12/4/19

LA BRONQUISTA

No sé si venía montada en rubíes, alcoholes o alcaloides, pero era una mujer peligrosa, capaz de meterte en un embolado a las primeras de cambio. De ahí que, conociendo su trayectoria, nunca le dirigiera la palabra.

Era joven, alta, guapa... físicamente poderosa sin llegar al sobrepeso, pero con una mala leche inigualable. Le encantaba armar líos y follones sin venir a cuento; como aquel día en el que, sentada en la terracita del bar le dijo a H, que se hallaba en la barra departiendo con unos amigos:
 

- ¡Tío, te estoy tirando los tejos y no me haces ni puñetero caso. ¿Tú eres maricón o qué?!

- ¡Sí! hoy me toca. Vuelve mañana a ver si ya se me pasó.


Sintiéndose ninguneada, se levantó y se fue hacia él con la clara intención de arrearle un sopapo. Entonces T, el propietario del negocio, se interpuso entre ambos, conminándola a abandonar el local si no se comportaba. Fue cuando creí que el castañazo iba a llevárselo él, pero echando chispas por los ojos y farfullando palabrotas, se dio la vuelta, recogió el bolso y se fue sin pagar.

T intentó salir tras ella a reclamarle la cuenta, pero lo detuvimos convenciéndolo de que era mejor así. Tal vez, sabiendo que había dejado una deuda pendiente tardaría más en volver.


Miguel Ángel G. Yanes

No hay comentarios:

Publicar un comentario