22/3/21

DERIVA PROTOFASCISTA (I)

Sobre la deriva protofascista del electorado europeo

Controversias en torno al ‘Manual de instrucciones para combatir a la extrema derecha’ de Steven Forti

Poster de campaña Hitler-Hindenburg “El mariscal y el hombre libre. Lucha con nosotros por la paz y la igualdad.”

Steven Forti tiene razón cuando dice que no hacía falta esperar a ver el paroxismo de violencia a principios de enero en Washington para reconocer que el espectro de la barbarie política se cierne nuevamente sobre las democracias occidentales. También tiene razón cuando señala que el carnaval de 'presunto patriotismo', con sus participantes disfrazados para matar o morir, debería suponer una última y desesperada llamada de atención a quienes aún les pueda quedar alguna duda sobre la gravedad de la amenaza y de la promesa que esa amenaza encierra.

Al igual que la respuesta de Ramón Mantovani en 'Neoliberalismo, globalización y crisis de la democracia', mi intención no es necesariamente dar réplica al manual que Forti ofreció en estas páginas en enero. Más bien lo que busco es contribuir al diagnóstico del estado de situación y a rearticular la amenaza, que, a mi parecer, excede lo que normalmente solemos llamar la extrema derecha, tanto a la antigua como a la 2.0.

¿Qué combatimos?

Resulta evidente el avance de la extrema derecha

No estoy convencido de que sea suficiente hablar de la extrema derecha. Me gustaría empezar haciendo lo que espero sea una afirmación algo controvertida: "el espectro que acecha a la política europea ha desbordado desde hace tiempo los márgenes de la extrema derecha para forjar un organismo político mucho más peligroso, que ha desarrollado metástasis en espacios políticos que durante muchísimo tiempo se han asumido como impermeables a la agenda política, social y cultural de la propia extrema derecha".

El crecimiento explosivo de las fuerzas políticas de extrema derecha, hasta convertirse en agrupaciones políticas de gran importancia o mayoritarias en lugares como Alemania, Italia, Francia, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, muestra no sólo la radicalización de la derecha, sino sobre todo la más que notable transformación política de los votantes que tradicionalmente se han contado entre la izquierda.

Esta amplia coalición de fuerzas se ha estado gestando durante casi dos décadas y los signos de la amenaza política han sido visibles para aquellos que seguíamos la trayectoria de las fuerzas de extrema derecha que buscaban recrearse como fuerzas políticas convencionales con ideas y programas políticos convencionales.

Sin embargo, la mayoría de estas derivas tectónicas permanecieron ocultas al público general y tuvieron lugar en la intimidad de los hogares y en las cabinas de votación. Para mí, se hicieron alarmantemente evidentes en un patrón que surgió en conversaciones primero con estadounidenses y luego con europeos que "se habían sentido traicionados por los partidos de izquierda y centro izquierda a los que habían visto como el principal conducto de sus aspiraciones políticas".

Este cambio, que para mí se personificó en"un inmigrante ecuatoriano simpatizante de Trump en Brooklyn en 2016, en un sindicalista francés votante de Marine Le Pen en 2017 en París, y en un comunista toscano partidario de Salvini en 2018", recibió el 6 de enero en Washington un nombre propio: Ashli Babbitt, la mujer asesinada a tiros en el Congreso.

Ashli Babbitt no era una activista de extrema derecha aunque se había convertido desde principios de 2020 en lo que podríamos llamar una replicadora de sus mensajes políticos y una propulsora de sus vectores. Más bien, la señora Babbitt era una libertaria que no sólo había votado a Obama, sino que seguía defendiendo el historial del expresidente, incluso cuando se convirtió en una ardiente partidaria de Trump. En un tuit escribió: “Creo que Obama hizo grandes cosas. Creo que hizo mucho bien... en un momento en que lo necesitábamos.

Ashli Babbitt

En los relatos sobre la radicalización de Babbitt elaborados tras su muerte, la imagen que se desprende es la de una mujer que se había sentido traicionada por el Partido Demócrata y que había visto cómo su negocio se hundía en unas condiciones de mercado que la convirtieron en víctima de préstamos depredadores y la pusieron en el punto de mira de las medidas establecidas para frenar la propagación de la pandemia. Babbitt vio a Trump como una solución.

Salvando la distancia y la crudeza de la respuesta, la deriva de votantes tradicionalmente de izquierda hacia las filas de la ultraderecha en Europa puede ser vista de forma similar y representa los mismos peligros.

Permítanme sugerir una segunda idea, probablemente también controvertida: "de lo que debemos hablar es de una 'deriva protofascista' y no solo en la derecha, sino en el electorado en general, incluyendo a la propia izquierda".

Esta deriva no es nueva y en sus peores formas se dio entre los comunistas italianos que encontraron un hogar en el fascismo. O los socialistas alemanes que vieron con buenos ojos las políticas sociales del nazismo.

En este sentido, la primera prioridad debe ser frenar la deriva del votante de centro y de centro izquierda hacia las filas de la extrema derecha. Esto también significa que es esencial dejar de utilizar la palabra 'fascista' de manera abusiva en contra de antagonistas ideológicos y reconocer que la 'fascistización del electorado' depende de la capacidad de reclutamiento de fuerzas ajenas a la extrema derecha en la configuración de una masa crítica política.

Necesitamos una izquierda

La migración de votantes, incluso de segmentos distantes en el campo político, responde, en mi opinión, al colapso de la izquierda y del centro izquierda. Y es que, dos tendencias han contribuido igualmente a dejar en situación de desamparo político a muchos de estos votantes y ambas deben ser revertidas: "los partidos de izquierda ya no son de izquierda y la izquierda ideológica no sabe hacer política".

La primera cuestión, que Forti señaló en su artículo y ha sido subrayada por Ramón Mantovani en su respuesta, comprende la 'deriva neoliberal del centro izquierda' -la destrucción del centro izquierda- que comenzó con el 'clintonismo' en EE.UU. y el 'blairismo' en Reino Unido como proyectos diseñados para reconquistar el espacio de centro de los partidos conservadores.

"Este proceso dejó a los votantes tradicionales de centro izquierda sin opciones políticas". Tras quedarse a merced de poderosas fuerzas económicas sobre las que no tenían control, la falta de un conducto político dejó a muchos de estos votantes, totalmente indefensos. Esta es, en cierto sentido, la trayectoria ideológica de Ashli Babbitt.

Bill Clinton - Tony Blair

Este patrón de devastación política también se impuso en la Europa continental con las reformas de Schroeder en Alemania, la reforma socialdemócrata del Estado del bienestar en Suecia, el giro radical a la derecha y la consiguiente devastación de los socialistas franceses a manos de Macron y Hollande, y la destrucción del PSI en Italia a manos de Renzi. Frente a la fuerza tan destructiva de las economías de mercado globales, con un marcado gusto por la desregulación anárquica, y tras experimentos políticos y sociales extremadamente catastróficos, "el centro izquierda tradicional abandonó al ciudadano a su suerte".

La segunda tendencia es la ideologización del sector restante de la izquierda, que a menudo ha perseguido agendas ideológicas en detrimento de las urgencias en materia de políticas públicas. "Uno de los 'brebajes más peligrosos' para la izquierda ha sido la importación de la política identitaria estadounidense al ámbito europeo".

Hay un gran número de razones para afirmar esto, pero desde un punto de vista estratégico hay una que se alza por encima de todas las demás: "el hecho de que ante la pobreza endémica y creciente entre la clase media, el hambre, el desempleo, la falta de un sistema sanitario apto, la obsolescencia de infraestructuras, etc., los derechos de las mujeres, de las minorías sexuales, de los inmigrantes, la salud de los árboles y de las ballenas y la transformación del lenguaje para incluir a aquellos que puedan sentirse marginados por el masculino genérico, no son más que 'problemas del primer mundo'".

"En este sentido, no estoy de acuerdo con Forti". Las necesidades materiales de poblaciones a las que el Estado ha abandonado en el ejercicio de sus obligaciones, se presentan con una urgencia política tal que ponerlas en la misma lista de prioridades que los debates sobre patriarcado o el colonialismo, es un enorme error. En el discurso público, equiparar la falta de comida con los  derechos de género solo puede ser visto como la 'trivialización del hambre'".

La evidencia de ello la ofrece toda la ultraderecha europea y americana que se ha nutrido de la falta de claridad en cuanto a prioridades políticas de la izquierda militante, y que en muchos casos se ha instalado en los recovecos de política pública que la izquierda tradicional ha abandonado

Particularmente interesantes quizás sean, en este sentido, las posiciones del AfD (Alternative für Deutschland) en Alemania y los Demócratas Suecos.

FUENTE: ctxt.es
Martin Gak
02/03/2021

CONTINÚA...

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