27/1/13

"EL ENANO" Y "LA BOMBA ATÓMICA"

No sólo he entrecomillado esta entrada para que no pareciera el título de un cuento, sino porque ambos: "El Enano" y "La Bomba Atómica", eran los apodos, motes o nombretes con los que, en la isla de La Palma eran conocidos dos peculiares personajes que fallecieron, casi al unísono, en estos primeros días del año 2013.


Antonio Méndez (desconozco su segundo apellido), conocido por cartearse con famosos de todo tipo, será recordado como el "embajador" de La Palma, un sobrenombre ligado directamente a un curioso hobby: su pasión epistolar. Poseía una ingente colección de cartas remitidas por personalidades del mundo entero.


También será recordado por haber sido uno de los participantes más carismáticos de la Danza de los Enanos, acto de las Fiestas Lustrales de la Bajada de la Virgen, del que se retiró cuando se organizó, fuera de las fechas que marcaba el ritual y rompiendo claramente con la tradición, una función especial con motivo de la visita del Rey don Juan Carlos en 1986.


Obviando quién o quiénes fueron los "artífices" del evento, quiero dejar claro que me solidaricé abiertamente con su postura, lógica y coherente donde las hubiera.

Si el Rey (o el Papa) quería ver danzar a los Enanos, que hubiera venido cuando tocaba.

Genaro Miguel Morales Díaz, más conocido por la "La Bomba Atómica", maestro de profunda vocación, fue un personaje peculiar, natural de la Villa de Mazo, dotado de amplísima cultura y prodigiosa memoria.


Lo del apodo, cosa harto común entre los habitantes de La Palma, viene, según "Tasito" o "Tacito" (cosa que nadie tiene clara) palmero también como él, a raíz de una anécdota que, en la barra de su bar, tuvo a bien relatarme: 


Al parecer, Don Genaro o Don Miguel como lo conocían otros, poseedor de un bagaje cultural incomparable, fue sometido, en cierta ocasión, a un examen exhaustivo sobre múltiples temas, a los que respondió siempre con total exactitud, ante lo qué, uno de los miembros del jurado, asombrado, dijo:

- Este hombre sabe de todo. Capaz que conoce hasta la fórmula de la bomba atómica...

A lo que Don Genaro respondió sin dilación:

¡Sí!... E=mc2 *

De ahí su apodo.


Aunque nunca lo traté personalmente, en algunas de mis esporádicas visitas a la capital palmera, recuerdo haberlo visto paseando por la Calle Real, apoyado siempre en su bastón y con el bolsillo de la camisa o de la guayabera, atestado de bolígrafos. Me recordaba a mi difunto padre, que tenía el mismo vicio, manía o exceso de previsión.

Los que le conocieron bien, sobre todo sus amigos y alumnos, hablan maravillas de él: un hombre culto, humilde, educado y bueno que, a fin de cuentas, es todo lo que dejamos para la posteridad.


(*) Una de las consecuencias inesperadas de la teoría de la relatividad  fue la ecuación E=mc2, significa que una pequeña cantidad de materia (m) puede convertirse en una gran cantidad de energía (E) al multiplicarse por el cuadrado de la velocidad de la luz (c2). La bomba atómica y la energía nuclear son una consecuencia directa de esta célebre fórmula.

Miguel Ángel G. Yanes

17/1/13

POETAS INVISIBLES

Ilustración de la portada de 'Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea'.

Gracias a los premios y a la labor de algunas editoriales españolas, entre las que se destacan Visor, Renacimiento y Pre-Textos, la poesía escrita en castellano en la orilla occidental del océano Atlántico es más o menos conocida en España. Los principales nombres del canon actual, por lo menos, son familiares en la república poética. Es difícil que la poesía supere esos límites de difusión. Incluso la gente de la literatura, de la academia y de la prensa cultural se mueve con más familiaridad con los nombres de los narradores y hasta de los ensayistas que en el iniciático mundo de los poetas. Pero, hoy por hoy, poetas como Nicanor Parra (1914), Álvaro Mutis (1923), Fina García Marruz (1923), Ernesto Cardenal (1925), Tomás Segovia (1927-2011), Rafael Cadenas (1930), Juan Gelman (1930) y José Emilio Pacheco (1939), son conocidos gracias al Premio Reina Sofía, al Premio Cervantes y al Premio FIL de literatura.

Nicanor Parra

Álvaro Mutis 

Los que hay más allá es pura niebla. Nombres familiares en cada país e ignorados en el resto del vecindario, poetas secretos, de culto, individuos de todas las edades que, no obstante su valor, apenas son mencionados. A Fina García Marruz, por ejemplo, la saca del anonimato el Premio Reina Sofía; pero su esposo, otro grande poeta, Cintio Vitier (1921), permanece a la sombra. Y, sin salirme de Cuba, todavía más secreto es el simpar Rafael Alcides Pérez (1933). Entre la generación de los nacidos en el tercer decenio del siglo XX están las uruguayas Ida Vitale (1923) e Idea Vilariño (1920-2009), los peruanos Jorge Eduardo Eielson (1924-2006), Blanca Varela (1926-2009) y Carlos Germán Belli (1927), los argentinos Perla Rotzait (1920) y Joaquín Giannuzzi (1924-2004) y los mexicanos Eduardo Lizalde (1929), Ramón Xirau (1924) y Rubén Bonifaz Nuño (1923).


Ida Vitale

Idea Vilariño

Entre los nacidos después de 1930 hay algunos poetas que murieron sin alcanzar el cenit de reconocimiento que tanto merecían y que, ahora, son cada vez más leídos y admirados, como el venezolano Eugenio Montejo (1938-2008) y el colombiano José Manuel Arango (1937-2002). Entre los vivos de esta misma generación destaco, en México, a Gabriel Zaid (1934), de quien sus magistrales ensayos han opacado la excelente obra poética; están también los chilenos Oscar Hahn (1938) y Pedro Lastra (1932) y el colombiano Jaime Jaramillo Escobar (1932).

Eugenio Montejo

Por obvias razones, conozco más el paisaje colombiano que el de otros países. El mío, ha sido un país autista, mediterráneo, volcado hacia adentro. El más interesante poeta colombiano del siglo XX, Aurelio Arturo (1906), muerto en 1974, es todavía de consumo interno. Algo parecido sucede con el nadaista que comenzó firmando como X-504 y después con su nombre propio –no es mi pariente- Jaime Jaramillo Escobar, un poeta veriscular, de una inusitada fuerza, de un humor único.

Aurelio Arturo

Ya las generaciones nacidas en el decenio de 1940 tienen sus propios mártires: los colombianos Raúl Gomez Jattin (1945-1997) y María Mercedes Carranza (1945-2003), los peruanos José Watanabe (1945-2007) y Antonio Cisneros (1942-2012). Y acaso sea en este segmento en donde haya más grandes poetas desconocidos o casi. Pienso, sobre todo en los mexicanos Francisco Hernández (1946), que acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura de México, y David Huerta (1949), en el boliviano Eduardo Mitre (1943), en el colombiano Juan Manuel Roca (1945), en los venezolanos Alejandro Oliveros (1948) y Armando Rojas Guardia (1949), en los argentinos Arturo Carrera (1948) y Daniel Samoilovich (1949).


Francisco Hernández

A medida que avanzo en el recorrido se me aparece más reveladora la imagen de que recorro un camino lleno de neblina, donde los nombres son desconocidos y los textos son borrosos. Entre los nacidos en el decenio de 1950 destaco al colombiano Rómulo Bustos (1954), a los chilenos Diego Maquieira (1954) y Raúl Zurita (1950), a los venezolanos Yolanda Pantin (1954) y Gustavo Guerrero (1958) –además de poeta, autor de la más completa antología de poetas hispanoamericanos nacidos después de 1960, Cuerpo plural-, al argentino Alejandro Bekes (1959), al uruguayo Rafael Courtoisie (1958), a los mexicanos Coral Bracho (1951), Vicente Quirarte (1954), Jorge Esquinca (1957), José Luis Rivas (1950) y Fabio Morábito (1955)

Rómulo Bustos

A medida que avanzo hacia los más jóvenes, desde un principio, el enunciado tiende más a parecerse a una conjetura y la sensación del redactor es que puede estar omitiendo nombre que olvidó o que, simplemente, desconoce. No están todos los que son, pero los que están, son. Después de 1960 nacieron los mexicanos María Baranda (1962), Jorge Fernández Granados (1965), Julio Trujillo (1969), Luis Felipe Fabre (1974) y Hernán Bravo Varela (1979); el costarricense Luis Chaves (1969); los colombianos Ramón Cote (1963), John Galán (1973), Juan Felipe Robledo (1968) y Catalina González (1976); el salvadoreño Jorge Galán (1973), el peruano Eduardo Chirinos (1960), el cubano Antonio José Ponte (1964), los argentinos Edgardo Dobry (1962) y Fabián Casas (1965), los argentino-españoles Andrés Neuman (1977) y Mariano Peyrou (1971); el guatemalteco Alan Mills (1979); los venezolanos Luis Pérez Oramas (1960), Luis Moreno Villamediana (1966), Erika Reginato (1977) y Jorge Vessel (1979); el dominicano Frank Báez (1978)… Imposible abarcar todos los nombres que se insinúan como excelentes poetas y, por eso, este párrafo destaca a algunos y comete involuntarias injusticias.

María Baranda

Enunciada mi –incompleta- lista, la que aparece como primera y mejor conclusión, es la diversidad de voces y de tendencias. Hay de todo. Desde autores de sonetos hasta las más informales formas, con el mérito de que hay versos libres que, no por ser libres, dejan de ser versos. Hay poesía conversacional, narrativa, barroca, surrealista, en fin, un extenso y contradictorio menú. Y, en todos, talento; más visible, más comprobable con la obra consolidada de los mayores. Pienso que una poesía tan personal en todos sus registros, tan poseída de un lirismo hondo y claro a la vez, como la de Francisco Hernández, está en las vísperas de su consagración definitiva y de su más amplia divulgación, al que ha dado impulso en premio recién recibido en México. Y, aunque distinta, mis afirmaciones también caben para referirse a la poesía de David Huerta.

David Huerta

Entre los muy jóvenes no caben juicios tan nítidos como los que pueden hacerse alrededor de Hernández y de Huerta. Son más bien apuestas, intuiciones, acaso reflejos del gusto personal. En todo caso se distingue por su reconocimiento y por las ediciones en varios países –cuatro- de su libro Postales (premio nacional de su país), la voz desenfadada y lírica, imaginativa y lúdica del dominicano Frank Báez.


Frank Báez

Datos tomados del diario EL PAÍS
Darío Jaramillo - Bogotá 16 ENE 2013


Es una triste realidad constatar que el pueblo no conoce a sus poetas que, a fin de cuentas, vienen a ser su voz. Pero esto es así no sólo al otro lado del Atlántico; aquí ocurre exactamente lo mismo: una cohorte de poetas camina entre las nieblas de su propia soledad y de la indiferencia ajena. Son también poetas invisibles.

En estas latitudes deberíamos de preocuparnos de igual forma y, como ha hecho Darío Jaramillo, crear una lista coherente, que permita sacar del anonimato a una serie de válidos poetas que fenecen, poco a poco, en esta otra orilla del océano, sin que nadie o casi nadie alcance a conocerlos.

No soy quién para dar directrices, y mucho menos para acometer una labor de tal calibre, pero supongo que habrá otros, mucho más cualificados que yo, que sí puedan hacerlo. Es por ello que, desde aquí, lanzo esta llamada.

Miguel Ángel G. Yanes

7/1/13

EL ECO (POEMA)


Soy el eco
de la voz de un demonio,
preso y desesperado,
que se rebela y grita
en el umbral difuso
de esta prisión eterna.

Soy el eco
de una criatura 
primigenia que intenta
averiguar sin pausa
el cómo y el por qué
de esta cárcel sin rejas.

Soy el eco
de una garganta ajena:
de un ángel condenado
porque quiso saber
lo que su creador,
un viejo dios, sabía... 

Miguel Ángel G. Yanes

6/1/13

TANATORIO


Don Paulino Rivero Baute (Presidente del Gobierno Canario) estaba hoy en el tanatorio de Santa Lastenia, pero vivo, ¡eh!, vivo. Había ido a cumplimentar al periodista Carmelo Rivero, cuya madre, al igual que mi suegra y la madre de Gloria, Merche y Miguel Muñoz Oliva, fallecieron al unísono en una fecha tan señalada como el Día de Reyes.

El hombre, como casi todos los que nos encontrábamos allí, vestía informalmente... quiero decir sin el traje y la corbata de rigor, por lo que deduje que, tal vez, acudía más como conocido, amigo o acaso familiar, que como representante de la institución gubernativa, o "ambas cosas las dos", que también puede ser.



A la hora de la ceremonia fúnebre, y cuando la comitiva de familiares y amigos se encaminaba hacia la capilla, se quedó a la cola, y al pasar junto a mí, que me hallaba sentado en el vestíbulo leyendo, justamente, una de las perlas diarias que El Día le dedica, tuvo la deferencia de saludarme, y yo, la educación de responderle, aunque esto no siempre ha sido así. Una de las últimas veces en que coincidimos fue en el Restaurante Casa Luis, en El Sauzal. Estábamos mi mujer y yo, únicos clientes de la barra en ese momento, esperando que el amigo Enrique nos asignara mesa, cuando entró Don Paulino acompañado de otra persona, y situándose ambos frente a nosotros, no se dignaron decir ni esta boca es mía. Y yo pensé para mis adentros: "Educancia" mucha no tienen, no.



Porque, bien mirado, perteneciendo o no a su cuerda política (cosa que él no sabe) por el mero hecho de ser ciudadanos, merecíamos un mínimo respeto; ése que marcan las normas más elementales, de dar las buenas horas cuando se ingresa a un lugar donde haya gente de antemano, máxime cuando se es la principal autoridad autonómica. Es por ello que hoy, en la casa de Tanatos*, me sorprendió un tanto su saludo que, sinceramente, no me esperaba, habida cuenta del precedente y de que, en mi blog, no suelo echarle flores que digamos.

A lo mejor es que encontró algún ejemplar de aquel librito que leíamos de niños: "Manual de urbanidad y buenas costumbres" y está intentando llevarlo a la práctica. En buena hora sea.




(*) Tanatos: hijo de Érebo y Nicte, hermano gemelo de Hipnos, y personificación de la muerte. De ahí que se denomine tanatorio al lugar donde se vela a los muertos.

Miguel Ángel G. Yanes

1/1/13

PINTADAS CALLEJERAS

Cuando la gente de mi generación era joven, también hacíamos pintadas en las paredes, en los muros de los colegios, en la tapias de los cementerios... aunque con medios mucho más precarios. No existían los adelantos de hoy en día y se escribía con tiza, con carbón o con algún pedazo de ladrillo. Escribíamos, a hurtadillas, palabras tales como: Pan, Cultura, Justicia, Libertad... y digo a hurtadillas porque existía un riesgo evidente. Como poco podías acabar en comisaría, llevarte unos porrazos o hasta un tiro en la nuca (haberlos hubo) si, al darte el alto, echabas a correr, y el "responsable" de la autoridad tiraba de pistola. Se solía decir que el agente había tropezado al efectuar un disparo intimidatorio al aire: "Tremenda puntería".

Pillado "in fraganti"

En aquella época, las pintadas callejeras eran una cosa ocasional y peligrosa; por contra, hoy en día las ciudades aparecen pintarrajeadas por doquier, pero obviando alguna que otra reivindicación esporádica, la mayoría exhiben una falta de cultura, de educación, de originalidad e incluso de coherencia, que clama al cielo.

Para muestra un botón:


Luego están los verdaderos artistas que, spray en mano, efectúan magníficos murales y decoran con gusto y sentido estético, fachadas, murallas, parapetos ... para que luego vengan los descerebrados de turno, también spray en mano (están al alcance de todo el mundo) y les destrocen sus obras con símbolos, mamarrachadas y estupideces, porque no saben hacer otra cosa y no soportan a esas luciérnagas que brillan con luz propia.




Miguel Ángel G. Yanes