2/3/20

MANIPULACIÓN RELIGIOSA


Desde su escena inicial, la película sueca 'Tierra de ángeles', en la que aparece un niño tocando el violín en un campo de trigo, con la partitura cogida con pinzas de la ropa en las propias espigas, me resultó una auténtica delicia para los sentidos. Quizás peca de melodramática, y va perdiendo ritmo e interés a medida que transcurre, tal vez por el abuso de situaciones conflictivas, pero así y todo, y a pesar de su excesivo metraje, terminó enganchándome.

El film cuenta la historia de un afamado director de orquesta que ha triunfado en todo el mundo, pero que se siente solo y harto de la servidumbre de la fama y demasiado agobiado por el exceso de trabajo, hasta el punto de sufrir un infarto, lo que le hace replantearse la vida, dejar la música y regresar al pueblito donde nació, en una remota zona del norte de Suecia. Allí compra la antigua escuela ya en desuso y la acondiciona como vivienda.

A pesar de que intenta pasar desapercibido, la popularidad que le precede lo convierte de inmediato en objeto de curiosidad y fascinación entre los habitantes del pueblo que, a pesar de su reticencia, terminan convenciéndolo para que dirija el pequeño coro de la iglesia.  


En principio el pastor luterano que encabeza la comunidad accede a que se haga cargo del asunto; lo contrata pero bajo una serie de condiciones, como suele ocurrir en todas las religiones (se trate de la que se trate): el puñetero afán por controlarlo y manipularlo todo.

La cosa se complica cuando, empujado por los celos, el pastor le prohíbe a su esposa seguir formando parte del coro, en la creencia de que mantiene una relación amorosa con el músico. Ella se niega a hacerlo, por lo que él, que es quien tiene la sartén por el mango, acaba despidiéndolo. Esto provoca un revuelo tremendo entre los fieles que, dándole la espalda al hasta ese momento líder indiscutible de la comunidad,
deciden ensayar en la escuela, ahora domicilio particular y donde aquel ya no tiene potestad.

Para mí, lo más impactante de la película fue la discusión entre el pastor y su esposa: la postura intransigente y opresora de él y la rebelión, asistida por la razón y la lógica por parte de ella. Un diálogo tenso en extremo que termina separando a la pareja:

 
- Me das pena, Steve. Eres un auténtico cobarde. Le has despedido porque hay más gente apuntada al coro que a las misas.

- No sabes de qué estás hablando.

- ¡Sí! Sí que lo sé. No soy tan estúpida como tú crees. Le has despedido porque te recuerda todo lo que jamás has sido capaz de ser. Estás dolido porque te ha demostrado lo ridículo y pequeño que eres a pesar de lo importante que te crees. No le odias a él sino a todo lo que provoca en ti. Por el amor de Dios, Steve. Fíjate lo que has hecho. ¡Tienes que readmitirle!


- Ya no se puede hacer nada. El Consejo ha tomado una decisión.

- ¡Oh, Dios mío! Eres patético; si el Consejo lo controlas tú. Sermoneando sobre la crucifixión del Señor para después clavarle los clavos al pobre Daniel. ¿No te das cuenta? ¡Tienes que readmitirle!

- Es imposible. Daniel ya ha aceptado y me ha devuelto las llaves.


-  ¡Ahhhh... no!

- Deja de llorar. La decisión es definitiva... Dios lo manda así.

- Dios no manda nada. Son ustedes quienes lo utilizan para decir y hacer en su nombre, manipulándonos siempre, haciéndonos creer lo que más les convenga. 


Miguel Ángel G. Yanes

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