10/1/21

CONTAGIO GLOBAL (1ª PARTE)

'Capitalismo pandémico'

El capitalismo es una 'sindemia' y va a seguir produciendo virus y pandemias. Ése es el futuro y no es nada halagüeño. La política y la ciencia deberían estar luchando para liberar a la humanidad y a ellas mismas del capitalismo. Eso sí sería bueno para todos


Recorte de 'Nueve imágenes de la gran peste de Londres'. Walter George Bell (1924). Wellcome Library, London 

El pasado mes de septiembre, Richard Horton publicaba en la conocida revista The Lancet un artículo cuyo título puede resultar provocativo o sospechoso: 'No es una pandemia'. Obviamente, no se trata de que uno de los medios científicos más prestigiosos del mundo hubiese colado entre sus páginas la opinión de un negacionista. Horton "no negaba la existencia de la Covid-19 ni alimentaba delirios conspirativos. Basándose en un concepto forjado en 1990 por el epidemiólogo Merrill Singer, Horton sostenía que no nos enfrentamos a una pandemia sino a algo más complejo y, por lo tanto, más peligroso: una 'sindemia'.

Es decir, "un cuadro epidémico en el que la enfermedad infecciosa se entrelaza con otras enfermedades, crónicas o recurrentes, asociadas a su vez a la distribución desigual de la riqueza, la jerarquía social, el mayor o menor acceso a vivienda o salud, etc., factores todos ellos atravesados por una inevitable marca de raza, de clase y de género". La 'sindemia' es una pandemia en la que los factores biológicos, económicos y sociales se entreveran de tal modo que "hacen imposible una solución parcial o especializada y mucho menos mágica y definitiva".

  

Richard Horton

El problema no es, pues, el coronavirus. El problema es un 'capitalismo sindémico' en el que ya no es fácil distinguir entre naturaleza y cultura ni, por lo tanto, entre muerte natural y muerte artificial. "El propio capitalismo es la 'sindemia'". Pensemos, de entrada, en la multiplicación muy reciente de nuevos virus (gripe aviar, SARS), "inseparables de la industria agroalimentaria y de la presión extractiva sobre el mundo animal". En un libro inquietante y riguroso, 'Grandes granjas, grandes gripes', Rob Wallace describe "un modelo de producción cárnica en el que todo el proceso –desde la alimentación de aves y ganado hasta la aglomeración en las granjas– no solo facilita sino que hace inevitable la generación de nuevas cepas virales y su transmisión a los seres humanos".

"No hace falta recurrir a teorías de la conspiración", dice Wallace; "los nuevos virus han sido creados, por supuesto, en un laboratorio, pero solo en el sentido de que el capitalismo ha convertido la naturaleza misma en un laboratorio vivo, en permanente ebullición patológica, incontrolable incluso para sus gestores y beneficiarios". El término 'iatrogenia' se utiliza en general para referirse a "los muertos producidos, sin dolo ni finalidad espuria, por la institución médica: el caso, por ejemplo, de las infecciones hospitalarias, responsables todos los años de más muertes que las gripes comunes".

 

Pues bien, "si un hospital, concebido como una unidad de seguridad sanitaria y sometido, por tanto, a toda clase de garantías asépticas, produce, pese a todo, infecciones mortales, ¿qué no ocurrirá en granjas proyectadas expresamente para acelerar el crecimiento de los animales mediante cócteles antibióticos y en condiciones de concentración literalmente infernales?" La voluntad podría, sí, desmontar la máquina, pero "la máquina se mueve ya al margen de nuestra voluntad". Wallace dice: “Al hacer capitalista a la naturaleza se hace que el capitalismo sea considerado algo natural, y ello de tal manera que las disparidades en nuestra salud surgen de nuestros genes o de nuestras entrañas, no de los sistemas de apartheid.

El capitalismo ha inscrito en la naturaleza sus propias leyes mortales pero el apartheid, más allá del trabajo de Wallace, "sigue incidiendo de modo determinante en la distribución y en las consecuencias de las infecciones víricas". Es aquí donde nos interpela el concepto muy técnico de 'sindemia' propuesto por Singer y Horton.

 

Rob Wallace

Los nuevos virus, nacidos en los 'laboratorios naturales' de las grandes granjas agropecuarias, sin intervención de ningún maligno conspirador, pasan a sociedades humanas muy estratificadas en las que "las mujeres, las minorías racializadas y las poblaciones urbanas marginadas, más expuestas a contactos de riesgo y víctimas ya de enfermedades no infecciosas o crónicas, acaban sucumbiendo a la epidemia" y justificando, además, aislamientos selectivos y discriminaciones adicionales que, en una nueva vuelta de tuerca, agravan sus condiciones sociales y multiplican los riesgos de contagio global.

"Los virus pasan de animales maltratados a humanos maltratados en una sinergia potencialmente apocalíptica".


Ahora bien,"si el capitalismo es una sindemia que convierte las granjas en laboratorios bioquímicos y las ciudades en focos de desigualdad epidémica, ¿cuál será la solución a la pandemia de covid?" Anticipemos que una de las paradojas inseparables de esta 'dimensión sindémica' es el hecho de que "el mismo capitalismo que ha roto las fronteras naturales –y las sigue rompiendo sin parar– se sostiene sobre la falsa ilusión de una 'seguridad total'".

Demos un rodeo. Desde que la OMS declaró el carácter pandémico –es decir, global del coronavirus en marzo de 2020, el combate local contra su difusión ha adoptado formas diversas según regímenes y tradiciones. "China apostó por el control social y tecnológico; Inglaterra, Brasil, EE.UU. por la inhibición neoliberal; la UE por una fórmula mixta en la que las medidas sanitarias se combinaban a veces con alguna medidas sociales que frenaban parcialmente nuestro modelo de trabajo y consumo, basado en la movilidad".


En todo caso, "el debate se ha centrado en un presunto conflicto entre políticos y científicos". ¿Hay que hacer política o dejar decidir a los médicos y epidemiólogos? ¿La pandemia, pone fin a la intervención política, ya muy desprestigiada en un mundo presidido por la des-democratización global? ¿No será mejor dejar gobernar directamente a los científicos?

El problema de este debate es que es falso, y lo es porque parte de un doble presupuesto erróneo: "el de que en un 'sistema sindémico'  puede haber una solución especializada y el de que, aún más, los políticos y los científicos siguen siendo poderes realmente determinantes. Tanto los políticos como los científicos están, si no secuestrados, al menos sí dirigidos o limitados por las propias fuerzas económicas".

Durante las cuatro últimas décadas, sobre todo tras la derrota de la URSS en la Guerra Fría, movimientos altermundialistas de renovación democrática recuperaron el concepto anticolonial de 'soberanía' para reclamar la emancipación de la esfera pública –el Estado y sus institucionesrespecto de la economía y sus empresas; "no es laico, desde luego, un Estado que confunde las esferas política y religiosa, pero tampoco lo es, o no  lo es verdaderamente, el que confunde las esferas política y económica".

En casi todos los países del mundo, como consecuencia de esta 'falta de laicismo', trágica en tiempos de crisis económica y gestión neoliberal, se llegó a la pandemia con una confianza muy deteriorada en los políticos y las instituciones públicas, y ello con los efectos de todos conocidos.


Eso explica que, "ante la eclosión inesperada de la catástrofe sanitaria, muchos ciudadanos dirigieran sus esperanzas hacia la ciencia". Ahora bien, lo que nos ha revelado la Covid-19 es que "la ciencia no está menos amenazada que la política por el 'capitalismo sindémico' y sus espontaneidades destructivas".

Históricamente las pandemias (desde la peste de Atenas a la gripe española de 1919) han generado reacciones de pánico individual y colectivo, un caldo de cultivo muy propicio para las teorías conspiratorias. Por muy descorazonador que resulte, "es antropológicamente normal defenderse de la ceguera del azar y de la arbitrariedad biológica buscando un culpable concreto: los judíos, los extranjeros, los pecadores, los curas, los chinos, Bill Gates..."

La mal llamada 'gripe española' (1918-1919)

"Nada nos da tanto miedo como la contingencia, que nos vuelve al mismo tiempo vulnerables e intercambiables, y por eso, frente a ella, nos inclinamos a concebir los destinos del mundo en términos de 'voluntad', aunque sea adversa y negativa, y no de aleatoriedad". Preferimos, en definitiva, un Dios malvado –un demonio providente a un virus geométrico que no podemos controlar pero tampoco insultar o denunciar; "nos aterra esa abstracción ciega que no reconoce nuestra existencia ni siquiera para matarnos".

Preferimos siempre, sí, un relato en el que el Mal omnipotente tenga una identidad corporal, nombrable y visible, porque el odio es un ansiolítico muy poderoso; y en el que las víctimas tengan protagonismo, al menos como objetos de una persecución premeditada y sujetos de un saber superior, pues nada tranquiliza tanto, en una situación incontrolable, como justificar nuestra impotencia y afirmar nuestra autoestima.

Pues bien, todos estos factores antropológicos se han conjugado del modo más favorable –es decir, más peligrosoen el contexto de una 'pandemia sindémica' que venía socialmente precedida por la disolución de los vínculos comunitarios y la pérdida de credibilidad de los políticos y de las instituciones.

Lo que quiero decir es que, en el debate entre políticos y científicos, los delirios complotistas tienen el valor de señalar, de un modo falso, la falsedad de ese conflicto. "Negando la existencia de un virus que no pueden ver, atribuyendo su aparición a una 'mala voluntad' entre bastidores o denunciando en las vacunas una estrategia de ingeniería social y de control mundial, las teorías de la conspiración han iluminado la inconsistencia del conflicto políticos/científicos en la medida en que, errando peligrosamente el camino, han situado en otro marco, sin embargo, el origen y la solución de la pandemia".

CONTINÚA...

FUENTE: ctxt.es
Santiago Alba Rico
04/01/2021

Recomiendo a todos mis seguidores y amigos, la lectura íntegra y detallada de este interesantísimo artículo, tremendamente esclarecedor,  que les abrirá los ojos sobre las muchas patrañas y pamplinas que, a diario, el sistema nos cuela de rondón.

¡Por favor, no dejen de leerlo! Les prometo que no se arrepentirán.
 
En breve colgaré la segunda parte.

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