El hombre, como casi todos los que nos encontrábamos allí, vestía informalmente... quiero decir sin el traje y la corbata de rigor, por lo que deduje que, tal vez, acudía más como conocido, amigo o acaso familiar, que como representante de la institución gubernativa, o "ambas cosas las dos", que también puede ser.
A la hora de la ceremonia fúnebre, y cuando la comitiva de familiares y amigos se encaminaba hacia la capilla, se quedó a la cola, y al pasar junto a mí, que me hallaba sentado en el vestíbulo leyendo, justamente, una de las perlas diarias que El Día le dedica, tuvo la deferencia de saludarme, y yo, la educación de responderle, aunque esto no siempre ha sido así. Una de las últimas veces en que coincidimos fue en el Restaurante Casa Luis, en El Sauzal. Estábamos mi mujer y yo, únicos clientes de la barra en ese momento, esperando que el amigo Enrique nos asignara mesa, cuando entró Don Paulino acompañado de otra persona, y situándose ambos frente a nosotros, no se dignaron decir ni esta boca es mía. Y yo pensé para mis adentros: "Educancia" mucha no tienen, no.
Porque, bien mirado, perteneciendo o no a su cuerda política (cosa que él no sabe) por el mero hecho de ser ciudadanos, merecíamos un mínimo respeto; ése que marcan las normas más elementales, de dar las buenas horas cuando se ingresa a un lugar donde haya gente de antemano, máxime cuando se es la principal autoridad autonómica. Es por ello que hoy, en la casa de Tanatos*, me sorprendió un tanto su saludo que, sinceramente, no me esperaba, habida cuenta del precedente y de que, en mi blog, no suelo echarle flores que digamos.
A lo mejor es que encontró algún ejemplar de aquel librito que leíamos de niños: "Manual de urbanidad y buenas costumbres" y está intentando llevarlo a la práctica. En buena hora sea.
(*) Tanatos: hijo de Érebo y Nicte, hermano gemelo de Hipnos, y personificación de la muerte. De ahí que se denomine tanatorio al lugar donde se vela a los muertos.
Miguel Ángel G. Yanes
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