24/3/20

¿ESTAMOS EN GUERRA?

'No es una guerra, es una catástrofe'

Para esta batalla no se necesitan soldados sino ciudadanos; y esos aún están por hacer. La catástrofe es una oportunidad para ‘fabricarlos’


Se ha impuesto con inquietante espontaneidad la metáfora de la 'guerra' como 'imagen y justificación de las radicales medidas tomadas contra el virus'. Conte en Italia, Macron en Francia, Sánchez e Iglesias en España han declarado la 'guerra' al 'virus' o han hablado sin cesar de una 'situación de guerra'. En nuestro país, al mismo tiempo que se desplegaba el Ejército en algunas ciudades, hemos visto al 'portavoz' de Sanidad, Fernando Simón, escoltado en las ruedas de prensa por el JEMAD, general Villarroya, cuyas intervenciones, por su parte, adoptan muchas veces el tono de una 'arenga de trinchera': habla de una 'contienda bélica' y de una 'guerra irregular' en la que todos 'somos soldados', invocando una 'moral de combate' y reivindicando los 'valores militares' para afrontar la amenaza colectiva.

Digámoslo con toda claridad: lo que estamos viviendo 'no es una guerra, es una catástrofe'. En una 'catástrofe' puede ser necesario 'movilizar todos los recursos disponibles para proteger a la sociedad civil', incluidos los equipos y la experiencia del Ejército, pero el hecho de que una 'catástrofe' exija tomar 'medidas de excepción', 'no autoriza' sin peligro a emplear una 'metáfora' que, como todas las metáforas, 'transforma la sensibilidad' de los oyentes y 'moldea la recepción' misma de los mensajes. 'Llamar a las cosas por otro nombre', si no estamos haciendo 'poesía', si estamos hablando además de 'cuidar', 'curar', 'repartir' y 'proteger', puede resultar además de 'una pésima política sanitaria'; una 'pésima política' en general.


Ahora que estamos 'afrontando la realidad' –frente al mundo de ilimitada fantasía en que habíamos vivido en Europa las últimas décadas– 'no deberíamos deformarla con tropos extraídos del peor legado de nuestra tradición occidental'. Como marco de 'apelación', 'interpretación' y 'decisión', 'la metáfora de la guerra' –salvo que la utilicen los médicos y los sanitarios abrumados por las muertes que no pueden evitar– nos debe suscitar 'una enorme preocupación'.

'Guerra', ¿contra quién? ¿Quién es el enemigo? En cuanto pronunciamos la palabra 'guerra' comparece ante nuestros ojos 'un humano negativo' que merece ser 'eliminado'. Con esta 'metáfora de la guerra', en efecto, ocurre algo paradójico: 'se humaniza al virus', que adquiere de pronto 'personalidad' y 'voluntad'. Se le otorga 'agencia e intención' y se 'deshumaniza' y 'criminaliza' a sus 'portadores', que en realidad son las 'víctimas'. El 'enemigo' de este 'desafío sanitario', si se quiere, está potencialmente 'dentro de uno mismo', lo que excluye de entrada su transformación en objeto de 'persecución' o 'agresión bélica'.


Por eso, esta resbaladiza idea de 'guerra' da razón sin querer a los que, llevados de un 'pánico medieval', acaban 'convirtiendo en enemigos a los portadores del virus', olvidándose de que ellos mismos –al menos potencialmente– 'también lo son'. Sólo se puede hacer la guerra entre humanos y a otros humanos pero, si hay que 'guerrear' contra el 'virus', acabaremos 'haciendo la guerra contra los cuerpos que lo portan' o, lo que es lo mismo, 'contra la propia humanidad' que 'bélicamente' intentamos proteger. 

En estado de 'catástrofe' es sin duda muy necesario 'reprimir' severamente, como se hace con los 'transgresores' del código de circulación, a quienes 'violan el confinamiento' poniéndose en peligro 'a sí mismos', 'a sus vecinos' y 'al sistema sanitario' en general, pero ni siquiera esos pueden ser los 'enemigos' de una 'contienda bélica', salvo que queramos confundir, en efecto, el 'virus' con sus 'portadores', y generar, además, una 'guerra civil' entre los 'potenciales portadores'.


¿Vale el discurso del enemigo para atajar el efecto de un virus? Los seres humanos somos 'vulnerables y frágiles'. Nuestra historia  ha estado y está atravesada por la 'enfermedad' y la 'exposición al hambre', los 'virus' y el 'abandono'. Hemos 'sobrevivido' construyendo 'relaciones' con 'la naturaleza' y entre 'las personas' para tratar de minimizar 'el riesgo y la inseguridad'.

El 'cuidado' y la 'cautela', el 'apoyo mutuo', la 'cooperación', la 'sanidad' y 'educación pública', las 'cajas de resistencia', el 'reparto de la riqueza' han sido los 'inventos' que han ido poniendo las sociedades en marcha –de forma marcadamente desigual e injusta en ocasiones– para 'asumir' y 'bregar' con el inconveniente de que 'la vida' transcurra encarnada 'en cuerpos que son frágiles y vulnerables e incapaces de vivir en solitario'.

Camiones del ejército italiano cargados de ataúdes

Un virus no es un enemigo consciente y malvado, es un riesgo inherente a la propia vida. Lo 'terrible' es construir sociedades 'ajenas e ignorantes' de que los 'virus', la 'enfermedad', la 'mala cosecha' o la 'tempestad' existen. Construir 'economías y políticas' sobre la 'fantasía del ser humano', como un ser sin cuerpo y sin anclaje en la tierra que le sustenta es lo que genera 'una guerra contra la vida''contra los ciclos', 'contra los límites', 'los vínculos' y 'las relaciones'. En los momentos de 'bonanza' se esconden e invisibilizan, 'restándoles valor y despreciando', precisamente las 'tareas', 'oficios' y 'tiempos de cuidado' que solo se hacen 'visibles' en las 'catástrofes' y en las 'guerras'.

'La guerra, violencia armada', es precisamente 'la negación del cuidado', masculinidad errada, 'justificación del sacrificio de vidas humanas en aras de una causa superior'. Ahora bien, no debemos olvidar que aquí la 'causa superior' es precisamente 'la salvación de todas y cada una de las vidas humanas en peligro'. No se trata de dar virilmente la vida por la causa gritando ¡viva la muerte!, sino que 'la causa es el mantenimiento de la propia vida'. No existirá una 'victoria final' que dependa de la 'disciplina' y de la 'conversión en soldados', como señalaba en su comparecencia el General Villarroya. 


El 'sacrificio' al que se apela, tanto en la 'catástrofe' como en la 'retaguardia' de cualquier 'guerra', no es más que la 'intensificación' de la lógica del 'cuidado', de la 'precaución', del 'sostenimiento cotidiano e intencional' de 'la vida' en 'tiempos de catástrofe', que son los mismos esfuerzos que hay que hacer para sostenerla cotidianamente.

En toda guerra, decía Simone Weil, "la humanidad se divide entre 'los que tienen armas y los que no tienen armas', y estos últimos están siempre 'completamente desprotegidos', con independencia del bando o la bandera". En el estado de 'catástrofe' actual, los españoles, 'todos potencialmente víctimas del virus', se dividen, en cambio, entre los que 'no pueden hacer confinamiento' y los que 'sí pueden hacerlo', o si se prefiere, 'entre los que se exponen más o se exponen menos al virus'".


Los que se exponen más al 'virus' –el personal médico, los transportistas, las cajeras de supermercado, las limpiadoras y cuidadoras, etc.– ni tienen 'armas' ni se pelean 'entre sí' con el propósito de proteger 'a los suyos'. Al contrario de lo que ocurre en las 'guerras', este 'anti-ejército desarmado' –provisto solo de microscopios, termómetros, bayetas, manos y sentido del deber– ni se hacen la 'guerra' entre ellos ni se la hacen a los que están 'encerrados en sus casas', menos expuestos y completamente 'desarmados'.

Es, como dice Leila Nachawati, 'exactamente lo contrario': "se exponen para 'protegernos a todos', a sabiendas de que de esa forma también 'se protegen a sí mismos' y al 'orden civilizado' del que dependen y que depende de ellos. Por eso debemos 'admirarlos y apoyarlos'; y por eso 'es una irresponsabilidad inmoral y suicida incumplir la normativa sanitaria'". Pero si hay una situación distante de la 'guerra' –en su temperatura ética, anti-identitaria y 'universal' es precisamente la 'catástrofe' que estamos viviendo.


En todo caso, lo que opera en contra de la 'causa superior' –la salvación de todas y cada una de las vidas humanas en peligro– son las 'medidas económicas y políticas' tomadas en la última década y  que ahora es necesario 'corregir a toda prisa' para proteger a los socialmente 'vulnerables'. En este sentido, y allí donde la responsabilidad individual y la institucional, donde 'lo común y lo público', se cruzan, 'nuestros políticos y nuestras élites económicas son más responsables' –pues conjugan ambas condiciones– que los 'ciudadanos privados'


'No es una guerra, es una catástrofe'. Es verdad que para dos generaciones de europeos (en otros sitios la verdadera guerra es su normalidad cotidiana) esta 'paliza de realidad' es lo más parecido a un 'conflicto bélico' que hemos vivido. Pero la 'crisis del coronavirus' es en sustancia lo contrario de una 'guerra'. Que sea lo 'contrario' de la 'guerra' también merece un análisis en profundidad. 


Lo real no se nos ha presentado como mala voluntad o identidad belicosa sino como 'contingencia impersonal adversa en un contexto capitalista' que (aquí sí está justificada la metáfora) lleva años 'haciendo la guerra a la naturaleza', los cuerpos y las cosas. Es la 'impersonalidad' no bélica de la 'catástrofe capitalista' la que hay que 'revertir y transformar': por eso es tan importante esta 'convergencia trágica de responsabilidad individual e institucional' que nos muestra ahora la importancia de los 'cuidados personales y colectivos'

El 'fin del capitalismo' puede estar acompañado de 'guerras' pero no será 'una guerra': su anticipo y su metáfora, como colofón de su dinámica interna de ilimitación incivilizada, es este 'virus replicante y sin rostro' que aparecerá una y otra vez en forma de 'catástrofe'. Para esta batalla 'no se necesitan soldados sino ciudadanos'; y esos aún están por hacer. 'La catástrofe es una oportunidad para fabricarlos'.


'No es una guerra, es una catástrofe'. La imagen del ejército en la calle –y hasta la de un general en una rueda de prensa– puede estar justificada pero también 'inquieta, política y antropológicamente'. Para que dejen de inquietar –y hasta nos alegremos de su presencia, si es que es realmente necesaria– sería indispensable que nuestros políticos (todos hombres, por cierto) dejen de inscribir su intervención en el 'marco de una guerra', de una 'contienda bélica', de una recuperación de los 'valores militares'

Sólo los médicos pueden hablar de 'guerra' y, en cuanto al espíritu de 'sacrificio', citado por el general Villarroya, quizás deberían ser las 'madres', y no los 'militares', las que nos diesen 'lecciones'. Un amigo muy inteligente nos dice que necesitamos 'ejemplos movilizadores y épica salvífica'. Es verdad. Pero esto 'no es una guerra, es una catástrofe'. Bastante duro es afrontar una 'catástrofe' como para que, 'además de temer al virus', acabemos también 'temiendo a nuestras co-víctimas' y a los que están 'intentando protegernos'.


Los 'ejemplos' ya los tenemos y son tan 'banales' como los de la 'maldad arendtiana' a la que se oponen; y la 'épica' también existe y es igualmente de andar por casa: la de ese hombre o mujer que, 'en el balcón de enfrente', a 4 metros de distancia, descubre de pronto en su 'odioso vecino' (al que hasta ayer saludaba con indiferencia o desagrado) una existencia afín y casi amiga a la que no puede abrazar. No deja de ser 'hermosamente paradigmático' que sea en 'una situación de aislamiento social impuesta', cuando 'los besos y los abrazo se proscriben', cuando de repente conocemos los nombres de quienes viven en nuestro bloque, 'nos preocupamos de si tienen alimento o necesitan medicinas'.

'No es una guerra, es una catástrofe'. Al contrario que en una 'guerra', no hay ninguna causa superior que la 'salvación' de todas y cada una de las vidas humanas. 'Venceremos sólo si  hay la menor cantidad de víctimas posibles'.


'Venceremos quizás esta vez'. Pero habrá que 'prepararse para la siguiente' y esta sacudida que reordena las 'prioridades' puede ser un entrenamiento 'crucial'.

FUENTE: ctxt.es
Santiago Alba Rico / Yayo Herrero
22/03/2020


El problema grave no es que el ejército esté en la calle porque pueden hacer una labor impagable, sino el giro que determinados mandos puedan darle a la situación en un momento dado.

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