8/10/19

FRANQUISMO Y REPRESIÓN - I


Matad al republicano, desvalijad al muerto: el robo del reloj como símbolo de la represión franquista

Los falangistas no sólo mancillaron sus cuerpos, sino que también lucieron los bienes sustraídos ante sus vecinos, para escarnio de las familias. El nieto del alcalde Clemente Amago aguarda que las agujas señalen dónde yacen sus restos.

Clemente Amago, víctima de la represión franquista, y el reloj que conserva su nieto. / ARCHIVO FAMILIA AMAGO
Clemente Amago, víctima de la represión franquista, 
y el reloj que conserva su nieto. - ARCHIVO FAMILIA AMAGO

Cuando un falangista asesinaba a un republicano y le robaba el reloj de bolsillo, rompía una cadena. No sólo la leontina, sino también el cordón umbilical que mantenía unidos a aquellos hombres con sus antepasados. "El reloj se heredaba de padres a hijos". Los matones, con ese gesto de desvalijar al muerto, no sólo usurpaban un artilugio que medía el tiempo, sino que paralizaban el tiempo mismo. O sea, la memoria.

“El paseo estaba vinculado a un ritual, donde el saqueo de la víctima tras su asesinato era la norma. Primero le quitaban el dinero y el reloj; luego el abrigo, los zapatos, el cinturón y hasta la boina”, asegura el historiador Xosé Ramón Ermida, quien matiza que el relato procede de la tradición oral, aunque “es cierto no por repetido, sino que también está documentado”.

Clemente Amago era el alcalde socialista de la localidad asturiana de Santiso d'Abres, donde había nacido en 1898 en el seno de una familia de labradores con cuatro hijos y otras tantas vacas. “Una casa pudiente, construida con la ayuda de las remesas de quienes se habían ido a Cuba”, recuerda su nieto, Pedro Amago. A los veinticuatro años, se marchó a Argentina, después de que un tío lo llamase para trabajar como administrador de una hacienda. En 1924, reclamó a su prometida, Regina Llenderozos, quien se empleó en una tienda de confección. Dos años después de llegar a Córdoba, contrajeron matrimonio.

La pareja decidió volver a Asturias durante su luna de miel y los padres de Clemente le pidieron que se quedasen en su tierra. “Arrendaron la casa de un tío que la había hipotecado a la banca de los Casas, en Ribadeo, y allí vivieron hasta 1936, cuando pasó lo que ya sabemos”. Los puntos suspensivos de Pedro aventuran su desventura. Su abuelo había tomado posesión como alcalde el 20 de marzo, tras resultar vencedor en las últimas elecciones de la Segunda República.

Sólo tuvo un hijo, José Manuel, quien tenía nueve años cuando se lo llevaron. Se había zafado de varios registros gracias a Manuel Cotarelo, comandante del puesto de la Guardia Civil en el citado pueblo gallego, que comparte en la otra orilla las mismas aguas del Eo. Su amistad con el mando le permitía eludir los controles de los subordinados, hasta que un día llegaron los militares de Lugo y Cotarelo no pudo dar aviso. “Guiados por el jefe de la Falange en Santiso d'Abres, Luis Díaz-Sanjurjo Miranda, un vecino suyo, entraron en su vivienda para detenerlo”.
Pedro Amago sujeta el retrato del alcalde socialista 
Clemente Amago y su mujer, Regina Llenderozos. / P.A.

El crío, cuando regresaba del arroyo donde lavaban la ropa, se cruzó con sus padres. “Vete para casa, que voy a hacer un recado y enseguida vuelvo”, le dijo Clemente, quien jamás volvería a ver a su hijo. El pequeño José Manuel, tampoco a su padre: nada se sabe del lugar donde reposan sus restos.

Regina regresó sin su marido, a quien habían dado caza. Abajo, en el riachuelo, se escucharon unos disparos. Entonces, ordenaron que le llevasen una muda a la carretera general. “Lo torturaron cruelmente en el cuartel de la Falange, lo metieron en una camioneta y se lo llevaron a Lugo. Hubo quien dijo que le habían roto los brazos”, relata su nieto, quien rememora las palizas que sufrieron otros paisanos.

Un adepto al régimen recomendó al hermano de Regina, Ramón Llenderozos, que se presentase ante las autoridades de la capital lucense porque, como no había cometido ningún delito, no debía temer represalias. Así lo hizo Ramón, también concejal de Santiso, acompañado de su cuñado, Manuel García Miranda. “Desde ese momento, la única noticia sobre ellos es que están enterrados en una fosa común en Rábade.

El alcalde fue sustituido al frente del Consistorio el 3 de agosto de 1936. No habían pasado dos meses cuando fue detenido. Paradójicamente, la familia recibió una honerosa multa. “Por abandonar sus funciones como alcalde, cuando lo habían echado y puesto como regidor a Pedro García López, un adepto al régimen”, comenta sorprendido su nieto, quien recuerda que dos ediles socialistas se vieron forzados a tomar posesión de sus actas para blanquear el nuevo Gobierno municipal.

José Benito González y Ramón Miranda, compañeros de partido, presentaron al mes su dimisión, alegando que al haber pertenecido a la anterior Corporación no era ético formar parte de la nueva, argumenta Pedro Amago. El teniente alcalde, Miguel Piñeiro, permaneció escondido durante meses hasta que logró huir a Cuba. Precisamente, en el bar del primero, "Casa Benito", el jefe de la Falange entregó el reloj de Clemente un par de días después de su arresto y dio aviso para que la familia fuese a recogerlo. Atilano Lodos Legazpi iba en la camioneta en la que trasladaron a mi abuelo”.
Informe donde el alcalde franquista de Santiso que sucedió a Clemente Amago 
afirma que "no hubo detenciones". / P.A.

"¿Por qué los asesinos no se quedaron con el reloj? ¿Acaso no lo lucieron en una taberna para sembrar el terror entre los vecinos? ¿No le sacaron al menos unas perras con su venta?" La explicación es sencilla: aquellas agujas se habían quedado paradas tiempo atrás, en Argentina. Era un regalo de Regina, pero durante una escapada a un lago, se le cayó al agua y nunca más volvió a dar la hora. Mudo, el reloj regresó a Galicia y cayó en el olvido de un cajón hasta que un tictac sonó en la mente de su dueño.

Presintiendo que la sombra se cernía sobre sus talones, Clemente trató de escapar a Taramundi, aunque no llegaría lejos. “Dado que la situación era muy tensa e intuía el peligro, se llevó el viejo reloj estropeado. Como un recuerdo, porque sospechaba que ese día podría pasar algo”. Así fue.

- Pedro, a su abuelo supuestamente lo ejecutaron en la carrera de Santiso a Lugo, mas nunca se encontró el cadáver.

- Es probable que nunca llegara a Lugo, porque de lo contrario habría registros, pero no encontramos rastro de él en ningún archivo. Un vecino que trabajaba en Vilameá, en A Pontenova, constató cómo depositaban a los represaliados en una fosa del cementerio. Una vez, pasados los años, le confesó a mi padre que lo habían enterrado allí, aunque tampoco hay datos ni certificados. En el Ayuntamiento, consta que en el camposanto había entre siete u ocho asesinados con certificado de defunción, además de otros tantos cadáveres de sexo masculino sin identidad conocida. Sospechamos que uno puede ser mi abuelo. En todo caso, desaparecieron muchas actas municipales, por lo que podrían ser más.

- Santiso-Lugo, el limbo de los ejecutados.

Ayuntamiento de Santiso (Lugo)

- A los detenidos en esta zona limítrofe se los llevaban a la capital de provincia, pero como Galicia ya estaba tomada por los franquistas, los mataban nada más pasar la frontera. Luego dejaban sus cuerpos en un sitio inhóspito o en un cruce de caminos, para escarmentar a la población. Al cabo de un par de días, los enterraban en el cementerio de Vilameá.

- ¿Hay alguna posibilidad de encontrarlo?

- Resulta muy complicado, ya que es un cementerio muy antiguo. Los enterraron en el civil, pero cuando ampliaron el religioso, se trasladaron los restos y allí construyeron nichos. Hay una esquina donde quizás hayan depositado lo que quedaba de ellos. En todo caso, si fuese así, estarían apiñados con los fallecidos en otras épocas.

- Aunque estuviese estropeado, ¿por qué le devolvieron el reloj a su familia? ¿Querían dejar patente su poder e impunidad?

- Pretendían demostrar eso y, al tiempo, infundir terror y sembrar el pánico. Era una prueba de que todo se había acabado: “Aquí os dejo el recuerdo”. Porque lo más fácil hubiera sido tirar a mi abuelo con el reloj.

Cementerio de Vilameá (Lugo)

CONTINÚA...

FUENTE: publico.es
Henrique Mariño
Madrid - 01/10/2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario