18/1/20

RICOS POR LA GUERRA DE ESPAÑA

Mi estimado amigo y tocayo, M. A. Guerrero, ha tenido el detallazo de regalarme una serie de interesantísimos libros de entre los que quiero destacar el primero de ellos que ya he leído: 'Ricos por la guerra de España (El enriquecimiento de la oligarquía franquista desde 1936). Esta obra de Mariano Sánchez Soler ahonda en la casi desconocida historia del enriquecimiento de las 'grandes familias franquistas', comenzando con una introducción titulada 'La forja de una oligarquía', de la que iba a entresacar algunos textos, pero finalmente, intercalándole algunas fotografías, la voy a copiar íntrega porque no tiene el menor desperdicio:


INTRODUCCIÓN
La forja de una oligarquía


"La historia de España durante el siglo XX es también la historia de un enriquecimiento perpetrado en condiciones excepcionales". Los grandes nombres, los poderosos personajes que unieron su fortuna y su destino a la suerte del franquismo, desde el entorno familiar del general Franco y en la cima de su régimen, han sabido adaptarse al sistema democrático, "mientras una nueva generación (Aznar, Rato, Trillo Figueroa, Arias-Salgado, Fernández-Cuesta, García Escudero, Calvo-Sotelo, Fernández-Miranda, Cabanillas, Mariscal de Gante… apellidos viejos con rostros jóvenes) se preparaba para tomar el relevo gubernamental bajo la Monarquía parlamentaria".

Para ellos, "el tránsito de la dictadura a la democracia consistía en que se cumpliera, con el menor desgaste posible,
'el axioma lampedusiano'": «Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie.» Evidentemente, lo han conseguido. Hoy, "los últimos March, Koplowitz, Fierro, Fenosa, Coca, Melià… continúan entre las familias más ricas e influyentes de la España del siglo XXI", y comparten el pedestal con otros compañeros de aventura, millonarios emergentes "salidos directamente de la política falangista, tradicionalista y tecnocrática, con apellidos tan sonoros como Serrano Suñer, Girón, Cortina, Alcocer, Letona, Carceller, Oriol, Barrera de Irimo, Calviño, Fontana Codina, García Ramal…" Todos conforman una clase social «franquista».

Son las «familias» (como conjunto de individuos que tiene una condición común) de un régimen político poblado por empresarios de fortuna, falangistas de clase media, funcionarios oportunistas, latifundistas de gatillo fácil, nobles industriosos, altos cargos a la búsqueda de multinacionales, ministros cinegéticos, procuradores en el sentido más literal del término, "unidos a la llamada del Dinero, entrenados en la autarquía de la posguerra, para enriquecerse, a partir de 1959, con la llegada del Desarrollo. Capitalismo salvaje, bancos, altas finanzas…"

"El Régimen del general Franco estuvo al servicio de esta clase social; protegió la iniciativa privada en un momento de extraordinario crecimiento económico, mientras se desencadenaba el éxodo rural" y, tras una dura y larga posguerra autárquica, entraban en España las primeras divisas generadas por el turismo, por las remesas de los emigrantes y por el capital extranjero.

"El franquismo mantuvo un privilegiado sistema fiscal que cargaba todo el peso sobre los consumidores, aprovechó la docilidad obrera provocada por la despolitización y la carencia de sindicatos independientes con capacidad para la negociación colectiva (que no aparecieron hasta finales de los años 60), e impidió cualquier crítica pública a la corrupción". En tales condiciones, "corrupción y desarrollo son, sin duda, rasgos de un mismo proceso en el que se forjaron las grandes fortunas y se consolidó el capitalismo español".


Con su peculiar manera de entender la política, "Franco siempre tuvo claro que el bolsillo y la patria iban indefectiblemente unidos"; que, mientras los asuntos de cartera marcharan bien, sus seguidores no conspirarían contra su poder personal, cuyo ejercicio vitalicio era, a fin de cuentas, su únicoobjetivo. Como escribió Salvador de Madariaga: «La estrategia política de Franco es tan sencilla como una lanza. No hay acto suyo que se proponga otra cosa que durar. En lo único que piensa el General Franco es en el General Franco.» Preston, en su biografía sobre el personaje, concluye: «los logros de Franco no eran los de un gran benefactor nacional sino los de un hábil manipulador del poder que siempre atendió a sus propios intereses.»

También Cabanellas, el único general golpista que ponía reparos al «caudillaje» de Franco, advirtió en 1936 a los otros generales del Alzamiento: «Ustedes no saben lo que han hecho [al elegirlo jefe supremo], porque no lo conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en el Ejército de África como jefe de una de las unidades de la columna a mi mando; y si, como quieren, va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie le sustituya en la Guerra ni después de ella, hasta su muerte.»

"Durar en el mando y no soltarlo en vida". Historiadores, testigos y colaboradores íntimos han constatado este apego personal al poder. «El Caudillo juega con unos y con otros —escribe su primo Francisco Franco Salgado-Araujo, en 1955—, nada promete, y con su habilidad desconcierta a todos. Él no es más que «franquista» y será jefe de Estado hasta que muera.» También el general Kindelán lo deja escrito en sus memorias: «Es un enfermo de poder, decidido a conservar éste mientras pueda, sacrificando cuanto sea posible, ciñéndolo con garras y con pico.» 

Franco sólo era «franquista», incluso antes de que esa palabra fuera acuñada como término político. Admiraba tanto a la aristocracia, era tan dócil y monárquico, que "las clases dirigentes españolas le eligieron creyendo que, en cuanto aplastara a las clases trabajadoras, devolvería el poder a la Monarquía". No fue así. Durante 39 años se mantuvo en la Jefatura del Estado, como demostración incontestable de su más que notable habilidad política.

Tras una larga y dura posguerra en la que la represión sistemática eliminó cualquier asomo de disidencia en España, dos factores internacionales perpetuaron el régimen de Franco. En primer lugar, la 'guerra fría' desatada en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se dividió en dos bloques enfrentados y "el anticomunismo de su régimen prevaleció sobre su carácter totalitario", generó los acuerdos bilaterales firmados con los Estados Unidos en 1953. A continuación, "el auge y desarrollo de las economías occidentales posibilitó el despegue de la economía española a partir del 'plan de estabilización de 1959', puesto en manos de los tecnócratas del Opus Dei" que lanzaron sus planes de desarrollo siguiendo el modelo francés y las recomendaciones de organismos internacionales como el Banco Mundial. Para conservar el poder.


Francisco Franco Bahamonde

Durante casi medio siglo, una clase social «franquista» logró beneficios portentosos al realizar sus negocios contando con la protección —y la complicidad— del poder. «Es imposible historiar por el momento la crónica de este enriquecimiento, al menos si el historiador desea seguir viviendo en España», escribió el sociólogo Amando de Miguel en 1976. Aquí se aborda este enriquecimiento desde la historia, la economía, la crónica social y la política. Este libro pretende analizar unos hechos que, en su momento, algunos consideraron inconvenientes y que trataron de enterrar en el olvido. Para ello, llegaron a un acuerdo no escrito. «El consenso fue una manera de imponer límites y silencios al debate nacional», explicó en diciembre de 1988 el exministro ucedista y popular Rafael Arias-Salgado en la revista Cuenta y Razón. Desde las filas socialistas, Raúl Morodo teorizó en el mismo sentido: «Dentro de todo proceso de transición —si quiere ser pacífico — la simulación forma parte del consenso.»

"Culminada la simulación, resultaba sencillo rescribir los hechos y revisarlos a la carta". Uno de los más diestros «revisionistas» ha sido sin duda Rodolfo Martín Villa, ministro «azul» de UCD y alto cargo del Régimen franquista desde sus tiempos del SEU falangista. En vísperas de las elecciones generales de 1982 que darían la victoria absoluta al PSOE, Martín Villa declaró con desparpajo de prestidigitador:


«Franco deja al morirse un estado bastante débil y, sin embargo, una sociedad bastante fortalecida. Cuestión en la que, quizá, teníamos más fe los que habíamos colaborado en el sistema político anterior. Porque tuvimos fe en esa sociedad española que ya era democrática no nos asustó demasiado el proceso político. Todos los datos de la sociedad española de 1976, bajo la carcasa de un formalismo políticoautoritario, eran democráticos: el índice de estudiantes universitarios, el índice de natalidad, la gente que había salido fuera de España, una cierta libertad de prensa… Todo eso nos conformaba como una sociedad democrática abierta al pluralismo, a la libertad política. Quizá nosotros sabíamos más que los que estaban por llegar a la vida política. Tuvimos fe porque habíamos colaborado bastante a que eso fuera posible.»

Y aquélla no fue la única vez que el exministro del Interior se despachaba a gusto. «Con la muerte del Caudillo —explicó en otra ocasión— mi única preocupación era el tránsito de un sistema a otro, y lo importante era el punto de llegada, no el de partida. Mi única preocupación era la consolidación del Estado. El tránsito de un sistema a otro no ha supuesto para mí ningún trauma.»


"Sólo superado por el desparpajo de algún que otro historiador mediático que ha sabido ser cocinero antes que fraile (es decir: director general al tiempo que cronista)", Martín Villa es uno de los que habían logrado la 'cuadratura del círculo': "ofrecer su experiencia de alto cargo franquista como merito y garantía para la construcción del sistema 'democrático'". Y no era el único. Su visión coincide, por ejemplo, con "la aportación intelectual de Manuel Fraga, siempre más directo que el escurridizo jefe del SEU. Un monumento en sí mismo, el catedrático Fraga ha dado a la ciencia política joyas como ésta":


 
Manuel Fraga Iribarne

«He de puntualizar algo importante: efectivamente, Franco sí fue un dictador». Pero matiza: «Lo fue durante unos años. No lo fue durante toda la etapa de su Régimen. La dictadura fue necesaria y duró prácticamente hasta principios de los años 60. Desde el 53 al 62, el Sistema fue descargándose de los aspectos de dictadura económica». Para inmediatamente afirmar, categórico: «Franco pasará a la Historia por el conjunto de su obra y al tiempo me remito para que su figura sea honrada en toda su grandeza.»

Las hemerotecas ofrecen decenas de interpretaciones como éstas y resultafácil toparse con «aportaciones» como la de Leopoldo Calvo-Sotelo, lanzada en 1979, cuando el partido improvisado por Adolfo Suárez comenzaba su ocaso:


«Cuando a veces medimos la situación de la UCD —declaró el futuro presidente en una entrevista concedida a Julián Lago— lo hacemos con las medidas antiguas y eso es un error. Para el ritmo y el tiempo de la vieja política quizá ésta sea una situación de crisis y muy movida. Para el ritmo y el tiempo de la nueva política ésta no tiene nada de situación anormal. Creo que todos hemos de acostumbrarnos al ruido de la democracia. » —¿Al ruido de la democracia? — inquirió el sorprendido periodista, sin duda intrigado ante la profundidad de los términos empleados por el antiguo procurador en Cortes.

«—Sí, sí —respondió Calvo-Sotelo, con la seriedad de los pedantes—. La democracia hace ruido y un régimen de autoridad, no. En el régimen de autoridad todo son silencios; amortiguadores, moquetas y poco barullo mientras que en la democracia existe un ruido de fondo muy grande».
Tiempo de transición, tiempo de palabras tergiversadoras y biensonantes: «régimen de autoridad» para referirse al régimen autoritario; «ruido de la democracia» en vez de transparencia; «vieja política» para hablar de franquismo; una «sociedad democrática y pluralista» gobernada por una
dictadura que, por cierto, no duró en toda su extensión temporal, digan lo que digan los libros de historia…


"El pasado franquista fue conscientemente silenciado, desdramatizado por sus protagonistas con la excusa de que así se superaría la guerra civil y se construiría un puente de convivencia elevado sobre el abismo social de las «dos Españas»". Los perdedores, los opositores a la Dictadura, "debían aceptar esta condición de los vencedores si querían participar en el juego democrático". Y así lo hicieron, con la simulación a golpe de consenso, en el que las izquierdas jugaron en inferioridad de condiciones.


Leopoldo Calvo Sotelo

Debieron pasar 20 años y la ruptura de este consenso durante los años de la crispación (periodo que comenzó en 1989 con el «caso Juan Guerra» y durante el cual el PP y un sector de la prensa acosaron a los dos últimos gobiernos de Felipe González), para que el dirigente socialista José María Benegas, recordara con irritación: «La única ley de punto final la hicimos en octubre de 1977 los demócratas para los franquistas; en ese año decidimos no pedir ninguna responsabilidad referida a los 40 años de la dictadura, para intentar de una vez por todas la reconciliación.»

"Éste ha sido, pues, uno de los 'precios reconocidos' de la democracia española que nadie ha pretendido saldar". Porque, en cuanto soplaron los vientos de la democracia, los protagonistas de este libro (con algunas excepciones) no dudaron en desmarcarse de la familia Franco y del franquismo, para proseguir el negocio en otros salones. "En estas páginas se habla de todos ellos, de sus peripecias en democracia, de su auténtica historia, del modo en que amasaron sus fortunas, de la verdad que ocultan en sus biografías oficiales escritas a la carta". A través de sus actividades, se ofrece al lector 'una visión de la historia de España durante el siglo XX' desde una perspectiva que nadie ha querido relatar hasta hoy. Y no se trata tan sólo de mirar hacia el pasado, ni de ajustar las cuentas a nuestra historia reciente.

El lector tiene en sus manos 'un libro de historia' escrito por un investigador empeñado en explicar una realidad, cuyo conocimiento nos ayuda a comprender, desde su raíz, los acontecimientos políticos que han sacudido al sistema democrático español: "corrupciones administrativas, pelotazos, tráficos de influencia, enriquecimientos ilícitos, abusos de poder…" En este libro se relatan unos hechos documentados con rigor histórico y ofrecidos al lector con total independencia personal"

El franquismo, con sus 39 años de la historia de España, es un periodo demasiado dilatado y diverso. Sin embargo, con el fin de ofrecer una visión global, una panorámica suficientemente ilustrativa, se ha optado por realizar entradas con fichas de personajes, en las que "se consignan los cargos oficiales más importantes desempeñados en el Régimen hasta el periodo preconstitucional; los puestos ocupados en consejos de administración de grandes empresas y bancos cuando son significativamente numerosos, así como los cargos directivos más sobresalientes en sociedades anónimas públicas y privadas que, en todo momento, estuvieron -y están, en muchos casos- incluidas en el ranking de las compañías más importantes de España".
"'Ricos por la Guerra de España' explica la relación de la política del franquismo con el mundo de las finanzas como fenómeno, a partir de sus protagonistas más destacados". Sus vidas públicas componen un mosaico del Régimen franquista que destacados economistas como Ramón Tamames han explicado utilizando los términos de «oligarquía financiera» y «capitalismo monopolista de Estado». "En 1977 escribió sobre ellos el malogrado periodista Ricardo Cid Cañaveral en un antológico reportaje titulado «Corles S. A.» del que rescato la siguiente caracterización":

Ricardo Cid Cañaveral

«El franquismo hizo 'políticos a los ricos' y 'ricos a los político'. Luego, unos se fueron casando con hijos de otros, asociándose en negocios, protegiéndose, representándose; es decir, logrando más poder político y más dinero. De vez en cuando, la casta admitía algunos advenedizos: chicos listos con ambición, becarios del SEU, opositores perseverantes de familia humilde, engreídos muchachos del Opus Dei en horas de cilicio y estudio. Una saga, una amalgama que hunde sus raíces en la 'vieja derecha española de tranca y rosario'».

Tras la lectura de este libro, el lector podrá sacar sus propias conclusiones.

Alacant, 30 de marzo de 2007


FUENTE: Ricos por la Guerra de España
AUTOR: Mariano Sánchez Soler
EDITORIAL: Raíces

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