Mujer escribiendo una carta, 1892 - Ramón Casas
Estoy leyendo 'Rusia'. Literatura o vida a borbotones o tragedia. Todo lo que hay traducido a mi alcance de ella. La autora.
Marina Tsvietáieva. "No sé si hubo algún momento histórico en el que no
doliera ser poeta". Supongo que cuando duele escribir (o eso creo) no va
de versos sino de euros, marcos, francos, pesetas.
Pero pobre Marina, escribir y rimar y no poder no hacerlo. En plena guerra. En plena 'revolución bolchevique'. Y encima, ser madre y esposa, y amante insatisfecha y ávida de amor y sensualidad y presencia y besos. Pero también abnegada y enamorada de casi todo. De haber creído en la revolución y haber tenido que huir de ella y sobre todo ser libre e indomable y fiel a su espíritu y ahorcarse antes del cuello que acallar su propia voz, que yo aún grito cuando leo. No pertenecer al partido, no pertenecer, ni entonces, ni desde aquí y ahora poder incluir su prosa autobiográfica en ningún movimiento.
Creo que estudié ruso por ella, sin siquiera saber que existía, como aprendí algunas migajas de alemán antes de vivir en Alemania con Rilke, a quien ella tanto admira.
Marina Tsvietáieva
Y el caso es que a Marina, poeta y despistada, rica post-mortem, rica pre-vida, (su padre creó en Moscú el museo de Bellas Artes) le tocó precaria y como oficio, el de encarnar su vida irremediablemente en las palabras. Así, también le tocó el deber de publicarlas como única opción para ganar algo de dinero.
En primer lugar, por no poder no hacerlo, por necesitar darlas al mundo, pero también porque su marido, que era un espía contrarrevolucionario (obviamente, en secreto) se fue lejos y ella vivió y crió mucho tiempo sola y exiliada en Berlín y en una casa fría, por la guerra y la poesía, hasta tener que ver morir a una de sus hijas de inanición, mientras cuidaba a la otra, enferma de malaria.
Y confundida, no solo por todo,
sino también entre la realidad y sus textos porque no podía separarse,
ni separarlos ni ser funcional siquiera, por entregada y amante loca, y
volar en la fantasía desde la víscera, en plena guerra, Marina. En pleno
Moscú helado, en plena Alemania año cero. Vivir esperando lo que sabía
que ocurría: ¡llegará del día y publicaréis todo lo que escriba! ¡Todo,
hasta la última línea! ¡Hasta esta, también estas palabras sobre
vosotros!
Escribió en su diario tras volver de ver a un editor que
rechazaba su obra. Y confiar en ese giro de guion para salvarla.
Confiar, no solo sufriendo sino también bebiendo licor en un café
literario, siendo bollera, hetera y mendiga de amor y migas, y no querer
ver, o no poder vivir después de verlo, que "el mundo estaba enfermo de
crueldad deliberada". Y ella con tantas ganas. Suicidarse siendo casi una
anciana. Me ha conmovido tanto, que no podía terminar el libro, que no
puedo cerrarlo, solo volver atrás. Y mirar y releer.
Y perderme en sus
márgenes y llorarla. Porque yo también soy algo de todo eso, y no sólo
de precaria (risas nerviosas) también de mezclar y no poder funcionar
exactamente como hay que hacerlo. Y decirle gracias por avisarme de
alguna forma de los peligros de confiar en un golpe de suerte y a la vez
haber vivido enseñándonos que no es posible desistir. Y dignificarte la
muerte un poco, desde este siglo, y este año, desde este texto, porque
es muy fuerte, amigos que me leéis, os cuento de verdad esto: una vez yo
poseí a Marina para hacerme una foto.
La cara de la portada del libro
que publica Galaxia Gutenberg 'Un Espíritu Prisionero' no es la
suya (o no la del resto de fotos que yo he visto) y es mía, podéis
verlo, así que a través de la carne en los milenios, yo tengo el deber
de poneros a todas, a todos, a leer sus versos.
A ti, dentro de un siglo
(fragmento)
A ti, que nacerás dentro de un siglo,
cuando de respirar yo haya dejado,
de las entrañas mismas de un condenado a muerte,
con mi mano te escribo.
cuando de respirar yo haya dejado,
de las entrañas mismas de un condenado a muerte,
con mi mano te escribo.
Tus ojos: dos hogueras,
ardiendo en mi sepulcro -el infierno-
y mirando a la de las manos inmóviles,
la que murió hace un siglo...
ardiendo en mi sepulcro -el infierno-
y mirando a la de las manos inmóviles,
la que murió hace un siglo...
FUENTE: ctxt.es
Zozobrando
Marta Bassols
22/01/2020
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