6/1/21

EL IMPRESENTABLE DEL 'FOULARD'

Días atrás, mi tocayo Guerrero y yo, tras nuestro diario descenso matutino desde las alturas de Santa Cruz hasta la costa, ahora casi oculta a los ojos, decidimos echar una cañita que refrescara nuestros resecos gaznates antes de subir a la lombriz eléctrica (llámenla, tranvía) para regresar al punto de partida.

Así que nos dirigimos a la terraza que el Grupo Compostelana mantiene en la Plaza de la Candelaria. Hete aquí que al llegar observamos un trasiego desmedido de mesas y de sillas, un auténtico 'pandemónium' en el que todos los empleados andaban inmersos a las órdenes de un individuo que, con el cuello envuelto en un 'foulard', gritaba improperios a diestra y a siniestra.

Por lo que pude colegir, pretendía reestructurar la terraza para sacarle todo el partido posible a raíz de las restrictivas medidas a las que obliga el Covid. Algo que me pareció lógico y natural; lo que no lo era tanto fue su manera despótica y despectiva de tratar a los empleados, sobre todo a una joven, novata tal vez en el oficio, a la que ninguneó y denigró de manera inadmisible, llegando incluso a a llamarla despectivamente (el tono de su voz, así lo demostraba) por su diminutivo, recriminándole su poca diligencia.

Mi amigo y yo, apoyados en la verja que rodea el Monumento a la Candelaria, no perdíamos detalle de cuanto acontecía, hasta el punto de que el individuo en cuestión, acabó fijándose en nosotros, lo que no fue óbice para que dejara de actuar como un verdadero energúmeno con sus subordinados.

Monumento a la Virgen de Candelaria

Quienes me conocen saben que soy bastante visceral y que no soporto que se maltrate a nadie, ya sea de forma física o verbal, y mucho menos a quienes intentan ganarse el diario sustento honradamente, así que intenté irme hacia el impresentable del 'foulard' para recriminarle su actitud. Pero mi tocayo estuvo al quite y agarrándome por un brazo, me dijo:

- No merece la pena. Puede que se rebote más con ellos.

Reconocí que podía tener razón y frené mis ímpetus, pero me prometí a mi mismo que habría de contar públicamente este maltrato a la clase trabajadora. Y en ello estoy.

Con posterioridad, averigué que el individuo en cuestión no era un simple encargadito al uso, uno más de esos jefecillos tóxicos y jodedores que tanto abundan en la actualidad, sino el propietario de la cadena, un gallego 'dinámico' y emprendedor que, tras 30 años en Tenerife, se ha hecho, hasta la fecha, con siete establecimientos dedicados a la restauración gastronómica. Un empresario de relumbrón, vaya.

Pero lo que me genera ciertas dudas, a raíz de la desagradable y tiránica actitud hacia sus empleados, es si será tan eficiente a la hora de pagar, de cumplir con los horarios laborales, de respetar el convenio del sector y de gestionar su ERTE.

Lo verdaderamente triste de este puñetero sistema capitalista en el que estamos imbuídos, es que unos pocos se hacen ricos a costillas de quienes se dejan la piel a través del trabajo duro y mal remunerado... ¡Pardiez!

Mago canario (retrato de Julio Pestano Chico)

Pocos inspectores tiene el Ministerio de Trabajo, amigo Sánchez.

¡¡¡Arregle eso, coño!!!

Miguel Ángel G. Yanes

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