20/4/19

LAS ENSEÑANZAS DE PAÍTO

He contado en múltiples ocasiones que fui criado por mis abuelos paternos: anarquista él y franquista ella. Imagínense ustedes esa infancia, girando sin cesar en medio de un torbellino de enfrentadas corrientes, pero logré asirme a una tabla salvadora: la literatura, a la que aún continúo aferrado con desesperación.

Entre las múltiples enseñanzas de Paíto (fue ese el nombre que "motu proprio" le asigné de niño a mi abuelo Juan) cabe destacar cómo supo inculcarme su pasión por la Poesía. Solía decir de si mismo que era un hombre prácticamente iletrado. "Solo conozco las cuatro reglas" sentenciaba para dejar patente su incultura, que no era tal, por mucho que él se empeñara en repetirlo.

Entre los múltiples poemas que me enseño en la infancia, hubo una composición dura y tierna a la vez,  que se grabó de manera especial en mi memoria por hacer referencia a la madre, esa huidiza figura que, cada sábado, se me escapaba fugaz entre los dedos cuando acudía a visitarme con mis hermanos a casa del abuelo. 

Juan G. Báez, "Paíto"

Y lo que son las cosas. Siempre pensé que era una copla popular de autor desconocido, pero atendiendo a un repentino pálpito (o a un extraño soplo -no lo tengo muy claro-) hoy pinché en el buscador de Internet la primera estrofa, que aún anidaba en mi memoria y, ante mi asombro, apareció la composición completa y el nombre de su autor. Hela aquí:

UNA LIMOSNA


Trémula viejecita
que al paso encuentro
con la frente rugosa
y el andar lento,

¡no te imaginas
cómo me hiere el alma
tu sola vista! 

Deja que conmovido
ponga en tu mano
esta pobre limosna
de un bien escaso: 

en esa ofrenda
doy un beso a mi madre
desde la tierra. 

Eduardo Calcaño
(1870 - 1941)

Miguel Ángel G. Yanes

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