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Entre la gallina y los huevos, los huevos llegaron antes
Antes ¿en el siglo XX?, un antes tal vez mítico, ser o asumir como propia una ideología –izquierda, derecha y todos los puntos intermedios– implicaba actuar o comportarse en casi todos los órdenes de la vida –sobre todo de la vida pública pero también en la privada– de una forma determinada. Esa forma de pensar o de “ver y nombrar al mundo” implicaba una ética o una moral integral. Y no hacerlo así suponía "no ser íntegro", tener y sufrir “mala conciencia”, ser un “mal marxista” o un “conservador fariseo” o simplemente un “traidor a la causa”.
La ideología estaba presente en la educación, las formas de familia, el amor y las relaciones de pareja, el trabajo, las formas de consumo, la forma de vestirnos o la de percibir a los países y sus habitantes, según representaran el paraíso o infierno capitalista o socialista... Y si no era así, si nuestra forma de vivir y de sentir no reflejaba en determinados comportamientos o acciones nuestra forma de pensar, nuestra ideología, era mejor que no se supiera, nos habrían mirado mal. considerándonos “progres de boquilla”, “traidores a su clase” o cosas mucho peores.
Por supuesto que el análisis se presta a razonamientos más profundos, extensos y matizados, pero en resumen, ésta parecía ser la norma y esa herencia convenientemente suavizada por lo 'soft' y lo 'light' de la posmodernidad se mantuvo en la dermis social –perdón por usar un término tan cosmético– durante las siguientes décadas hasta hoy.
Hoy uno puede ser muy de derechas en el tema de los impuestos o de la inmigración y muy de izquierdas en cuanto a la educación o las pensiones, y seguir saltando así a la derecha o a la izquierda según el tema o suceso del que se trate. Pero lo más asombroso es el desparpajo, la sinceridad, la claridad de los ciudadanos a la hora de asumir estos 'saltos' como naturales sin el menor asomo de mala conciencia. Acuñamos así, hace tiempo, el término 'transideología' para definir este hecho. 'Tras' por la acepción 'a través de', porque no se trataba tanto de un fin de las ideologías como de una forma de asumir la ética –y la estética– de las mismas “cogiendo lo bueno de unas y otras”.
Desconocemos si el término es o no es
afortunado, pero nos pareció que era la forma más directa de explicar
cómo son estos oyentes. La existencia de un 'pensamiento transideológico'
en la sociedad española era difícil de asumir también para el
investigador; aquellos sociólogos del equipo que se consideran más de
izquierdas, tachan a la 'transideología' como "una forma nueva, evolutiva, adaptativa, del pensamiento conservador", por el contrario los que se
consideran más conservadores ven en la 'transideología' una forma
encubierta y sibilina de progresismo; es decir, era cierto, "la
'transideología' anidaba ya en nuestros corazones y en nuestra vida".
Cuando analizamos, no tanto nuestra forma de pensar “a lo grande”, como nuestra forma de vivir, de actuar, de decidir y de opinar sobre temas concretos, nos dimos cuenta con inquietud que también "éramos eso”, 'transideológicos'.
Esta 'transideología' es la que asumen con mayor elasticidad esos votantes de Vox que se sienten y creen “de centro”, “de centro derecha” o “de derecha moderada” y no de “extrema derecha”,y que ya han sumado en las últimas elecciones el 15,2% de los votos que son 3.656.979 de "votantes normales y corrientes" y nada menos que 52 escaños. Así que no sigamos criticando a la pobre 'niña del exorcista azul' o las ocurrencias de gallito, o de gallina, de Abascal, porque "el peligro está en los huevos", en esos votantes casi invisibles.
Pero todos somos farmacéuticos
Yo mismo con condescendencia y burla normalizaba esta novedad parlamentaria. Hasta que un día, con una diferencia de pocas horas, salió a relucir el tema en una charla de café con dos personas muy distintas, la primera era "una mujer burguesa, directiva de un museo, de mediana edad, progresista en algunos temas y conservadora en otros, atea, pero de origen familiar judío". El otro era "un viejo militante anarquista cuyos padres, abuelos y él mismo habían sufrido el horror de la Guerra Civil, la Mundial y luego la larga posguerra en carne propia, y no en sentido figurado".
Ambas personas me miraban espantadas y perdían hasta las formas y la elegante retórica que solían utilizar al hablar conmigo de política, cuando notaron en mi tibia condena de Vox esa retórica plana, despreocupada y hasta humorística de las “chorradas que decía Abascal” a lo que me respondían: “¡No te das cuenta que así empieza todo! ¿no recuerdas luego cómo termina?”.
De vuelta a casa, recordé aquel chiste que nos contaba en clase muchas veces el sociólogo Jesús Ibáñez: “He aquí que un alemán de origen judío acude a un amigo alemán de origen ario, para comunicarle su decisión de abandonar Alemania. Ante la sorpresa del amigo, que arguye que nadie persigue a los judíos, e que incluso lo tilda de paranoico, el judío le cuenta lo siguiente":
–Hice un muestreo en la población y pregunté si les parecía correcto la eliminación de los judíos, los gitanos, los homosexuales y los farmacéuticos. En ese momento le interrumpe el amigo: –¿Por qué los farmacéuticos? A lo que el judío responde: –Justamente eso preguntaron todos los encuestados, ¿ves entonces por qué debo irme?”
Si has leído hasta aquí, es posible que pienses que ese dato de la Encuesta Social Europea, que esa 'transideología' y esa autoubicación de los votantes de Vox en el “extremo centro” es un “asusta viejas”. Pero… ¿qué pasaría si dentro de 2 años ganase las elecciones una coalición de Vox, PP y los restos de Cs? De hecho, ya están gobernando, aunque aún Vox es la minoría de este 'Triángulo de las Bermudas'. Lo malo es que todos nos hemos vuelto bastante 'farmacéuticos' con la Extrema Derecha 2.0.
Pensamos que aquella historia de los años 30 y 40 en Europa era algo remoto, extraordinario e irrepetible pero basta entrar en los detalles para descubrir en la prensa de la época cómo se reían casi todos del risible Hitler o del soplagaitas de Mussolini cuando eran cuatro gatos diciendo idioteces. "Cuando ya no eran cuatro y llegaron al poder, casi todos se volvieron farmacéuticos".
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