La musicalidad de la mañana
mengua
Día tras día desde hace ya
unos años.
El canto de los pájaros se
apaga
Poco a poco a medida que el
tiempo
Fugazmente acelera su ritmo
y nos condena.
Tiembla el amanecer iluminando
heridas.
Solo se escuchan mirlos,
grandes pájaros negros
De aflautado gorjeo que se
han hecho
Indiscutibles dueños de
parques y jardines.
Ya no se oye el canto de
otras aves silvestres
Que antaño despertaban, con
sus agudos trinos,
La perezosa luz tibia de la
mañana:
Gorriones, canarios,
carboneros,
Herrerillos, milleros,
petirrojos…
Solo se escuchan mirlos
cantando en las orillas
Del alba, incluso antes,
cuando la noche aún,
Oculta en las farolas
urbanas hace creer
Con su artificial
luminiscencia
A estas aves oscuras, que
ya es de día y silban
A pleno pulmón su hermoso
repertorio.
Solo se escuchan mirlos
porque el resto
De pájaros urbanos han
desaparecido
Víctimas del estrés, la
contaminación, el ruido.
Y la ciudad se ha vuelto,
de repente,
Mucho más triste y gris,
envuelta en una absurda
Y cacofónica rutina de mil
ruidos
A la que solo salva ese
sonido mágico:
El melódico canto de los
mirlos.
Última llamada de atención
A unos seres que creen a
pie juntillas
Ser dueños y señores, los
puñeteros amos
De un mundo ajeno que no
les pertenece.
Miguel Ángel G. Yanes
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