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La frontera de la muerte
Xosé Ramón Ermida señala que "los sitios escogidos para dejar los cadáveres eran ayuntamientos fronterizos entre provincias o regiones, para enmarañar administrativa y burocráticamente su hallazgo". Entre Asturias y Galicia, además, mediaba un río. “La represión de Franco fue muy dura contra los vecinos del pueblo”, explica el historiador de Foz, municipio lucense situado a media hora del asturiano Santiso d’Abres [en castellano, San Tirso de Abres], quien subraya la hermandad entre ambas orillas del Eo.
“Era una zona republicana, pero las tropas nacionales llegadas de Galicia a finales de julio de 1936 tenían como objetivo la zona minera de A Pontenova [12 kilómetros río abajo]. Entraron por dos frentes, instalaron ametralladoras y la iban a liar gorda, si bien ese día no hubo muchas bajas, pues los mineros lograron huir porque conocían las galerías y las vías de escape”, añade Pedro Amago.
Ejecutados o a la fuga, el escarnio no cesó con la muerte ni con la ausencia. Saqueaban a las víctimas después de asesinarlas y algunos matones lucían el botín en público. “El robo del reloj por su verdugo es un hecho recurrente y hay miles de ejemplos. Fue una práctica muy extendida”, afirma Ermida, quien este domingo estará presente en el "homenaje que Memoria da Mariña brindará en Santiso a las víctimas del franquismo en la cuenca del Eo, entre ellos Amago, Miranda y Llenderozos".
Además,"los seis represaliados sin identificar que yacen en la fosa común del cementerio parroquial, asturianos de localidades vecinas encarcelados en Castropol, serán honrados con una placa". Rendirán una ovación a Pablo Martínez Crespo, maestro en Trabada, quien trató de defender la República en Figueiras hasta que fue encarcelado. "Tampoco habrá olvido para otros dos asesinados en Santiso, Xosé Suárez Novás y Xosé María Jardón, cuyos cuerpos nunca fueron hallados".
En los actos, donde se ensalzará la figura del guerrillero Luís Trigo O Gardarríos, estarán presentes su nieta, Fernanda Cedrón, y "uno de los últimos maquis antifranquistas vivos, Francisco Martínez Quico".
Luis Trigo Chao "Gardarríos", un mito del maquis lucense
"El escenario del homenaje tiene sentido y una significación especial, pues este Ayuntamiento fronterizo entre Asturias y Galicia fue usado tanto como lugar de ejecución como para cavar fosas comunes, pues así dificultaban el reconocimiento de las víctimas”, insiste Ermida.
Robar el reloj, un acto “degradante”
"¿Volverán algún día los relojes a dar la hora?
¿Contarán el tiempo transcurrido desde que se paró? ¿Señalarán las
agujas a sus verdugos? ¿Habrá reparación y justicia?... Tic tac... tic tac".
La historiadora Ana Cabana Iglesia, en "La derrota de lo épico (Universitat de València)", subraya que “quedarse con las pertenencias de un muerto era visto como degradante, incluso en el caso de un asesino que, en principio, podría parecer que no podía incurrir en un acto que lo denigrara más”. Pero así fue.
La historiadora Ana Cabana Iglesia, en "La derrota de lo épico (Universitat de València)", subraya que “quedarse con las pertenencias de un muerto era visto como degradante, incluso en el caso de un asesino que, en principio, podría parecer que no podía incurrir en un acto que lo denigrara más”. Pero así fue.
Ermida recuerda que el falangista José Bargueiras, un casero de A Pastoriza que participó en la derrota y represión de la resistencia en la frontera lucense-asturiana, se quedó con el bien más preciado del republicano Antonio Álvarez tras detenerlo en A Fonsagrada y asesinarlo en Negueira de Muñiz. “Su actuación como represor está documentada por múltiples testimonios, aunque ninguno como una causa militar que refleja ese crimen”, indica el historiador.
“Tras matarlo, la columna fascista se reparte todas las posesiones del muerto. Dos mil pesetas y todo lo que llevaba encima: uno se queda con el chaquetón; otro, con la boina, otro, con los zapatos; y Bargueiras, con el reloj, que intentó vender en la feria de Castro de Rei. Ese documento oficial confirma un hecho transmitido a través de la memoria oral: los asesinos y represores se quedaban con las pertenencias y los relojes de las víctimas”, explica Ermida.
Cabana define a Bargueiras como “un represor sin escrúpulos que tuvo uno de sus centros de operaciones en el Ayuntamiento de Castroverde, pero que no dudó en asesinar a un vecino suyo". Por ello, la comunidad justificaba la ejecución de "los falangistas que rompieron los códigos", del mismo modo que "los ajustes de cuentas no estaban sancionados", subraya la profesora de la Universidade de Santiago en su libro.
"Este tipo de muerte se entiende como merecida y se insiste en que no le faltaban objetos personales que, primero, no igualaran ese acto de justicia con un robo cualquiera y, segundo, no implicara uno de los aspectos que más se les reprochaba a los represores falangistas, el mancillamiento de un cadáver y el robo de sus enseres”, escribe Cabana. Es decir, que un guerrillero no debía hurtar las pertenencias de un represor para dar fe de que aquella muerte era política y respondía a una venganza.
Así, insiste la historiadora en "Sobrellevar la vida". Memorias de resistencias y resistencias de las memorias al franquismo, era clave que no pudiera alegarse que se había ultrajado “con violencia post-mortem” el cuerpo de un matón ni quitarle sus posesiones, por insignificantes que fuesen. Hacerlo se consideraba “una actuación despreciable y denigrante, incluso en el caso de un represor que ya había cometido la vileza de asesinar”, explica en el citado texto, incluido en el libro colectivo "No solo miedo. Actitudes políticas y opinión popular bajo la dictadura franquista (Comares)".
La tradición oral ha traído hasta nuestros días la copla dedicada al comandante José Moreno Torres, "asesinado por falangistas en A Fonsagrada tras combatir junto a otros anarquistas en el frente de Asturias, que cayó en manos de las tropas rebeldes en octubre de 1937". Un romance de ciegos dedicado a su figura relata el robo de su zamarra y su reloj una vez muerto:
Con una buena zamarra del comandante Moreno,
paseaba en Fonsagrada el otro día un caballero.
Paseaba en Fonsagrada con la zamarra de cuero,
y un chistoso le decía:
¿qué buen mozo estás, Moreno?
¿Dónde está el reloj de oro del comandante Moreno?
Seguramente se gasta en el pueblo del Acebo.
¿Dónde está la cazadora del comandante Moreno?
Seguramente se gasta muy cerquita de San Pedro.
paseaba en Fonsagrada el otro día un caballero.
Paseaba en Fonsagrada con la zamarra de cuero,
y un chistoso le decía:
¿qué buen mozo estás, Moreno?
¿Dónde está el reloj de oro del comandante Moreno?
Seguramente se gasta en el pueblo del Acebo.
¿Dónde está la cazadora del comandante Moreno?
Seguramente se gasta muy cerquita de San Pedro.
Ana Cabana también se hace eco de la rapiña que sufrió el alcalde de Arzúa, Juan Manuel Vidal García, quien había construido escuelas en varias parroquias de su municipio con el dinero que mandó cuando estaba emigrado en Argentina. “Su cartera y un reloj de oro que tenía se lo vieron luego a uno de Arzúa, a un señor de derechas”, le dijeron a Daniel Lanero, quien recogió el testimonio en el libro "Os remendos da memoria - A represión franquista no Concello de Arzúa", editado por el Ayuntamiento coruñes. “Sí, le robaron el reloj, pero no se lo quitó una persona de Arzúa, y quien lo llevaba era un municipal de Santiago”, aseguró otra fuente.
La profesora de la Universidade de Santiago sostiene que las fuentes orales coinciden en la carga metafórica del hurto. “Lucen los enseres sustraídos delante de vecinos y familias de las víctimas, para mayor escarnio. En ese reloj que funciona para el represor como un trofeo (era un efecto personal que inequívocamente identificaba al propietario), hay mucho más que la apropiación de un objeto (probablemente el único) con valor económico. Detrás se encuentra otra fórmula de represión simbólica, de ahí que el relato incida en ese punto:
Universidad de Santiago
"El reloj se acostumbraba a heredar de padres a hijos en las comunidades rurales", su sustracción rompía con la cadena, impedía al sucesor tener un recuerdo físico del progenitor muerto que posibilitara "una memoria cotidiana y viva del represaliado”, escribe en "Sobrellevar la vida".
El reloj de Clemente sigue en manos de Pedro, "pese a que no dé la hora". Clemente no está en manos de nadie, "aunque ya va siendo hora".
El “trágico talismán” de Alonso Román
"Otros relojes fueron conservados por las familias
antes de que los quitasen a los suyos". Cuando la investigadora
estadounidense Francie Cate-Arries entrevistó a Lucía Román en su
casa de Benamahoma, en la sierra de Grazalema, la nieta de Alonso tenía
a su lado el “tesoro familiar que su abuela Fermina había escondido a
raíz del asesinato de su esposo”. El legado de Pepe, su padre, quien "se
había librado de la muerte tras recibir la extremaunción ante la tapia
de la iglesia de aquella pedanía gaditana".
"Un maestro falangista intercedió antes del fusilamiento y pudo contarlo", incluida la venganza que acabó con el cabeza de familia. "En realidad, los matones iban a por él", mas como se había echado al monte y no lo encontraron en casa, arrestaron a su progenitor, escribe la profesora de la Universidad William & Mary (Virginia) sobre "el terror caliente en Cádiz" en el Journal of Spanish Cultural Studies. "Setenta años después, sus restos fueron exhumados del cementerio de El Bosque y trasladados a Benamahoma, donde reposa la memoria de Alonso Román".
“Rara vez habló Pepe del trauma que sobrevivió. Pero siempre durmió al lado del reloj del padre desaparecido, trágico talismán que se colgaba como crucifijo en la cabecera de la cama, recordatorio en este caso del sacrificio no del hijo sino del padre”, recuerda Francie Cate-Arries en el artículo “De puertas para adentro es donde había que llorar”: El duelo, la resistencia simbólica y la memoria popular en los testimonios sobre la represión franquista.
La opresión del régimen amordazó a la familia, silenciada durante décadas. “No pudo llorar a los muertos. Estaba prohibido”, le contaba Lucía en 2013 a la profesora de Lenguas y Literaturas Modernas, quien subraya que aquel reloj de bolsillo “permite activar un duelo subversivo en privado para la generación que vivió el trauma y también estructurar la posmemoria de la nieta que narra el testimonio”.
En el extremo opuesto de la península, Pedro Amago sigue residiendo en el viejo caserío de su abuelo, después de que sus antepasados lograran comprarlo en una subasta celebrada en 1944. “Aquí nacimos tres hermanos y aquí seguiré viviendo yo”.
Pedro Amago, candidato a la alcaldía de Santiso d'Abres
¿No rezuman demasiados recuerdos luctuosos esas paredes? “Vivir aquí trae añoranza”. ¿Y el retrato de sus abuelos? “Ahí sigue colgado. Regina murió en 1979 y me quería contar cosas, pero yo era joven y no le tiré de la lengua. Ella deseaba relatarle todo lo que pasó a sus nietos, al revés que muchas familias, en cuyas casas no se habló jamás del tema”.
“Mi abuela, en cambio, no calló. Quería hablar. Me arrepiento de no haberla escuchado entonces”.
Ahora nadie le da cuerda al reloj de Clemente.
FUENTE: publico.es
Henrique Mariño
Madrid - 01/10/2019
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