23/4/19

DELMIRA AGUSTINI, AMOR, SEXO Y LOCURA

“Yo muero extrañamente… No me mata la vida no me mata la muerte, no me mata el amor. Muero de un pensamiento mudo como una herida… ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor …?"

 
Delmira Agustini

Nació en Montevideo el 24 de octubre de 1886. Fue criada en una familia conservadora que tenían conductas estrictas, propias de la burguesía. Sin embargo, le dio la posibilidad de cultivarse culturalmente y desarrollar su creatividad. A los cinco años sabía leer y escribir correctamente y a los diez componía versos. 

Su padre fue Santiago Agustini Barrios, ​era uruguayo pero de ascendencia francesa. Se dice que Agustini era prestamista usurero, operador activo con el ejército y miembros de la clase política. El oficio paterno no gozaba de buena reputación. Su madre María Murtfeld Triaca era argentina, pero de ascendencia alemana. Fue una niña precoz. Además de componer versos desde que tenía diez años, realizó estudios de francés, música y pintura. 

Debemos destacar el carácter dominante y opresivo de su madre, aunque no hay pruebas de ello, salvo por los juicios negativos del yerno, hacia el cual parece que María Murtfeldt manifestó muy poca simpatía desde el principio.

Vivió una infancia bastante aislada de otros niños de su edad, y de adolescente prefería pasar el tiempo leyendo, escribiendo o tocando piano a solas. 

Sus padres apreciaron y estimularon el talento de la joven y colaboraron con ella de distintas formas: llevándola a la redacción de revistas y periódicos, para que presentara sus escritos, favoreciendo encuentros con los más importantes intelectuales de la época y, primero su padre y luego su hermano Antonio, transcribiendo sus textos.

Delmira Agustini

Su padre estuvo seguro desde su inicio del valor literario que tenían y se dedicó a ordenar y pasar en limpio los borradores de cuadernos y papeles sueltos, dejados por Delmira, a veces con el agregado de nuevas correcciones. Esas transcripciones de Sebastián y Antonio Agustini forman parte del Archivo Delmira Agustini situado en la Biblioteca Nacional de Montevideo.

Desde muy niña manifestó una particular propensión a la escritura y una preferencia por la poesía. A los dieciséis años empezó a colaborar con la revista La Alborada, que se publicaba en Montevideo, primero con sus propios poemas y con su propio nombre, después con el seudónimo Joujou.

Posteriormente, ya en el año 1903, participando en una nueva sección a la que ella misma dio el título de “Legión etérea”,consistente en una serie de semblanzas de mujeres notables de la época, entre otras su amiga María Eugenia Vaz Ferreira (1880-1925), algo mayor que ella y ya muy conocida.

Colabora con otras revistas literarias, como Apolo y Rojo y Blanco. Es en estos poemas donde se identifica su estilo modernista más extremo, muy cercano al de Rubén Darío en Azul o Prosas profanas. En ellas, están presentes el exotismo, el cosmopolitismo, el preciosismo y un afán por la rima musical.

En el salón de pintura que frecuentaba, conoció al joven André Giot de Badet, francés, con quien estableció una relación de afectuosa amistad. Con él hablaba en francés, leían juntos e intercambiaban libros. Giot tradujo algunos poemas de Delmira que fueron publicados en revistas francesas.

La cita

En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche
De flores y de luces de espíritu; mi alma,
Calzada de silencio y vestida de calma,
Irá a ti por la senda más negra de esta noche.
Apaga las bujías para ver cosas bellas;
Cierra todas las puertas para entrar la Ilusión;
Arranca del Misterio un manojo de estrellas
Y enflora como vaso triunfal tu corazón.
¡Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando…!
Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando
Que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho…
Para el amor divino ten un diván de calma,
O con el lirio místico que es su arma, mi alma
Apagará una a una las rosas de tu lecho!

Su prematura muerte le impidió prolongar una trayectoria que sin duda la habría situado, junto a Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y sus compatriotas María Eugenia Vaz Ferreira y Juana de Ibarbourou, entre las grandes poetisas de América.

Colaboró también en la revista “Apolo”con el poeta Manuel Pérez y Curis. Formó parte de la Generación del 900, junto a Julio Herrera y Reissig y Horacio Quiroga, al que consideraba su maestro. Rubén Darío llegó a compararla con Santa Teresa, diciendo de ella que era la única, desde la santa, en expresarse como mujer.

MATRIMONIO Y ASESINATO

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Boda de Delmira Agustini y Enrique Reyes

Delmira tuvo como novio a Enrique Job Reyes, que era un subastador de ganado, compraba y vendía caballos. Era un año mayor que ella, con quien no podía existir ninguna afinidad intelectual, pero sí, como se verá, una gran atracción sexual y una dependencia emotiva, con la persistente regresión infantil evidenciada en las cartas y mensajes que le enviaba cotidianamente. 

Era el año 1908 y este noviazgo se realiza con total discreción, ya que la madre no aprueba esta relación Al principio, se limita al contacto epistolar y llegará a durar cinco años. Reyes provenía de una familia acomodada del Departamento de Florida.

Nunca apreció el talento poético de Delmira y más bien lo consideraba algo molesto. La muchacha, que Enrique Job Reyes conoce en 1908, es rubia, flexible, de ojos celestes y perturbadores. 

Le han dicho, que ella toca virtuosamente el piano, que pinta muy bien y que escribe poemas. ¿Qué más le hace falta para enamorarse de ella?El tiene 23 años, es rematador de hacienda y usa bigotes engominados. La poesía le interesa poco, pero no debe dudar de que se trate de un atributo tan femenino como el recato o la belleza.

Después de un noviazgo formal de cinco años,contrajo matrimonio con Enrique Reyes el 14 de agosto de 1913. Sin embargo, es un hecho que Delmira se casó con él contra su parecer.

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El mismo día de la boda y poco antes de la ceremonia, Delmira, atormentada por las dudas, pidió consejo a su amigo, el escritor argentino Manuel Ugarte, con quien ya había establecido una relación epistolar amorosa. Por temor a un escándalo social o por el vínculo que eso generaría entre los dos, le aconsejó que no se echara atrás y se casara. El consejo no fue acertado, pues pocas semanas más tarde Delmira decidió regresar a la casa de sus padres. 

Es famosa la frase dirigida a su madre, para explicar la dramática decisión de abandonar al esposo: “No puedo soportar más tanta vulgaridad”.Por diversas desavenencias conyugales lo abandonó un mes y medio más tarde.

El trece de noviembre interpone una demanda de divorcio alegando hechos graves, que imposibilitan cualquier reconciliación con su marido. También, se refiere a amenazas sufridas posteriormente a la separación. Casi al mismo tiempo, empieza a cartearse intensamente con Ugarte.
 
Se divorcia el 5 de junio de 1914, estando ambos totalmente de acuerdo en el divorcio. Delmira se siguió viendo con Reyes, dos o tres veces por semana, en el cuarto alquilado por él en casa de un amigo, donde se había ido a vivir después de la separación. 

Esas citas amorosas clandestinas tenían tal vez la finalidad de realizar un deseo secreto que, según la hermana de Reyes, consistía en “transformar a su esposo en amante”. Sea como sea, la anómala situación terminó de la manera más trágica. El 22 de junio de 1914 los amantes se encontraron como de costumbre.

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Enrique Job Reyes, armado de pistola, le disparó dos balazos a Delmira en la cabeza y después disparó contra su propia sien. Delmira murió inmediatamente; él falleció dos horas más tarde en el hospital.

Esta trágica historia, las ambigüedades de los documentos existentes, como la carta que Reyes le escribió a Delmira, después que ella lo había abandonado y regresado a casa de sus padres y algunas declaraciones de amigos y parientes de la pareja, así como el contraste entre la poeta asediada por la sexualidad y la joven aniñada de las misivas o del diario, han fomentado una nutrida bibliografía de especulaciones críticas, de obras dramáticas y narrativas, donde la historia se mezcla con la ficción y en definitiva han condicionado la exégesis de la obra misma de Delmira.

Al parece es el gran amor de su vida, amor contemporáneo de aquel noviazgo y del final de esta historia, testigo de la boda y que, minutos antes de la ceremonia la hizo vacilar. Se trataba del escritor argentino Manuel Ugarte, amigo de Darío en Francia, socialista,conocido en toda América Latina por su literatura y por su militancia antiyanqui, viajero, seductor, y a ello le añadía una buena presencia física; por esos días las vidas de ambos se ven fuertemente sacudidas. 

Es el momento como vemos, en que Delmira vive una nueva e intensa pasión por Ugarte y por otro lado su separación matrimonial con Reyes, pero con el que se sigue viendo y teniendo una intensa actividad sexual. Ugarte había estado en el año 1913 en Montevideo y había visitado con frecuencia a Delmira, que se casa en agosto de ese año. El treinta y uno de octubre Ugarte es detenido en Buenos Aires. El diez de noviembre presenta su renuncia al Partido Socialista, y el trece de noviembre recibe la nota en que se le expulsa de su partido.  Posteriormente, conoce el asesinato de Delmira.

OBRA POETÍCA 


A los 21 años (1907), publica su primer poemario, el libro blanco, con prólogo de Manuel Medina de Betancourt. A partir de entonces, empieza a establecer amistad con algunas de las figuras intelectuales más sobresalientes de la época, casi todas mayores que ella: el ya mencionado, Manuel Medina Betancourt, Alberto Zum Felde, Roberto de las Carreras, Juan Zorrilla de San Martín, Carlos Vaz Ferreira, Julio Herrera y Reissig, Samuel Blixen, entre otros.

Su poesía expresó el erotismo femenino en una época en la que el mundo estaba dominado por el hombre. Su estilo pertenece a la primera fase del modernismo y sus temas tratan de la fantasía y de materias exóticas.

Eros, dios del amor, simboliza el erotismo y es la inspiración para los poemas de Delmira Agustini sobre los placeres carnales. Es el protagonista en muchos de sus poemas y obras literarias, y a quien dedicó su tercer libro titulado “Los cálices vacíos”del año 1913, lo que significó su entrada al movimiento de vanguardia.

Su obra se caracteriza por una fuerte carga erótica. Sus poemas siguen un criterio modernista y están llenos de feminismo, simbolismo, sensualidad y sexo. El alma de Delmira sin “filtros ni condicionamientos”queda patente en el poemario “Los cálices vacíos”. La obra es, además una invitación a desandar el camino que la condujo a su yo. 

En el año 1924, se publicaron en Montevideo sus obras completas. Entre sus títulos destacan los siguientes:



·      El libro blanco, del año 1907.

·      Cantos de la mañana, del año 1910. 

·      Los cálices vacíos, del año 1913.


Ediciones póstumas:


·      El rosario de Eros, en el año 1924. 

·      Los astros del abismo, en el año 1924.

·      Correspondencia sexual, en el año 1969.


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La musa

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
Con dos ojos de abismo que se vuelven fanales;
En su boca una fruta perfumada y bermeja
Que destile más miel que los rubios panales.
A veces nos asalte un aguijón de abeja:
Unos raptos feroces a gestos imperiales
Y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y puñales!
Y que vibre, y desmaye, y llora, y ruja y cante,
Y sea águila, tigre, paloma en un instante.
Que el Universo quepa en sus ansias divinas;
Tenga una voz que hiele que suspenda que inflame,
Y una frente que erguida su corona reclame
De rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas.


Delmira publicó en el año 1907 su primer poemario: “El libro blanco”, compuesto por 51 poemas, algunos de ellos sin título, de los cuales treinta serían luego recogidos antológicamente por ella misma en la edición de “Los cálices vacíos”.

En el año1910, publica su segundo libro “Cantos de la mañana”, prologado por el escritor uruguayo Manuel Pérez y Curis. Está formado por 19 composiciones en verso, dos de las cuales reunidas bajo el título común de “Elegías dulces”,y tres en prosa, denominadas simplemente “Poemas”.

En ese tiempo ya era una poeta célebre y su prestigio impecable, tanto que en su casa es visitada por varios escritores atraídos por su talento. Asimismo, recibe una elogiosa carta del reconocido intelectual argentino, Manuel Ugarte; es el primer contacto de Delmira con quien, un par de años después, establecerá una ardiente correspondencia.

En el año 1912, conoce a Rubén Darío durante una de sus visitas a Montevideo e inician una amistad cordial que se expresa en un intercambio de cartas. En esta visita a la capital uruguaya, a Darío lo acompaña su amigo Manuel Ugarte. Es entonces cuando Delmira y el argentino, once años mayor que ella, se conocen personalmente. Las visitas de éste a la poeta se hacen más frecuentes con el tiempo (su noviazgo con Enrique Reyes llevaba ya cuatro años).

En febrero del año 1913, publica su tercer y último libro en vida libro de poemas, “Los cálices vacíos”. Estáformado por veintidós poemas originales, el primero de los cuales está en francés, precedidos por un “Pórtico”de Rubén Darío, seguidos por una selección antológica de sus libros precedentes, y cerrados con una serie de juicios críticos.

Rubén Darío

Este poemario, más abiertamente erótico que los anteriores, levanta murmuraciones entre los miembros de la sociedad burguesa montevideana. Seis meses después, el catorce de agosto, Delmira y Reyes finalmente se casan.

Delmira conoce su propia nocturnidad, la fuerza avasalladora del deseo y la ferocidad de su propio deseo; sabe, que el deseo, la belleza y el mal forman un trío indivisible y dominante. Sabey busca con el dominio racional del lenguaje la expresión más justa para lo que, en definitiva, es inexpresable.

La pasión aceptada y vivida en profundidad, sin ceder nada al miedo, o al compromiso social, o a cualquier forma de mediación, es más que humana. La ceguera es en realidad, paradójicamente, la lucidez con la que se afronta una pasión incontenible, porque ésa oscurece el mundo para iluminar el centro del propio deseo.

Para semejante obsesión, para semejante esclavitud a la vez siniestra y sublime no existe más cura que la propia entrega, más salvación que la aceptación de perderse definitivamente. Lo que Delmira ha logrado enfrentar en esa lectura despiadada y fulgurante de su interioridad es indefinible, porque reúne en sí lo naturalmente contrario, placer y dolor, infierno y paraíso, vida y muerte.

Montevideo cuenta con un espacio memorial dedicado a Delmira Agustini y a todas las víctimas de la violencia de género ubicado en la calle Andes 1206, donde Delmira fuese asesinada por su exmarido. Es una obra del artista Martín Sastre y fue inaugurado en 2014 al cumplirse cien años del asesinato de la poeta.


“Lo inefable”, Cantos de la mañana

Yo muero extrañamente... No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...
¡Cumbre de los Martirios!... ¡Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!...
¡Pero arrancarla un día en flor que abriera
milagrosa, inviolable!... ¡¡Ah, más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!!



FUENTE: nuevatribuna.es
Edmundo Fayanas Escuer
05/04/2019

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