez, y aún
disparándolo a ciegas,
no hiere ni una estrella;
viene a clavarse al pecho
dormido de los hombres
y es la herida un suspiro,
un temblor en sus sueños,
un doloroso espasmo
que hace libre a la luz
entre sus miedos presa,
y en un destello mágico,
enamorada expande
su luminosidad,
alcanza los rincones
más recónditos, llena
la insostenible soledad
y crea, en los espacios
siderales del alma
mil universos mágicos.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

036.
 A HORCAJADAS DEL TIEMPO
(A Eloy... cuyos apellidos desconozco)


Muchos años separan nuestras manos
de tarea común y de presencia,
pero en esta distancia de caminos
separados e inversos no se ha roto
ese frágil espejo en el que viaja
la amistad de los hombres.

Cuando en una sonrisa me desplazo
a horcajadas del tiempo y nos cruzamos
la cómplice mirada, somos “ellos”:
los soldados de un sueño, de un invierno,
junto al ciprés y al pino, vivo y muerto.

Tierra y cielo, somnolencia, humedad,
verdeoscuras las sombras y algún verso
perdido entre fusiles y el silencio
conque escucha su llanto el viejo almendro.

Ciego de cólera, el tiempo nos golpea
noche tras noche y día tras día
con sus rotundos cascos, pero a pesar
de que la piel se rinda a su locura,
su galope no puede derrotar
la inquebrantable tenacidad de un sueño.

Y por tanto seguimos siendo “ellos”,
los de ayer, los de hoy, los de mañana y siempre,
los distantes amigos, lejanos
en los cuerpos, que no en el corazón,
porque están dentro, sentados al calor
de la llama guardiana del recuerdo.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

037.
 LA PRISA
(A Emeterio Gutiérrez Albelo)


Mil besos, fugitivos de un sueño de nube entretejida
acarician los bordes ocres del malecón
con un tímido roce, rescoldo de su prisa.

Y el viento,
casi tacto en la luz, trepa hacia el seno púber
de la doncella y pugna, tembloroso y cansado,
por dejarle en los brazos su último suspiro.

Y las velas,
tersas, van dejando, desnuda y solitaria,
la paz de la bahía, para perseguir sueños
que al alba se deshacen y la memoria olvida.

Y pasan
ingrávidas las horas sin rumbo ni destino,
sin pararse siquiera para tomar aliento.
Mientras, consternada, la tarde va muriendo.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

038.
DICIEMBRE NACE ALTIVO
(A Enrique Abelló Correa)


Como al borde la flor
que ve el abismo,
se estremece y espanta;
luego ríe.
Expande sobre el viento
sonora carcajada,
deshabita colores
y es invierno
la nieve amontonada
en sus espaldas.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

039. 
 ESTA NARANJA AZUL
(A Facundo Cabral)


Aunque las aves de presa hayan logrado
picotearte con saña el pecho y darte
una muerte feroz, tan sólo muere
la carcasa que habitas: ese cuerpo
donde amaste y soñaste un simple instante,
un destello fugaz, apenas nada.

Pero ha bastado el brillo de tu estrella
erradicando las sombras a su paso,
liberando los sueños uno a uno,
dando a luz ese pulso que hará libre
algún día a los pueblos de la tierra,
si su conciencia, aturdida y febril,
al fin despierta y sienten; más allá
de sus razas, culturas, religiones:
que una sola humanidad palpita
sobre la frágil piel de esta naranja
delicada y azul.

Ten por seguro, amigo, ¡no lo dudes!
que aunque, físicamente, ya no habites
tu conocida forma, y estos ojos
humanos no te alcancen,
estarás siempre aquí, junto a nosotros:
Vivirás en la voz, en la esperanza,
en las profundidades del alma de los pobres,
en el hondo latido de sus pechos,
en las grietas de sus dolientes manos,
en su risa, en su lecho, en su tristeza,
en la sed de sus ardiente labios,
en su amor, en sus ansias,
y en el golpe rotundo de sus párpados.

¿Lo oyes?
Es el eco de tu voz marcando
-metrónomo celeste- el ritmo mágico
del corazón del indio que acompasa,
a su vez, el corazón de fuego
de esta naranja azul.

Miguel Ángel G. Yanes


 *******************

040.
VUELO INFERNAL DE LLAMA
(A Facundo Fierro)


Trozos de cielo ruedan incandescentes.
Ruedan, se arremolinan; altas se elevan
sus furiosas espumas. No hay orillas
de cristales o arena donde puedan
reposar en silencio. No hay orillas.

Es eterno ese mar que intentan, fuerzas
destructoras, secar soplando el fuego
que en el abismo ruge y sube al cielo
por sus sangrientas bocas.

A borbotones rojos su sangre reaparece
para iniciar un vuelo de destrucción y muerte,
pero el azul no cede a su furioso empuje,
y cuanto más se estira la interminable llama,
más se expande el océano de nuestro pecho;
crece, busca la infinitud, roza el gran sueño
del Innombrable.

Puede que ese fuego infernal que nos persigue
sea clave usual para el encuentro.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

041.
EL BRILLO DE LOS OJOS
(A Fátima Said)


Aunque transcurran
                                       Siglos,
                                                            Edades,
                                                                                  Eones...
y habitemos
los cuerpos más extraños
del Universo,
tan sólo con mirarnos
nos reconoceremos.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

042.
EL ABRAZO DE ANAGA
(A Federico Jiménez)


En abanico,
Como flechas dispuestas sobre la mar,
Tensos navíos de oscuro seno sienten
Que el abrazo de Anaga los ampara,
Los abriga con mimo, los protege
De todo mal marino en el refugio
Escarpado y seguro de sus brazos.

Los Roques,
Vigilantes atentos, escudriñan
La inmensidad salina que los mece,
Y en el arrullo blanco de la espuma,
Aferrados a un áncora, dormitan
Sus acerados cuerpos, cual gigantes
Exhaustos en un lecho de luminoso azul.

Diluída la luz,
Dos Hermanos, ya oscura roca, atisban,
El lento ritmo con que la noche crece.
En sus almas de piedra un sueño habita,
Pues ni la mano mágica de un dios
Pudo borrarles el luminoso anhelo
Al despeñar sus cuerpos al abismo.

Los oscuros navíos entre sus labios flotan.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

043. 
LAS MUJERES DE HIERRO
(A Felisa San Martín)
 
 

Nunca me atreví

A acercarme y tocarlas.

Eran metálicas, herían

Seguramente al tacto.

 

Como generales,

Desde sus absurdos,

Helados pedestales,

Dirigían con brío

Minúsculos ejércitos

De oficinistas serios.

 

Prepotentes y frías,

Daban órdenes

A diestra y  a siniestra

Con secos golpes

De voz y de mirada.

 

Y sin embargo un día,

Mis esquemas saltaron

Hechos pedazos… rotos:

 

Cuando una luminosidad

Amarilla y opaca

Dejó caer un rayo

De repentina garra,

Y una mujer de hierro,

Atrapó aquel poema

Que yacía malherido

Sobre la cristalina estepa

Del campo de batalla.

 

Lo leyó en un silencio

Sepulcral, y de pronto,

Ante mi asombró,

Solitaria, una lágrima

Resbaló de sus ojos

Y mojó la blanca

Sequedad de la cuartilla,

Inundando no sólo de agua y sal,

Sino también de luz,

La oscuridad del día.

 

¡No había visto jamás

A alguien que llorara

Al leer mis poemas!

 

Todo es mentira, pensé,

No son de hierro, sólo

Usan sus armaduras

Para hacerlo creer,

Para que nadie

Se atreva a hacerles daño.

 

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

 044.
VIENE
(A Félix Casanova de Ayala)


Viene
de donde nace el viento;
trae consigo
heladas esferas de polen
y múltiples suspiros
dejados en el borde del tiempo
por pretéritas bocas.

Llega
con las manos traslúcidas
y los nubosos labios
hechos de sal y frialdad celeste,
hasta la piedra herida
que habitamos
como materno seno.

Deja
su silencio en la estrella
terrible que refulge
en mitad de las frentes.

Busca
plasmar antiguos sueños
en la absurda locura de esta época,
sin saber del olvido
al que está condenada
esta raza maldita.

Siente
la soledad amarga
de los hombres y tiembla,
por primera vez,
en esa eternidad de luz
que configura.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

045.
BAJO EL ECLIPSE DE LA LUNA LLENA
(A Félix Fco. Casanova)


Agujereado
por millones de dardos
el silencio rinde
su secreto y la noche
palpita enfebrecida.

Rota la cordillera
por un beso de luna,
derrama,
por la cobriza luz,
la legión de demonios
que en su interior habita.

Y avanzan al unísono
desde la soledad
terrible de las rocas.
En prietas filas grises,
al comprimir la arena
con sus desnudos pies,
sobre el Llano de Ucanca
se les oye marchar.

Guayota los convoca
de nuevo a la batalla.
Clavados materialmente al suelo,
ocultos tras un muro
vegetal de retamas
los miramos pasar.

Ardía la luz terrible de sus ojos
y la sangre se helaba en nuestras venas.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

046.
TRIÁNGULO ISÓSCELES
(A Fermín Higuera)


Sobre un vértice inmóvil
-faro de la distancia-
gira nuestra amistad,
desde la estrella al mar
donde la luna evoca
el sendero del sol.

Fulge la blanca estela,
tiñe de plata y sal
la última travesía
de un antiguo bajel
que, sin viento, navega
con las velas henchidas
sólo por las nocturnas
palabras que dejamos
convertidas en verso.

Tres puntos de luz
-triángulo isósceles-
sobre la noche encierran
el espacio vital
que compartimos.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

 047.
TERCIOPELO Y TROMPETA
(A Francisco Camacho Remedios)


Una lágrima iluminada pende
de las ágiles patas del arácnido,
que colgado del techo por un hilo
de cristal transparente, nos ofrece,
de la vida, su perspectiva extraña
en esa soledad de buhardilla
que fugazmente teje.

Un negro mar de terciopelo tiende
a derramarse urgente hacia la orilla,
hacia el dorado malecón deshecho
por el continuo embate de las olas,
en esa absurda verticalidad
de horizonte marino donde flota
incomprensiblemente
una trompeta de latón antigua.

¿Qué criatura extraña soplará
su embocadura; acaso
un híbrido tritón de telarañas?

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

048.
SOBREVOLANDO UN MAR INTERMINABLE
(A Juan Fco. Medina Brito)


Trae, el viento, palomas en las manos,
Cansadas palomas que intentaron,
Desoyendo las leyes y la lógica,
Alcanzar la ilusión del horizonte:
Ese rayón añil de la distancia
Donde el cielo y la mar quizá se besen.

Pero en las extensas soledades acuáticas
No existen ramas, ni cables, ni farolas,
Ni ventanas, ni alfeizares, ni aleros,
En los que puedan tomar algún reposo;
Sólo la piel del agua en movimiento,
O la quietud rotunda de su calma.

Y se ha de ser gaviota, “estapagao”,
Pelícano, alcatraz, charrán, albatros...
Cualquier variedad de ave marina
De impermeable plumaje que permita
Amerizar sin riesgo en las salobres
Soledades azules; opción ésta
Que le ha sido vedada a las palomas.

No obstante, persiguiendo ese sueño,
Continuaron volando hacia el ocaso.
Pero el peso de la sal crujía
Sobre sus leves plumas, y un cansancio,
Terroríficamente insoportable,
Tomó forma en sus alas como un plomo
De fulgentes cristales, intentando,
Arrastrarlas al fondo de las aguas.

Así que él: ángel, demonio, viento...
Conmovido por su tenacidad,
Con un mimo infinito, las recoge
Y en sus palmas aéreas las transporta
Más allá del embate de las olas
Y las rocas furtivas de la orilla,
A los granos de arroz de la esperanza,
Que, en el pretil sin fin de la avenida,
Lento y borroso, un fiel anciano esparce.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

049.
AQUEL PROCESO ILÓGICO
(A Francisco Navarro Ortega)

En un barreño de latón flotaban
múltiples islas minúsculas de hielo.
Sumergidos tesoros de colores
desde el fondo llamaban nuestra atención;
refrescos que quedaron en la memoria intactos:
Pepsi-Cola, Tim, Orange Crush.

Hundíamos las manos en un mar
redondo, claro, helado, y el tacto del cristal,
limpio, mojado, luminoso, hería
con emoción la piel y nos dejaba
de par en par los ojos y la boca.

Más tarde, la pericia de algún adulto
abría las estriadas chapas
y un río de burbujas recomponía
un cauce para apagar la sed
de aquel verano de todos los demonios,
y la fiesta seguía, persiguiendo
el frescor de la noche con el ritmo
cadencioso y dulzón de los boleros.

Todo gracias al hielo que, por cierto,
recuerdo que venía en grandes barras
que en casa se picaban con un punzón
o a golpes de martillo, según el uso
que se le fuera a dar; y hasta con un serrucho
lo vi cortar a veces, dejándolo dormir
después en la farulla, serrín o maravalla.

Un día me acerqué para escrutar la magia
de aquel proceso ilógico
qué era para mí la creación del hielo.
No podía entender que hacían con el agua
para volverla sólida y tan fría
bajo el tórrido fuego del verano.

La fábrica se hallaba donde se encuentra hoy
la oficina de una entidad bancaria.
Cómo cambian los tiempos. Y sin embargo
quién me iba a decir que aquella cola
de harapientos muchachos sin camisa,
con su saco de arpillera al hombro,
pugnando por llevar heladas barras
a cambio de unas pocas monedas
conque darle esquinazo raudo al hambre,
habría de transmutarse, a la postre,
en una cola de ancianos jubilados.
Ellos mismos, tal vez, en otra historia
quizá no demasiado diferente.

Desaparecida la gran nave industrial,
las inmensas cubetas de cemento,
el sonoro trajín, las heladeras;
sigo aún sin saber a ciencia cierta
-y tengo bastantes años a la espalda-
cuál era la técnica empleada
para que el hielo fuera
artificialmente producido
evaporando agua. ¡No sé cómo!
en una suerte de máquina neumática.

Miguel Ángel G. Yanes


 *******************

050.
TORMENTA NOCTURNA
(A Francisco Viñas)


Agita la tormenta
con frenesí la isla.

De las oscuras nubes,
transparente y helada
su cólera desciende:
una furia de agujas
endiabladas que clavan
su soledad en los seres
que en la tormenta habitan.

El viento, ronco, aúlla
por valles y cañadas.

A cortos intervalos
hiende la noche el tajo
profundo del relámpago:
la corta en dos mitades
su mortecino haz.
El trueno viene luego
a desgarrar la herida,
y un sagrado temor
la soledad invade.

Colérico también,
colérico y oscuro,
puesto en pie casi,
el mar, sobre la costa
se alza amenazante.

A todo esto, hincado
de rodillas, un hombre,
elevando sus manos
al cielo intenta un grito
que detenga la ira
que el mundo sobrecoge:
el éxtasis terrible
de la Naturaleza.

Pero muere en sus labios
el gesto cuando un arco
incoloro se tiende,
de horizonte a horizonte,
al asomar la luna
por un claro minúsculo.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

051.
ANOCHECER
(A Herminia de Lamo Bas)


Ensombreció la tarde
la pincelada mágica
de un primigenio artista,
y oscureció su lienzo
un tímido letargo
donde viejas estrellas
-guardianas sempiternas-
arropan con cariño
el íntimo secreto
de todos los colores.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

052. 
YA DESPIERTAN LAS PLÉYADES DORMIDAS
(A Hermógenes Afonso "Hupalupa")
 


No ha de callar la voz

ni tras el trueno:

la rotunda garganta

de mi pueblo.

El cántico sublime

que libere

la opresión somnolienta

de los siglos

rodará por los valles,

ya mañana,

y escalará las cumbres

grito a grito.

Despertará de nuevo

la tierra sometida

y su alma de fuego,

incandescente,

su justa cólera

reverterá en las manos.


Ya despiertan, ya gritan

las Pléyades dormidas:

un millón de gargantas,

siete gritos,

un canto libre,

todo un pueblo,

una mítica raza

que no ha muerto.

 

Miguel Ángel G. Yanes


********************

053.
LA HIEDRA
(A Ignacio Minelli)


Si cortarais la hiedra que asciende por mi casa
e intentarais tocar, por si fueran cristal,
paredes transparentes,
las manos se hundirían
sin remedio en la vacua ilusión que hoy envuelven
miles de corazones como sostén de un sueño.

No retiréis la hiedra.
Permitidme el amparo de sus hojas, la urdimbre
de sus reptantes tallos,
configurando estancias con vegetales quiebros.

Si arráncarais la verde somnolencia que envuelve
mi retiro, veríais,
deshaciéndose en versos
por la fuerza del viento, mi quebrada figura.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

054.
GOLPE DE LUZ
(A Inmaculada Hdez. Ortega)


Un golpe de luz en el costado hiere
blandamente la carne, y de la sombra
rota en su brillo escapa
un lamento fugaz de alas efímeras
que en el umbral difuso
de nuestras almas cede,
pluma tras pluma de cristal a la aurora,
al ingrávido tacto
de silencios que envuelve,
entre rosa y naranja, la infinita
realidad de los sueños.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

055.
REGALO DE OTRO INVIERNO
(A Inmaculada Trujillo Corrales)


Sin advertirlo apenas,
como resbala el agua
sobre el cristal desnudo,
sin un roce siquiera,
inaudible y secreto,
ha llegado el invierno
que completa otro ciclo
de tu vida y entrega
a tus manos de madre
y de esposa una estrella:
veintisiete capullos
de las rosas más bellas
que del jardín celeste
con un beso descuelga.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

056.
 ROZANDO EL PRIMER AÑO DE OTRA VIDA
(A Ione Morera)


Doblando mil esquinas invertidas,
al eterno silencio acomodadas,
regresas de la sombra a la llamada
de unos labios besándose en la herida.

Detrás de las estrellas encendidas
por la mano futura de la Nada,
aguardabas la frase enamorada
que te abriera las puertas de la vida.

Roza apenas el año tus mejillas
y el oscuro cristal que son tus ojos
tiene aún el misterio en las orillas.

Otro hombre se forja en le planeta
a la luz del amor que ardiente brilla
contra el pecho materno que lo aprieta.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

057.
EL ROSTRO
(A Irene Arteaga Aguilera)


Nadie supo averiguar jamás
De quién era aquel extraño rostro que,
Domicilio tras domicilio, me seguía,

Habitando conmigo en las paredes:
En sus rotundos desconchones,
En las húmedas manchas de los techos
Y en las nítidas figuras del granito.

Fuiste tú quien, de repente, azotada
Por un destello de luz húmeda y fría,
Tuvo plena conciencia de que el ser
Asomado al mosaico era yo mismo:

El maldito demonio que me habita;
El que, a diario, me sojuzga y obliga
A luchar en el mundo de los sueños;
El que no me permite descansar.

El que me acorrala y empuja hacia las simas
Más profundas del alma, dónde me ata,
Y me condena escribir… eternamente.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

058.
ACRÓSTICO
(A Isaac de Vega)


Cristales rotos sueñan
Recomponer las formas
Idílicas de antaño
Sobre las superficies
Tímidas de los vientres,
Antes de que la escarcha
Los envuelva en sus blancos
Espondiles,
Serenamente opacos.

Rotos cristales tiemblan
Orlados de silencios
Transparentes.
Oscilan bajo el hielo
Sus miedos y deseos.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

059.
ATARDECER PRIMERO DEL ESTÍO
(A Isabel Glez. Glez.)



Mirar el sol ponerse
tras las altas montañas
del destino,
mirarlo fijamente
cuando se queda blanco
hasta sentir vibrar
sus rayos en los ojos,
hasta quedarnos ciegos
para ver otra cosa
que no sea la luz,
su brillo incandescente,
la fúlgida mirada
del dios que nos vigila.

Mirar el sol en junio,
cuando las tardes suaves
navegan en secreto
hacia un puerto que queda
lejano a nuestras vidas,
es creer todavía
que existirá un mañana
detrás de las estrellas.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

060.
DESPERTAR
(A Isabel Medina)


Despertarán las flores
cuando tu luz
resbale en el rocío
y el destello purpúreo
de tu existencia nueva
se filtre tras los ojos
rompiendo quietas brumas.

Cantará nuevamente
la siringe enjaulada
destrozando su cárcel
un canto libre.

Nacerá la esperanza
en pechos prisioneros,
ilusión esbozando mil quimeras
para desperezar
ideas somnolientas.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

061.
BLANCO OLEAJE DE BOUGANVILLAS
(A Isabel Rdguez. Cabezas)


Blancas olas de buganvillas mecen
sobre desnudos muros su deliquio
de amorosas espinas,
y su espuma de flores acaricia
un silencio profundo que las grietas
dejan fluir de sus dormidas almas.

Una Danaus embelesada flota
sobre el mar ondulante que le ofrece
su amoroso secreto,
y en el blanco temblor desaparece,
diluidas sus formas en un beso
de enredadera, piedra y mariposa.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

062.
LA VOZ DE LOS POETAS
(A Javier de La Rosa)


La voz de los poetas, presupongo,
tiene común origen con el viento,
con la noche secreta y con el sueño
donde mora la exégesis
de toda fantasía.

La voz de los poetas es aquélla
-palabra en el silencio contenida
desde el primer latido de la estrella-
que rasga la garganta
y se hace grito.

Reconozco mi voz; mi duda... es la palabra.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

063.
AMISTAD SIN MÁS CREDO
(A Joan Puig Bolta)


Amistad enredada en hilos del recuerdo,
amistad de soldados sin uniforme alguno,
amistad de “nosotros”, los hombres, simplemente,
más allá de cualquier visión de una frontera,
más allá de la piel de tonos diferentes,
más allá de ese odio -falacia fratricida-
que los mismos de siempre derraman sobre el mundo.

Por encima de todo, amistad del silencio,
de la risa, del verso, de la escala cromática;
garganta de los cisnes soñados en secreto
cuando el lago era apenas un charco putrefacto
y dos tímidos patos intentaban,
esquivando las piedras de ociosos ángeles,
mantenerse con vida a toda costa.

Aquélla era la huida diaria hasta el remanso
-minúsculo reducto de nuestras realidades-
donde trozos de ayer, en mágico conjuro,
lograban el milagro
de agruparse y formarnos los órganos vitales:
los que quedaron lejos,
al borde de unos labios heridos por el beso.

Y allí nos sorprendía de nuevo la rutina,
estúpida y verdosa.
¿Y en qué nos convertía la sensación de ser
prisioneros y dueños de sus labores necias?
En dos viejos absurdos de jóvenes facciones,
contemplando impotentes
la muerte inexorable de los mejores años.

Tú, enredado en los cables nostálgicos del tiempo;
yo, oculto entre papeles resecos y amarillos.

Luego todo sería salirnos de un mal sueño,
cuando en aquella larga
carretera de altivos cipreses vigilantes
(“El Himno a la Alegría” que alguien la titulara)
miramos nuestras manos y optamos por callar,
apretando los pasos hacia la libertad.

Estación ferroviaria, vapor, pitidos, sueños;
carreteras del Norte de húmeda lejanía,
carreteras del Sur más resecas que nunca,
aeropuertos modernos transidos por el frío,
y en todos, aquel hombre que mira hacia el olvido.

Una sonrisa triste nos fue diciendo adiós
y una lágrima esquiva rodó sin darse cuenta
para envolver el viejo dolor de las ausencias.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

064.
UN REGUERO DE LUZ
(A John Oregon)


Desde la línea añil de nuestro mar,
cuyo beso de espuma estalla y queda
prendido en las aristas lávicas de las Islas,
al murmullo distante de tus pasos
sobre la piel de América, se extiende
un reguero de luz que recompone
los antiguos senderos perseguidos.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

065.
ESTE FRÁGIL PRESENTE
(A Jordi Barral Mañé)


Una gruta de luz
se abre en la carne blanda de las nubes,
una oquedad prístina
creando un horizonte de mar
y eternidad celeste
donde la estrella, estremecida, nace
bajo el fulgor rojizo
de la sangre primera.

Nieve rosada cubre
los desnudos cayados.
La curva de la playa,
rosa y helada, toca
los salitrosos labios
para calmar su sed.

Grita -voz de sirena-
la fábrica y escupe
oscuros chorros de humo a las alturas
por metálicas bocas.
Hierros torcidos, restos,
entre herrumbre y hollín,
de fabriles infancias ya lejanas,
contemplan extasiados
al monstruo sagrado que desgarra,
con afilados dientes,
la piel recién nacida
de este presente frágil.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

066. 
UNA MANCHA EN EL SOL
(A José Antonio Armas Herrera)


La mácula se advierte
sólo cuando declina
la luz y reaparece,
entre rojo y naranja,
su esférico contorno,
hasta ese instante inmerso
en el brillo insistente
de la divinidad.

En principio parece
un ave solitaria
que viniera del sol,
cuando sobre nosotros
la tarde vierte,
con lenta parsimonia,
su luminosidad.
Y sin embargo el pájaro
permanece adherido
a la inflamada piel
hasta que siente el tacto
renovador del mar.

Y entonces… la mancha,
triangular, desprendida
de la esfera celeste,
convertida en velero,
queda en el horizonte
navegando al socaire
de manos temblorosas
hechas de nube y sal.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

067. 
CAUTIVOS
(A José Antonio Escudero)



Ver los árboles presos en jaulas circulares.
Oír el desgarrado canto del ruiseñor,
trino sin alegría, cautivo entre barrotes
y arabescos dorados de excelsa filigrana.
Sentir la luz del sol abrir la herida seca
de nuestra frente y dar un largo grito
que estremezca las sombras de la celda.

Oscuras "libertades" nos apagan,
nos roen la esperanza, nos alienan.
Somos presos absurdos sin saberlo,
y alimentando vanidades estúpidas
y otras insensateces, deambulamos
en una blanda y tibia negligencia,
de pared a pared, arrastrando los pies,
removiendo y aspirando con fruición
esa nube de polvo que seremos.

Cautivos. Nos puede esa esclavitud
de poner horizontes táctiles al alma
y creernos "felices" por tocarlos
con un mínimo esfuerzo. Esclavos
de esta comodidad que no nos turba
en absoluto, ni tan siquiera al ver
por líquidas ventanas o catódicos tubos,
derramarse a raudales la tristeza y el hambre.

Nos cruje a veces la voluntad y alzamos,
sin suficiente convicción un puño
donde una estrella de soledad palpita.
Pero el umbral, difuso, se desvanece;
cede ante la inconsistencia del deseo.
Huye el guardián y cierra tras de sí.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

 068.
INTENTANDO AGITAR CON LEVE TACTO
(A José Antonio Labordeta)


Desde que alzaste el vuelo y te alejaste
de esta prisión azul -cárcel esférica-
de esta terrible y luminosa ergástula,
cuyas rejas tan sólo abatir puede,
con fugaz, certero movimiento
de su afilada hoja de guadaña,
la poderosa mano de la parca,
ha transcurrido un año... un año ya 
de esa rauda, absurda, cruel falacia 
que los seres humanos, empeñados
en medirlo todo con desesperación,
dimos en llamar tiempo: ese periplo
en torno a un dios, ardiente y solitario, 
del que formas ya parte para siempre.
porque vienes a ser un rayo más, 
un haz de luz divina de esa corte
mágica e infinita que despierta
con la serenidad de la alborada,
intentando agitar con leve tacto
la adormecida conciencia de los hombres.

Miguel Ángel G. Yanes

*******************
 069.
 UN GERMEN DE ESPERANZA
(A José Fco. Bethencourt)


El sendero se oculta entre los sauces 
apenas nuestros ojos
piedrecillas atisban
a la orilla del río;
huye de nuestros pies,
de nuestra piel mojada por la angustia.

Zigzagueante pierde
un pedazo de sueño, y la ribera
vuelve a ser esa línea
indeformable y dura,
sin acceso posible, y nos arrastra,
tumultuosa, helada, la corriente,
hacia el denso fragor de la cascada.

Pero aún cuando el cuerpo
se precipite y caiga;
en el último instante
puede haber una mano
celeste que descienda
si un germen de esperanza
en nuestro pecho alienta.

Miguel Ángel G. Yanes 


*******************

070.
EN LA MAGIA DEL ARPA
(A José Luis León)


Casi liquida baja,
Filtrada por sombrillas
Verdes de flamboyanes,
La matutina luz
Que se detiene y queda,
Temblando de emoción,
Enredada en arpegios
Cristalinos que flotan
En la magia del arpa.

Miguel Ángel G. Yanes


***************** 

071.
LOS OBREROS DE LA PAZ 
(A José Luis Pérez Glez.)


La Obra está incompleta,
por eso, hoy, los obreros 
regresan a la Tierra. 
Tan sólo en la mirada 
podrás reconocerlos.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

072.
DONDE MORA EL AMIGO
(A José Mª Trujillo Corrales)


A tu puerta me acerco, a tus sentidos.

Al amparo ambarino de tu techo
la amistad se cobija y se entretiene
serpenteando en la luz que refulgente
desde todo rincón amor dimana. 

A tu paz he venido, a tu sosiego,
a la vieja canción de nuestra espera,
al plácido susurro y a la queja,
que también es un beso a lo distante.

Donde mora el amigo más lejano
el presente es eterno en cada piedra.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

073.
 TORRENTES
(A José Manuel Díaz Álvarez)


Alegremente fluyen
las aguas presurosas.
Abandonan el vientre
seguro de la piedra
y precipitan, locas,
su libertad hacia valles
somnolientos aún
en la niebla diurna;
tierno abrazo de mar
que sin saberlo advierte
a los nuevos torrentes
su destino: la sal,
el retorno al origen
al que todo regresa
sin poderlo evitar.

Miguel Ángel G. Yanes


 *******************

074.
ASOMARSE...
(A José Manuel Gª Torres)


...al pozo circular de los deseos
donde reposa el agua
y el silencio
hace fintas insólitas
entre la sombra herida
por el rayo de luz de nuestros ojos;
al pozo circular, como la vida,
que se marcha y regresa en este punto
donde el agua refleja viejos sueños
que a su brocal asoman y no asoman;
al pozo circular que dilucida,
en su oscuro cristal húmedo y frío,
si llorar por la flor que se marchita
en su pecho desnudo
o rebelarse
y romper su quietud
con la sonrisa
de haber dado un jardín a la esperanza.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

075
LIBÉLULA NOCTURNA
(A José Manuel Martín)


No te voy a hacer daño
libélula nocturna.
Procura no asustarte
si aprieto con mis dedos
tus alas transparentes;
la luz de la cocina
no es buena para ustedes,
y el agua del antiguo
tazón de porcelana
tampoco es bebestible.

Lástima:
ahora me doy cuenta
de lo poco habitable
que se ha vuelto mi casa
para seres nocturnos
de alas transparentes.

Llego a la puerta y soplo
su forma delicada;
corro el cristal después,
pero ella vuelve y choca,
infinitud de veces,
contra el muro invisible.
Persevera en su empeño
de posarse y arder
en el blanco destello
del tubo fluorescente.

Miguel Ángel G. Yanes


******************** 

076.
UN HALO IRIDISCENTE
(A José Manuel Pérez Morales)


Adorna el sol
un anillo multicolor
que entre las nubes flota:
mágico iris destellante
sobre el hueco estelar de la pupila.

Órgano sagrado
de un dios que desvanece
su cuerpo por el cosmos
y escruta, con primordial mirada,
su inacabada creación.

El halo iridiscente
hace que el hombre caiga,
de repente, en la cuenta
de que un ojo impensable,
desde la oscura eternidad lo observa.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

077
ÍGNEO CORPÚSCULO
(A José Manuel Vargas)


Una cascada de nubes sobre Anaga
oculta los antiguos senderos
a los ávidos pies del buscador que intenta
atrapar ese rayo luminoso,
ese beso singular de los cielos
a la atractiva cumbre.

Pero la montaña se hunde a cada paso
en un sueño nostálgico y le arrastra
consigo a remotos orígenes,
a su profundo pecho, donde brilla
un corpúsculo ígneo que le indica
que el camino a la Luz nace en la oscura
soledad de sí mismo, en el centro
del frágil corazón que lo sustenta.


Miguel Ángel G. Yanes


  
******************** 

078
JUGUETES
(A Juan Antonio Marchal Cabrera)


Descender las laderas
pendientes del barranco
para buscar juguetes
antiguos era toda
una experiencia mágica.

El barranco era entonces
la infantil percepción
del paraíso:
vegetal, limpio, puro,
aromático; llena
su extrema soledad
del monótono canto
del cigarrón, que alzaba
a nuestro alrededor
rotunda algarabía
que, ni aún así lograba,
despertar de su siesta
a los lagartos.

Nunca supimos quién,
quiénes, ni por qué,
derramando los sueños
de algún niño,
dejaron aquella
magnificencia lúdica
al alcance fugaz
de nuestras manos.

Juguetes de metal:
caleidoscopios, coches,
animales, soldados…
y una multitud
de doradas anillas
que, cuando nos tocaba
recogerlas, hería
nuestro afán infantil
haciéndonos gritar
de pura rabia.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

079
ESTA ROSA QUE LLEVO
(A Juan Antonio Peraza)


Blanca,
nívea como el fulgor
que tira de los sueños
al final de este túnel.

Blanca,
pura como el Amor
que estalla y cubre
la soledad
de cuerpos celestiales.

Blanca.
Esta rosa que llevo no la quiero
moribunda en las manos ni en el pecho.

Tengo en la piel un verso,
un pétalo, una espina,
una gota de luz que no resbala

porque el viento le ofrece su cintura.

Flota oscilante y leve,
efímera y eterna en un suspiro.

No puedo retenerla y sin embargo
me resisto a dejarla sobre el viento,
solitaria y lejana a tantos labios
de los seres humanos que más quiero.

Miguel Ángel G. Yanes


******************

080.
APRENDIENDO A FUMAR
(A Juan Carlos Franco)
 

El primer cigarro que me fumé
a los trece o catorce, no lo recuerdo bien,
era un tabaco puro. Dos caladas si acaso,
porque de pronto el mundo comenzó a darme vueltas,
¿O el mundo se paró y fue mi cabeza 
que se lanzó a dar vueltas? ¡Qué mareo!
¡Qué arcadas! ¡Qué absurda vomitera!
Aunque no ponga empeño, lo recuerdo muy bien.

Hacerme con el puro fue una tarea fácil.
Ser nieto de purera me daba una ventaja
que en la pandilla nadie podía superar;
así que, con sigilo, lo hurté de un mazo y fuimos,
en procesión profana, excitados, nerviosos
al barranco cercano a aprender a fumar.

Toses y carrasperas, lagrimeo incesante,
alguna risa, un pedo, fue todo lo que el humo
acre, denso  y amargo del tabaco dejó
en nuestros paladares y en nuestro corazón.
Pero no comprendimos que se impregnó también
en la ropa, en el pelo y hasta en la propia piel.

¡Qué palizas, Dios mío! por querer ser
antes de tiempo adultos. Y ahora me pregunto:
¿Y total para qué? Para contar después
esta historia al revés. Dejando de fumar
y queriendo ser jóvenes, cuando la vida aprieta
sus tuercas y hace ver que todo ha sido un sueño,
un insensato sueño: ser embrión, feto, niño,
adolescente, adulto, anciano, muerto…
y ha sido un solo instante para la eternidad,
un capricho, una broma de quien nos sueña y teme.
¡Nada más!

Miguel Ángel G. Yanes


********************

081
DE CUANDO ALGUIEN 
DESGARRÓ UN CONTRAPUNTO
 (A Juan César Mtnez.)


¡Hermano!
acércame la música,
que en sombras ha quedado mi casa y no iluminan
las lámparas, cargadas de gases, los rincones
donde antaño lucían
las notas que, surcando los siglos se acercaban,
henchidas por el brillo de antiguos corazones,
como secreto aliento de la vida.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

082
UN SUEÑO DE GAVIOTA
(A Juan Glez. Albertos)


A tu paso cansino se incorpora
ese viento del sur cargado de gaviotas,
vagabundo inasible de puertos y tabernas,
de calles vericuetas, de mundos somnolientos,
qué atento a los resquicios sopla con blanda fuerza
el polvo sempiterno que recubre los años
y agita telarañas que en la memoria penden.

Hoy entró tras de ti como un fantasma,
y se sentó a tu lado,
y se mezcló en tu vino,
y te cerró los ojos,
y se llevo tu alma su brisa marinera.

Ya no eres Juan, ni papá, ni abuelo,
eres sólo ese sueño de libertad,
un soplo, un fugaz aleteo de gaviota
agitando la luz en las cenizas
conque la tarde intenta engalanar
la larga cabellera del invierno.

Ahora eres esencia, formas parte del éter,
te diluyes en él y así regresas
a ese vacuo silencio del origen.
Y todo queda atrás:
placer, dolor, familia, amigos, deudas,
alegrías, tristezas, emociones, tacto...
pero ya nada importa, eres sueño,
eres soplo que llega más allá
de cualquier ilusión del horizonte.

Miguel Ángel G. Yanes


********************
 
083. 
 LAS COSTILLAS DE LA LUZ
 (A Juan Hernández Hernández)
 

Un extraño efecto luminoso,

Un reflejo de cristales y rejas 

Dibujó en el aire, nítidas,

Las heladas costillas de la luz.

 

  Apenas un destello fugaz, imagen

Que una sombra de solitaria nube

 Desvaneció en el acto

  Atemporal y mágico de observarlas. 
 
 
 Miguel Ángel G. Yanes
 
 ********************
 
084
ESCRITOS EN LA NIEBLA
(A Juan José Delgado)


 Escribir con los labios
poemas en la niebla
deja un impreciso
sabor que no consigo
descifrar; un regusto
que no es de sal, ni almíbar,
ni es el aroma intenso
de los brezos.

Una indefinible
sensación que transmite
a la piel de los labios
la nocturna humedad
de los espejos.

Tiemblo al pensar que acaso
sea la propia niebla
quien me escribe y siento
el beso frío
de una boca invisible
en la mejilla.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

085
EN MEDIO DEL DESIERTO
(A Juan Manuel Gª Ramos)


Pobladas de xerófilas
las latitudes diáfanas
de la arena levantan
una alambrada verde
que se adhiere con rabia
a las hirientes púas
de verdadero alambre
donde palpita el alma,
recubierta de plumas,
de un pájaro distante.

Miguel Ángel G. Yanes



*******************
086.
A TRAVÉS DE TI
(A Juan Rdguez. Álvarez)



 Tienen tus versos
el secreto dolor de la madera,
blanda carne que se rinde al encuentro
metálico de gubias,
serruchos y formones,
verdugos amorosos que dan forman
nuevamente a la obra de Sus Manos.

Tienen tus versos sed,
hambre de luz y espacios siderales,
alma de bosque, miel,
y un agradable aroma
de viruta y serrín  
empapado de pronto por la sangre
que resbala en el sueño de tus manos.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

087
SACERDOTES DE LA IMAGINACIÓN
(A Kory Glez. Luis)



El sacerdote
abre el sagrado templo.
Brilla la oscuridad
despidiendo a las sombras
que vendían su negritud
a las formas dormidas
de la muerte.

Trae la vida.

La sacerdotisa,
en el vértice opuesto
de la Tierra,
descorre el velo,
la magia del misterio
y se enredan,
dorados, sus cabellos
en el iris divino
de la puerta.

Trae la vida.

Los sacerdotes,
cogidos de la mano,
penetran en el templo
y se disuelven.

Son la vida.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

088
NANA
(A Laura, mi hija)


Si mi niña se duerme yo le regalo
una luna rosada hecha de trapo
que guardo para ella desde hace años. 

Y colgaré del cielo blanco del cuarto  
una corte de estrellas y una gaviota  
con las alas abiertas, sobrevolando  
la cuna en un silencio dulce y sin llanto.

Y cuando el beso duerma sobre su frente  
le soplará en los ojos polvo de estrellas  
un ángel trasnparente para que sueñe.

Miguel Ángel G. Yanes

 
******************

089
ISLA BLANCA
(A Leonor Ravelo)


Cuando el celeste mar
desciende a dar un beso
a su hermano salino
nace Isla Blanca: quieta
transparente casi
en el roce del labio.

Leve y fugaz alienta,
sutil su orografía,
bajo el párpado inmenso
de la tarde que riza
con sus largas pestañas
el temblor de la orilla.

Miguel Ángel G. Yanes


********************

090.
PIRÁMIDES DE LUZ
(A Leopoldo Cabrera Gil "Paco")
 
 
Dirigidas al cielo sus bocas circulares,
en la soledad extensa de los llanos,
piedras enhiestas gritan.

Un haz de sol golpea el borde de sus labios,
dividiéndose en una multitud
de estrechísimos rayos divergentes
que a la vista modelan tenues formas,
en cuyo seno ocultan sus misterios
poderosos arcanos.

Pirámides de luz, leves presencias
que en su fugaz destello representan
las montañas sagradas a que aspiran
los invisibles seres que nuestros cuerpos pueblan.

 Miguel Ángel G. Yanes
 

********************

091
EL ELEGIDO
(A Leopoldo Mª Panero)
 

El único que pudo salirse del infierno
monótono fue el loco, riendo sin cesar
detrás de la cancela. Ríe de la cordura
que gira en torno a un punto falaz y no transige
con el sueño sublime, con el sueño de un loco
que ha incendiado la noche, que ha rasgado las sombras
 y ha encontrado, tal vez, el profundo secreto,
la Verdad que los dioses escondieron un día
en un sitio perfecto: en el alma de un loco.
 
Celeste centinela; sus ojos lo delatan.

Miguel Ángel G. Yanes

********************
092.
LUMINOSO DESTELLO
(A Loli Afonso)



Dulce palpitas aún en la distancia
Que hoy evoca esta luz tibia de olvidos
Con que el recuerdo envuelve a los amigos.

A pesar de los años transcurridos,
De ese frío de ausencias que devora,
A dentelladas, el alma de las cosas,
A pesar de que ya nuestros pies
No transiten los antiguos senderos,
En un cruce del tiempo hoy tropezamos.

Y el mágico destello de tus ojos,
Al desgarrar la humedad de la bruma,
Con su luz zodiacal me ha iluminado.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************
093.
EL ÁNGEL DE LA PAZ
(A Loli Armas Donate)




Desde el centro del Cosmos
brota el aliento
de la boca divina;
rayo de luz que hiende
las tinieblas y alcanza
esta esfera de giros
elípticos y azules.

En el vértice pétreo
-punto de confluencia
de los mundos internos-
incide y queda,
en frágil equilibrio,
un ángel transparente:
luminiscente ser,
destello de la Aurora.

Celestial mensajero
de verdades eternas,
con las alas abiertas
nos contempla, y espera
qué, girando los rostros,
escuchemos la nueva
del Señor de los Cielos.

Que la paz que en los hombres
Él sembró con esmero
florezca y fructifique,
porque éste es el tiempo
señalado y preciso
para que el hombre nuevo
rasgue la antigua piel
y de las piedras viejas
que su Cuerpo ocultaban
brote su mano abierta,
límpida y cristalina,
para tocar las alas
de su hermano celeste.

Alcemos la mirada,
giremos la cabeza,
que a nuestra espalda queda
la voz que nos reclama.

Miguel Ángel G. Yanes


******************* 

094.
ALMA ISLEÑA
(A Los Majuelos)


Ágiles dedos pulsan,
amorosos,
las delicadas cuerdas
de las guitarras.
Vibran estremecidos
sus femeninos cuerpos,
mientras la voz
profunda de las chácaras,
acuna en un rincón
a un guitarrillo
recién amanecido.

Cruza la luz,
despacio, 
como temiendo un ruido
de su intangible forma
sobre el vuelo
circular de las faldas,
 y un ancestral lamento, 
desde el alma candente
de nuestras Islas brota,
por rotundas gargantas
al encuentro
de la mar y los campos
de nuestros propios pechos. 

Miguel Ángel G. Yanes


******************* 


095.

UN SIMPLE GESTO...
(A los Servidores de la Luz)


No tengo más remedio
que romper esta lanza
de aguzados silencios
que me atraviesa, y pugno
por desclavar mi voz
en la sangre de un grito
desgarrador que inunde
la sal de nuestra piel,
humedeciendo un páramo
de tristeza y espanto.

Tal vez un simple gesto
de desesperación;
pero preciso darlo
en memoria de aquellos
que habitaron el alma
fúlgida de la Estrella,
y trajeron un sueño
fraternal, empujados
por un hálito intenso,
en el beso candente
del Gran Viento Solar.
A pesar de que el golpe
certero de las Sombras
haya roto en pedazos
su vestimenta frágil,
desnudos de color
y materiales formas,
tornan luminiscentes
a nuestro lado, vibran,
más allá del hábil
engaño de los ojos,
por la Paz y el Amor
que, terribles fronteras
de intransigencia, borran.

Pero está mi certeza:

Cuanto más densa sea
la Oscuridad, más pura
brillará victoriosa
la Luz. Sólo nos resta
orar y laborar,
seguir alerta,
compartir y ayudar
para que el Hombre
armonice algún día
con los mágicos ritmos
de este ser azul
que amoroso en su seno
de madre lo sustenta.

Miguel Ángel G. Yanes


******************* 


096.
UNA TARDE EN GUAMASA
(A Luchi) 

 
Guamasa siempre fue
Un remanso de paz
Para el espíritu:

Se sentía
En su sabor de pueblo,
En su pausa,
En sus muros de piedra,
En su verde temblor
De enredaderas,
En sus recias
Y espinosas acacias.

Transportaba
Nuestros jóvenes ojos
A otro tiempo
Sin referencia exacta
De sí mismo.

Llenándonos el alma,
Bajo el aroma
Embriagador del mosto,
Con la lucha
Bíblica del sarmiento
Y con la destreza
Mágica de los pámpanos.

Y mientras el viento
De la tarde,
Buscándose a sí mismo
Rebullía
En los rubios cristales
De tus rizos,

Sobre aquel oleaje
De viñas
Estallaba la luz
En diminutas,
Minúsculas,
Doradas explosiones,

Creando mil castillos
De fuegos de artificio.

Miguel Ángel G. Yanes 


***************** 

097.
UN HORNO ALQUÍMICO
(A Luis Morera)

“…Donde se desprende el alma  
para andar por las estrellas”


Sólo quién ha podido
Desprenderse y volar,
Puede dar fe
De esa experiencia mágica.

Sólo quién tuvo
Suerte de abandonar
El cuerpo y descender,
Rápido y fugaz,
Las empinadas
Rampas del Reventón,
A escaso medio metro
A ras del suelo,
A las profundidades
De Las Angustias sabe
Cual es la exacta
Medida de tu canto.

Sólo quién ascendió
Por la ladera opuesta,
A una velocidad
inaudita, impelido
Por una fuerza cósmica,

Aún mantiene
La conciencia y el vértigo
De haber sido
Lanzado al infinito
Desde el pétreo
Pináculo de Idafe.

Sólo quién se atrevió,
Desnudo ya
De materiales formas,
Sin preconcebidas
Ideas sobre dioses,
Absurdas religiones,
Humanidades,
Linajes, razas, castas…
Fue capaz de partir.

Sólo quién se sintió
Un corpúsculo pudo
Iniciar ese viaje
Hacia el lejano espacio,
Ese ansiado retorno
A las remotas,
Profundas, oscuras
Entrañas de la Madre,
Y ser consciente así
De una muerte ritual.

Supongo que el retorno,
Del que nunca queda
Atisbo de conciencia,
Un nacimiento implica.
Un nuevo ser, dotando
De luz y de energía
Las antiguas bujías
Que alimentan
Los rincones del alma.

Por algo se regresa
Desde tan largo viaje.

Vengo a darte la razón:
¡Un templo!
La Caldera es
“Catedral del sol”
Un cristalino templo,
Un atanor,
Un horno alquímico
Ardiendo siempre
En el centro simétrico
De este corazón
Que tiene exactamente
La forma de la isla.

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

098
EN EL CRISTAL DEL TIEMPO
(A Mª Carmen Cedrés Hdez.)



Son estrellas de agua en el cristal
las lágrimas del cielo.

Resbala la tormenta.
La tarde se oscurece
y unas manos
dibujan sobre el vaho
de la ventana bruna,
figuras errabundas
que en el estero pierden
la niebla de silencios
que el trueno difumina.

El albo resplandor del rayo vierte
su cascada de luz por las esquinas. 

Miguel Ángel G. Yanes


*******************

099. 
AMISTAD
(A Mª Carmen Fdez. Domínguez) 
 
 


Romper la soledad,

Aunque sea a ratitos,

Nos ayuda a vivir.

 

Unos simples minutos

De relajada charla,

Aunque sea en la barra

Metálica de un bar,

Frente a una copa

De vino, una cerveza,

Un refresco o un simple

Vaso de agua, dan

La necesaria cobertura

Al hermoso misterio

Que los dioses, un día,

Dejaron en el alma

Trémula del humano.


Por eso ahora que vas

A atravesar el mundo

Y alejarte en pos

De un sol recién nacido,

Para tocar la piel

De tu progenie, quiero

Que recuerdes que aquí,

En estas crestas lávicas

Del Atlántico quedan,

Prendidos a la piel

Leve de la nostalgia,

Unos tristes amigos

Que te esperan.

 
Miguel Ángel G. Yanes
 

*******************
100.
ROTA LA SOMBRA EN LUZ
(A Mª Carmen Glez. Molowny)


El destello en tus ojos de una llama
fraternal y amorosa ha conducido
nuestros pasos al cáliz de una rosa,
que dormía en el ángulo más frío
de los templos de Dios, y en un suspiro,
rota la sombra en luz, desvanecida
la quietud del silencio por tus labios,
somos parte de un eco que palpita,
un sólo corazón que inquieto alienta:
frágiles pétalos, tímidas hebras,
pero somos, unidos, la nueva urdimbre,
la voz, la mano, la solidaria lágrima,
el sueño inalienable de aquella eternidad.

Miguel Ángel G. Yanes
 
 
*******************

1 comentario:

  1. El contenido es magnífico, tal como está, cuando lo restaures, tiene que ser como tocar el cielo.
    Ánimo y paciencia, me reservo esta página para estar al tanto de lo que haces,

    ResponderEliminar