3/4/19

EL PODER DE LA UNIÓN

Puerto de la Cruz - Tenerife - Islas Canarias

Deambulo por el portuense Paseo de Martiánez. La tarde, soleada pero algo desapacible por el soplo de un viento intempestivo, demasiado frío quizá para este principio abrileño, no invita a tomar asiento en las terrazas que, mudas y vacías, parecen aguardar expectantes al bullicioso turismo que las colme en la cercanas jornadas de la Semana Santa.

Captan mi atención tres vivarachos críos de piel color de ébano: juegan a la pelota alegremente; gritan, ríen, disfrutan... hasta que, de pronto, como apareciendo de la nada, un muchacho chino de más edad, más alto y robusto que ellos, se apropia del balón.

Paseo peatonal de Martiánez
 (otrora abierto al tráfico como se observa en la fotografía anterior)

Los niños, con probabilidad, dominicanos, cubanos, portorriqueños... (lo apunto porque se expresan en un perfecto castellano) lo rodean, y con un deje de temor en sus agudas voces, lo conminan a que lo devuelva. Pero él, consciente de su poderío físico se niega en redondo y se aleja, sin mediar palabra, con la lúdica esfera entre las manos.

Los tres, abatidos, se sienten en el suelo con un gesto de fastidio y tristeza. Es entonces cuando me acerco y les pregunto si conocen al chico que les quitó el balón. 


-¡Sí! responden al unísono.

- ¿Y por qué no le hicieron frente?

- Porque Sun-Wei es mucho más fuerte que nosotros. dice uno de ellos.

- Será más fuerte que cada uno, pero no más fuerte que los tres juntos. ¿Nadie les enseñó que la unión hace la fuerza?


Se miran confundidos y me preguntan:

- ¿Y cómo se hace?

- Muy fácil: Seis manos agarran mejor que dos. Así que, si lo intentan a la vez, posiblemente le puedan arrebatar la pelota.

Sin dilación, echan a correr y los pierdo de vista entre la gente. Al poco rato los veo aparecer dándole patadas al preciado trofeo. Se ha cumplido la máxima:


No sé si habrán recibido algún sopapo del abusador de Sun-Wei, pero han triunfado en su empeño y me lo agradecen abanándome desde lejos, más contentos que una pascuas.

Miguel Ángel G. Yanes

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