25/3/21

GAIA VS HUMANOS (1ª PARTE)

Y la guerra contra la Tierra desembocó en una pandemia global

"El origen del 'nuevo coronavirus' no es un pangolín, ni un murciélago, tampoco un laboratorio, sino una 'crisis ecológica' provocada por las sociedades neoliberales y su cultura del crecimiento material".

Imagen de un incendio forestal en la selva de Perú. - Ernesto Benavides/ AFP

Un año buscando un culpable. Durante estos 365 días de pandemia, los dedos de la humanidad han apuntado hacia todo tipo de causas sin encontrar respuestas, sólo estigmas y conspiraciones. Lo evidente es que las explicaciones a este colapso parcial de los sistemas socioeconómicos –que durante los primeros meses de epidemia adquirió tintes distópicos no están ligadas a la aleatoriedad de la naturaleza, ni a los intereses rebuscados de una nación asiática por alterar el orden geopolítico mundial, sino que se relacionan directamente "con la forma en la que el ser humano interactúa con la Tierra".

«No hay duda de ello», asiente Fernando Valladares, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Si bien no se sabe el origen exacto de la Covid-19, todas las certezas científicas del momento apuntan a la pérdida de biodiversidad generada por actividades económicas como la deforestación, el comercio y la cría intensiva de especies animales.

La propia ONU ha advertido de cómo la 'guerra contra la Tierra' y el 'deterioro de los ecosistemas' está llevando a la humanidad a una nueva era marcada por la aparición de epidemias. Tanto es así que el último informe del IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de Ecosistemas) señala que en la naturaleza hay "1,7 millones de virus desconocidos que podrían saltar a la especie humana en cualquier momento en un proceso de zoonosis". 

Para Valladares, la destrucción de la naturaleza es esencial para entender el origen de esta coyuntura epidémica en la que las civilizaciones modernas se han visto inmersas. «Estamos defecando sobre los ecosistemas, los estamos volviendo prácticamente disfuncionales y eso tiene unas consecuencias», advierte el experto.

Donde hay un bosque, donde hay poblaciones de mamíferos y aves, hay biodiversidad, que no es otra cosa que un escudo protector que pone distancias entre el ser humano y los patógenos que se concentran en los reservorios naturales. Existen 3 niveles de variedad natural que contribuyen a controlar la proliferación de patógenos. Por un lado, La diversidad de formas de vida: "predadores y presas, carnívoros y herbívoros, de sangre fría y de sangre caliente".

Cada una de estas funciones aportan un equilibrio natural que impide que haya sobrepoblación de especies que alberguen mayor número de reservas víricas. Por otro lado, en los ecosistemas hay una biodiversidad que afecta a animales dentro de un mismo grupo, es decir, diferentes tipos de roedores, de aves, de mamíferos. «Esto es un mecanismo de dilución que ayuda a disminuir las cargas víricas», matiza el investigador.

Por último, hay una tercera escala de biodiversidad que afecta a un nivel genético, de tal forma que "un virus no afecta de la misma forma a todos los animales de una misma especie concreta". Este mecanismo lo tenemos los propios humanos y lo hemos visto con el coronavirus, cuando la enfermedad se ha manifestado de formas muy diferentes en cada uno de los pacientes.

La forma en la que el ser humano 'interactúa con animales', el modo en el que elimina indiscriminadamente hectáreas de bosques y expande sus ciudades sobre la naturaleza, contribuye a que todos estos mecanismos se alteren, provocando que los virus y bacterias que permanecen ocultos puedan saltar al ser humano. "La Tierra es un sistema muy complejo de relaciones, donde cada especie tiene su función".


"De alguna forma, llevamos décadas irrumpiendo en los ecosistemas , alterando hábitats y poniendo especies salvajes cerca de nosotros. Esto no ha hecho más que incrementar los riesgos de que haya zoonosis», expone Gema Rodríguez, responsable de Especies Amenazadas en el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)

Un círculo vicioso de malas prácticas

En la pérdida de biodiversidad y el incremento de riesgos de zoonosis intervienen elementos que se retroalimentan en un círculo vicioso. Por un lado, el cambio climático provocado por la actividad económica del ser humano basada en la quema intensiva de combustibles fósiles y el cambio de usos de la tierra.

La subida de temperaturas del planeta resulta crucial para entender la propagación de la covid, tal y como apunta una investigación reciente de Science of the Total Environment, que detalla cómo los cambios en el termómetro han terminado alterando los ecosistemas de tal forma que las poblaciones de murciélagos animal que sirve de reservorio de diversos tipos de coronavirus de Myanmar o Laos se desplazarán hacia Yunnan, en China.

La economía fósil ha provocado una gran crisis climática que es determinante para entender cómo los 'vectores de contagio de virus de origen animal' se acercan cada vez más al ser humano. La covid no es un caso aislado. El zika, la malaria o el dengue también guardan relación con la forma en la que especies de mosquitos se trasladaron a nuevos hábitats con la progresiva subida de los termómetros.

En el caso de España, el último informe del Ministerio para la Transición Ecológica y la Fundación Biodiversidad advierte de cómo las transformaciones en el clima pueden convertir la península ibérica en un lugar perfecto para que se asienten mosquitos que transmiten el virus del Nilo o las garrapatas que propagan la Fiebre Hemorrágica Crimea-Congo (FHCC).

 
El ciclo de actividades humanas que contribuyen a la aparición de zoonosis. Ana Capdepón/Público

FUENTE: publico.es

Alejandro Tena

10/03/2021

CONTINUA...

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