Soy el eco
de la voz de un demonio,
preso y desesperado,
que se rebela y grita
en el umbral difuso
de esta prisión eterna.
Soy el eco
de una criatura
primigenia que intenta
averiguar sin pausa
el cómo y el por qué
de esta cárcel sin rejas.
Soy el eco
de una garganta ajena:
de un ángel condenado
porque quiso saber
lo que su creador,
un viejo dios, sabía...
Miguel Ángel G. Yanes
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