29/12/20

¿TRANSICIÓN MODÉLICA O RESTAURACIÓN CORRUPTA? - PARTE I

“No hay un relato colectivo sobre la destrucción de la primera generación de la democracia

 Germán Labrador, catedrático de Estudios Culturales Ibéricos en la Universidad de Princeton / Andrés Fraga

Germán Labrador Méndez (Vigo, 1980), filólogo licenciado en la Universidad de Salamanca y con estudios en La Sorbonne y en Berkeley y New York, es catedrático de Estudios Culturales Ibéricos en la Universidad de Princeton. Además de múltiples artículos y conferencias, es autor de Letras arrebatadas. Poesía y química en la Transición española (Devenir, Madrid, 2009), un primer contacto, desde la estética y la política, de la "relación entre drogas y literatura en la literatura española de los 70". Su último libro es el monumental Culpables por la literatura. Imaginación política y contracultura en la Transición española (Akal, Madrid, 2017). Un polvazo

Un recorrido por la elaboración y vivencias de literaturas emitidas desde el rupturismo ideológico, político y vital, durante las décadas de los 70 y 80 del siglo XX, y que, mayormente, no se incorporaron a ninguna tradición o memoria posterior. El libro, que observa el fenómeno al detalle,  más allá del castellano, y más allá de Barcelona y de Madrid, parte de poco más que de la nada –lo que estudia no era ni tan siquiera un corpus ordenado y reconocibley elabora un catálogo y, lo que es más importante, la descripción de una agenda oculta en la cultura de dos décadas, que no participó ni colaboró en la posterior CT. Todo ello no a partir de criterios estrictamente filológicos, sino a través de la libertad y amplitud de los Estudios Culturales.

Precisamente, "esta entrevista puede ayudar a dibujar esa disciplina despreciada, desconocida en España, en tanto que supone un enfrentamiento fallido -que Germán nos da sopa con hondas– entre lo que podría ser la crítica literaria generalista o la filología", dos objetos cuya función es formar cánones –o denostarlos; es decir, formar cánones–, representados en Ignacio Echevarría y Guillem Martínez –los entrevistadores, y la visión anticanon y antiautoritaria de los Estudios Culturales, de Germán Labrador.

Por lo mismo, la entrevista es un buen lugar para percibir qué son los Estudios Culturales, cómo se elaboran, su carácter sexy. Esta entrevista la hicimos hace años, con motivo de la publicación de su último libro, a lo largo de una comida memorable. La confianza mutua que supuso aquel encuentro se ha traducido –la confianza da asco en un más que sensible retraso en su publicación, que tiene como factor positivo hablar de un libro que sigue vivo y que así seguirá, por su propuesta, claridad y recorrido, por años. Un clásico, vamos.

IE: Naciste en Vigo en 1980. El dato no figura en tu libro. Pero entiendo que la perspectiva de edad, generacional, es determinante a la hora de abordar un proyecto así. Como lo es también el momento histórico en que el libro aparece, que no es hasta el año 2017, pese a que el proyecto coleaba desde 2012

GML: En principio, había urgencia en sacar el libro porque la conexión con el presente era fuerte. 2012 era un buen momento: expansivo, politizado, utópico. Sin embargo, 'a posteriori', el momento en que salió fue bueno también: "un tiempo de reflujo y cierre". Es un libro que habla del "final de un ciclo de cambio, las promesas defraudadas, los sueños rotos, las traiciones y los precios". En la transición, pero también ahora.


GM: ¿Cómo empezaste? Cuando lo hiciste, no existía ningún mapa sobre la materia. Estaba la caricatura de la contracultura, las drogas, la homosexualidad… ¿Cómo empiezas a levantar el mapa? ¿Cómo decides que esto entra, que esto no…? Porque el resultado es un Menéndez Pelayo de la heroína.

IE: ¡Una Historia de los heterodoxos españoles, hipodérmica!

(Risas.)

 

GLM: Sí, la sombra de Menéndez Pelayo es alargada, también en lo que respecta a la defensa de la transición. Me refiero a que "todo lo que no confirma el mito de la Transición, con mayúsculas, supone una peligrosa amenaza a la estabilidad o la concordia". No se trata ahora del espíritu del nacional-catolicismo, pero sí de su heredero contemporáneo: la normalización española. "La visión de que todo lo que no responda a las necesidades del estado posfranquista no mola, sea en el pasado, el presente, o el futuro", es una manera de leer históricamente el presente que a mí me parece bastante 'menendezpelayesca'.

GM: ¿Y cómo empiezas? 

GLM. El acceso a los materiales fue muy precario. Muchos de los libros que buscaba no estaban ni siquiera en la Biblioteca Nacional, los fui comprando por Iberlibro, hablando con gente que me los ha prestado, en rastros y archivos particulares. Ahora la situación ha mejorado, hay mucho material disponible en la red, y se ha hecho mucho trabajo de edición de la contracultura, pero cuando empecé aquello era un continente sumergido. Pasó una cosa muy chula en una de las presentaciones del libro: Me acompañaba el historiador Pablo Sánchez León, quien leyó un texto emocionante sobre su hermano, que murió cuando él era muy joven. Al leer el libro, comenzó a darse cuenta, por lecturas, referencias comunes, de que "su hermano era uno de esos jóvenes escritores de la contracultura".

Mi libro le sirvió para volver a pensar en su propio hermano desde un lugar desde el cual nunca lo había contemplado. Eso para decir que "ni siquiera las propias familias saben muchas veces quiénes eran sus propios familiares, o mejor dicho, que no han tenido siempre las herramientas culturales para comprender -pasado el tiempo- por qué a sus hijos, amigos, conocidos, les ocurrieron ciertas cosas en los años de la transición, por qué vivían de determinada manera o murieron demasiado pronto".

Manifestación por las víctimas de una transición que no fue tan idílica como la pintan

IE: ¿Y qué te lleva a interesarte por todo esto?

GLM: Hay razones personales, claro. Pero me doy cuenta de ello más tarde. El interés se despierta en el trabajo, conforme descubro la literatura de los años 70, la poesía más extrema, como la de Leopoldo María Panero. Se da además una coyuntura idónea. El que entonces era mi director de tesis había coeditado a otro poeta radical, Aníbal Núñez, salmantino, heroinómano, sidoso... También los poemas de Haro Ibars se publicaron en ese momento. Y aparecieron algunos textos críticos con La Transición, como el libro de Teresa Vilarós, 'El mono del desencanto', o como las biografías de Haro Ibars y de Panero de Benito Fernández 

IE: En tu libro divides el periodo abarcado en tres promociones sucesivas...

GLM: En efecto, planteo la existencia de tres oleadas antifranquistas, "marcadas por la ascensión de tres cohortes demográficas de jóvenes que se pasan sucesivamente el testigo en la lucha contra el régimen y la exploración de la libertad, y que se van progresivamente asimilando –o no– socialmente". Por resumirlo de manera esquemática, la idea es que hay tres quintas diferentes: la de los progres de 1968 –los de las chaquetas de pana, estudiantes antifranquistas, hippies o militantes de izquierda revolucionaria, en general más preocupados por la lucha política que por la construcción de nuevas formas de vida, que a mediados de los años 70 se acomodan y desde la oposición progresivamente socialdemócrata van a acabar protagonizando La Transición democrática, construyendo su mito y, con él, el sentido moral hegemónico de la España contemporánea, progresista 'ma non troppo', bienpensante y autosatisfecho.

La segunda oleada, la de 1975, la forman sus hermanos menores, que contaban 20 años a la muerte de Franco, que se creyeron el lenguaje de la revolución y por eso no entienden que, de pronto, se comience a hablar más de reforma que de ruptura. "Su proyecto de un cambio cualitativo tras la muerte del déspota casa mal con las concesiones y equidistancias de la oposición parlamentaria y su lenguaje del sentido común y la moderación. Su prioridad es la ruptura vital, cultural, moral, lingüística. Simplemente, quieren vivir de otro modo, inventarse un país nuevo, y tratan de hacerlo". Creen que la estética puede transformar la realidad. Insisten en las libertades individuales, en los derechos civiles, del cuerpo, de la vida. Tienen una agenda ecológica, antiautoritaria, son libertarios pero sin carnet. Y se pasan mucho con todo, con las drogas, el sexo, la literatura... 

Se quedarán sin espacio político y serán demonizados por la prensa y por la transición oficial como pasotas, egoístas o antisociales. Se quedarán sin su cacho de memoria democrática, y encima "sus filas serán arrasadas por la plaga de la heroína y el sida, lo que los condenará a la marginalidad a partir de mediados de los años 80". En eso comparten su destino con la siguiente oleada, la de 1965, la de los niños del baby-boom, que llegan a la adolescencia con Franco ya muerto, y que de la dictadura ya no alcanzan sino a los ecos

Entierro de Francisco Franco Bahamonde

Pero el timbre del recreo de 1981 para ellos suena demasiado pronto. "Son más culturales que políticos, y se adaptan también a las nuevas formas de la época siguiente: rock, dinero, diseño, fiesta." Carne de cañón de Miguel Ríos o de los músicos de la Movida. En fin, lo que aquí os hago es un poco la caricatura, pero las pautas existen, también las posiciones intermedias.

GM:  Todo esto me parece que termina teniendo más interés, para la historia de las ideas, que de la literatura. Los alcances literarios de toda esta gente resultaban pobres para mi gusto. En general ese es mi problema. El otro día, en casa de una amiga, encontré un libro de la transición en Vallecas 

La apasionante transición en Vallecas

GLM: Vaya, qué interesante

GM: Era bueno. Muy bueno. Pero contenía unos poemas malísimos. Te acariciaban el corazón: eran de una época, y eran libertarios. Pero como literatura era…

GLM: ¿Menor?

GM: Muy menor. Tenían el interés del anonimato, de la época, de personas que seguramente murieron. "El gran tema era la libertad de la clase obrera y el jaco, ni siquiera el sexo". Mientras leía, se me hacía patente el valor cultural, antropológico, sentimental de todo eso. Pero no el valor literario. Tú estás enamorado de esta gente, y defiendes su valor. ¿Se salvará algo?

GLM: Vayamos por partes. Por un lado, desde la sensibilidad de los estudios culturales, "el canon es una estructura de construcción de poder y hegemonía que emana del Estado, de las clases letradas, de la ciudad letrada. Luego, desde la perspectiva de las prácticas, el canon es lo que cada uno lee. Como lector, cada cual crea su canon". Al fin y al cabo yo puedo hablar de los textos que me gustan y puedo explicar por qué me gustan a mí, y compartirlo. Pero "no existe una máquina para medir la llamada 'calidad literaria'. No hay categorías con las que armar eso de un modo objetivable.

Puedo hablar de lo que compartimos, de compartir gustos, por ahí me siento cómodo, pues creo que "el canon tiene que ver con la capacidad de compartir gustos". Los textos de la contracultura a mí me gustan, pero me gustan muchas cosas distintas. Algunos me gustan en sí mismos, como, yo qué sé, por ejemplo hay un soneto de Merlo, ‘A sus venas', que es brutal, me parece que es un soneto a la altura de cualquiera de los incluidos en el canon ‘duro’, digamos, filológico. Un soneto que se puede poner en una antología de la poesía española clásica sin ningún problema. Pero hay más que ese soneto...

A SUS VENAS

Estos cauces que ves amoratados
y de amarillo cieno consumidos,
eran la flor azul de los sentidos,
que hoy descubre sus pétalos ajados.

Besos verdes de aguja en todos lados
hieren la trabazón de los tejidos
y denuncian los brazos resentidos,
la enigmática piel de los drogados.

Las que llevaban vida y alimento
son tibias cobras de veneno suave,
blanco caballo con la sien de nieve.

Trotando corazón y pensamiento,
que por las aguas de la sangre vierte
con rápido caudal, la lenta muerte.

Fernando Merlo (1952 - 1981)

GM. ¿Qué dice el soneto?

GLM: A mí me pone la carne de gallina. Luego, en cuanto a la música, todos estaremos de acuerdo en que 'La leyenda del tiempo' es un monumento, que sólo con ese disco ya se puede salvar toda la música de su época. Pero hay muchos otros, "toda la escena del rock-flamenco es inmensa". Luego hay películas como Arrebato que son increíbles.

A mí 'Arrebato' me parece un peliculón. 'Deprisa, deprisa' de Carlos Saura también me lo parece. El primer Almodóvar, 'El Pico', los artículos de Haro Ibars, los poemas de Carlos Oroza, el primer libro de Blanca Andreu, la obra entera de Panero, las novelas de Chirbes (que de alguna forma nacen también de aquel mundo), los documentales de Bartolomé o de Jordà, las canciones de Chicho Sánchez Ferlosio, los dibujos de Vives, El Cubri, los cómics de Nazario o de Ceesepe, Ocaña... 

En fin, "el 'canon' contracultural es poderoso y extenso... Y la prueba está en el archivo reunido en una exposición como Poéticas de la democracia. Imágenes y contraimágenes de la Transición, celebrada en el Museo Reina Sofía…" Pero más allá de los argumentos relativos, como son el gusto y la calidad en la factura, es decir, "la artesanía y consecución de la pieza, en una perspectiva cívica y política, los argumentos contemporáneos sobre el 'canon' tienen que ver con la representatividad. En este sentido, la contracultura nos ofrece obras más acordes con el espíritu de ruptura, transformación, búsqueda y provocación propio de las aspiraciones transformadoras del momento".

 
Imagen de 'La Cabina' de Antonio Mercero, 1972, cedida por RTVE

El deseo antifranquista está aquí... aunque sea como utopía, que es como siempre el deseo político se encarna en la estética de una época. La obra de Cela, de Juan Benet o de Muñoz Molina, supuestos representantes de la cultura de la transición democrática, no encarnan el deseo de desbordamiento, de cambio, de ruptura. Al contrario, diría... 

IE: Me parece que no es posible mezclar esos tres nombres, pertenecientes cada uno a una generación distinta

Antonio Muñoz Molina

GLM: De acuerdo, pero lo que venía a decir es que "incluso los libros o las películas que se nos antojan decididamente deficientes son muchas veces fascinantes. Son termómetros de la sociedad. La supuesta mala literatura o el supuesto mal cine también son interesantes". Por muy mal hechas que estén, por muy inverosímiles que resulten los diálogos, puedo poner todo eso en suspenso si a pesar de ello "la película captura la verdad de un tiempo". Lo puedo poner en sordina, para centrarme en lo otro. Al fin y al cabo, querer a una persona o a una película es lo mismo. Somos lotes completos, cosas que nos gustan más y que nos gustan menos, por razones distintas. Por la apariencia y por el fondo. Porque hay algo de aceptar a los demás que se pone en valor en la lectura o en el cine, al "destacar ciertos elementos frente a otros".

Yo prefiero valorar aquellas partes que emanan de lo social, que nos traen un mundo, que nos comprometen con él. Volviendo a eso que decías antes, Guillem, "sobre los poemas compuestos por gente anónima, en la que se nota el esfuerzo por entrar en el mundo de la poesía o de la literatura, un mundo que no había sido hecho para estos autores sin nombre, que les había sido expropiado… todo eso produce una energía muy particular. Un poeta burgués nunca va a sonar así". Las operaciones de creación tienen siempre un elemento de desplazamiento, de abrirse hacia lo otro, para que puedan seguir apelándonos al paso del tiempo.

Ese desplazamiento tiene formas muy características en la contracultura. Siempre hay una operación de apropiarse de tecnología que no es para ti, y hacerla tuya. De tomar un tocadiscos y convertirlo en un instrumento para hacer escraches. "Gitanos con guitarras eléctricas. Hijos de jornaleros haciendo cine. Campesinos escribiendo manuales de filosofía emancipadora. Son todos sujetos de esa contracultura emancipadora".

GM: Lo de la tecnología me gusta… Al final quedan buenas frases. Como ésa de que “el franquismo no fue vivido sino que nos vivió

GLM: Sí, bueno, de esto hablábamos el otro día. Es un argumento socorrido en la relectura generacional de una época reciente: "quienes la vivieron niegan el derecho de hablar de ella a quienes no. Lo cual es injusto al menos por tres razones. Uno, porque una cosa es la experiencia contemporánea de una época y otra es su memoria posterior, es decir, la puesta en valor de esa misma experiencia", lo que implica una puesta en comunicación de la misma. Y para ello es necesaria la incorporación crítica y tensa de otros valores, otros puntos de vista, etc. O no, que es lo que subyace detrás del gesto de «tú no la has vivido así que te callas». Dos, porque las experiencias de una época son múltiples e irreconciliables, porque siempre hay posiciones políticas distintas, de clase, de género, de edad, de trayectoria, bagaje, etc.

Y tres, porque la experiencia de una época se transmite más allá de los acontecimientos que la definen, a través de las consecuencias de los mismos. Los traumas de una guerra son el ejemplo más claro, pero no él único, de cosas que se heredan sin vivirlas. "Las frustraciones, los miedos, las cosas no resueltas, todo eso se transmite... como también las ilusiones, las convicciones, los aprendizajes, la dignidad, el orgullo.." Es en ese sentido que digo, hablando desde otra generación, que yo no he vivido la transición pero que la transición me ha vivido a mí. Pero volviendo a la cuestión del canon: si nos ponemos a hacer un archivo, una 'playlist', un inventario del hardcore de la época, aquello que nos gusta más, que hay que ver y leer, pues a lo mejor nos salen unas 20 o 30, yo qué sé, 50 obras, con distintas intensidades y distintos procedimientos.

¿Hay alguna época que haya dado más de eso? La crisis por ejemplo, ¿ha dado más de eso? Los años 30, ¿han dado mucho más que eso? El exilio, ¿ha dado mucho más de eso? El barroco sí, claro, si pillas 250 años pues igual la lista es mucho más larga, pero en el fondo no te quedas con mucho más. La idea de canon, por definición, es muy restrictiva. 10 o 20 títulos conocidos, y a partir de ahí ya nos convertimos en apasionados, en expertos, en coleccionistas. Siempre nos quedamos con un pequeño grupo de cosas. Para mí "la clave de la cultura de una época está en que sea capaz de expresar las tensiones, las contradicciones, las esperanzas y heridas de un tiempo determinado".

Que nos hable, como hace el teatro de Buero Vallejo, "de lo que la época temía y deseaba. De lo que sabía y de lo que no. De cómo los deseos, las búsquedas, las reclamaciones de una época todavía nos demandan e interpelan". A mi la literatura de Buero, pongo por caso, me demanda y me interpela, cuestiona la herencia del franquismo y la transición sobre el presente, me permite entenderlo en su devenir histórico. La obra de Javier Cercas, por poner otro ejemplo, no me produce eso. Siento que busca que me instale en una duda paralizadora y finalmente contemplativa.

Antonio Buero Vallejo

GM: Corrígeme esta meditación: años 70. Explicas la batalla entre una cosa que podríamos llamar 'mandarinato', que no aparece en el libro, y una cosa que es 'cultura de masas', ni más ni menos que cultura de masas. ¿Está bien resumido?

GLM: La cultura de masas, a ver, aparece en el libro si hablamos de un entendimiento poroso, desbordante de la cultura, que transforma la cultura literaria en otra cosa, más experimental y viva. Eso creo que sí está en el libro. Pero yo me refiero a una cultura autónoma, cívico-popular, alternativa, contestataria, antifranquista, libertaria, etc. O sea, que hay cultura popular, contracultura y, además, cultura de masas. O, por lo menos, hay distintas zonas en la cultura de masas, más allá de la cultura de mercado y de Estado, y a esas zonas políticas y emergentes, que cambian en cada época, las podemos llamar contracultura.

IE: ¿Qué sería para ti la cultura de masas? 

GLM: A lo mejor tenemos que consensuar una definición. En el libro entendí cultura de masas, por lo que respecta a la época, como algo asociado a eso del franquismo sociológico... Existe el mito de que en el franquismo no hay cultura de masas. Pero sí la hay. En los 60 y 70, pero también en los 40 y en los 50. La cultura del cine costumbrista español, de la comedia española, está en este mundo. Las películas de Marisol, ¿no son cultura de masas? Arrasaban. Una cinta de 1954 como es 'Marcelino, pan y vino' fue un 'blockbuster' en América Latina. Por insólito que hoy nos parezca, la España de Franco exportaba cultura de masas... 

Fotograma de 'Marcelino, pan y vino'

IE: ¿Y la contracultura?

GLM: De una manera aproximada, hablo de la contracultura como una zona de prácticas culturales que se define por su oposición a una serie de culturas oficiales (nacional-catolicismo, cultura académica, patriarcado letrado, institucionalismo, cultura antifranquista autoritaria, etc), y es que esa oposición construye ciudadanía, es decir, nuevas formas de comunidad, nuevas formas de vida y nuevas subjetividades, siempre a partir de nuevos lenguajes y de prácticas no autoritarias de intercambio cultural, a través de una difusión simultánea por arriba y por abajo. La contracultura es un campo cultural relativamente autónomo en un lugar y momento dados, y en España se da con unas características propias

GM: Interpreto que Nazario vino a Barcelona –así lo cuenta él– "con mono de fabricar cómic alternativo y de masas". Y que no lo consigue. Viene a Barcelona, que para él era Manhattan, y no lo es. Resulta pronto para la cultura de masas. Él tiene el rollo USA en la cabeza. Y aquí no lo encuentra.

GLM: Sí, de repente llegan cosas de fuera, pero yo creo que no se leen como cultura de masas. Yo creo que las formas de lectura y de circulación y de producción del 'underground' son populares, pero no son masivas, porque yo entendería cultura de masas en ese contexto como algo vinculado a un mercado, y a la capacidad de producir industrialmente a escala para él. Y la contracultura económicamente no funciona en términos de mercado, funciona en unos términos de intercambio desregulado, que hoy podríamos llamar 'cultura de comunes', si quisiéramos. Aunque entonces esa etiqueta no existía.

"Las contraculturas nacen siempre entre precariedad, autogestión y autarquía". Se trata del 'do it yourself punk'. Luego muchas de esas energías y estéticas entran en otros canales, en los años 80, mientras cierran cientos de pequeños sellos discográficos independientesDRO es un ejemplo perfecto de ese proceso. Yo creo que la Movida, por ejemplo, sí que es ya una cultura de masas. Con agentes, discográficas, empresas, dinero, inversión pública. Suena en la radio, la escuchan en las piscinas... Pero quizá la canción nacional ya era cultura de masas en este sentido, al menos desde los años 60.

GM: ¿Sabes dónde descubrí yo La leyenda del tiempo? En los autos de choque.

GML: Vaya, "si me lo llegas a contar hace unos meses lo meto en el libro". Aunque para mí los autos de choque no son cultura de masas exactamente. Es como las viejas ferias, donde sí hay unos intercambios, pero restringidos. Es la fantasía, el Luna Park, el rastro, el mercado de los surrealistas de los años 20… Pero este espacio también existe en España, un espacio mestizo, agitanado, de carreras de camellos, lana andina y muñecas chochonas, que no creo, todavía a día de hoy, que sea cultura de masas, creo que es otra cosa. ¿Cultura popular? Emparentado quizá con eso que Verónica Gago piensa como economía barroca popular, a partir de las grandes ferias y mercados informales latinoamericanos.

GM: Una cosa que nos ha sorprendido de tu libro es, corrígeme, la ausencia de una entidad de la homosexualidad.

 

German Labrador, en las calles de Pontevedra / Andrés Fraga

GLM: Sí y no. No está enfocada de un modo específico, en tanto que identidad de época, pero sí en su transversalidad, como un espacio de experiencia que tenía que ver tanto con la experimentación sexual como con la ruptura de régimen de género franquista. Hay muchos trabajos en los últimos años sobre las identidades gay en el contexto transicional y su reconstrucción posterior desde espacios activistas. Y hay un activismo que se dice y reivindica homosexual. Algunos de los autores que trabajo, como Haro Ibars, fueron militantes de ese espacio, del Frente de Liberación Homosexual, por ejemplo.

Y aparecen otros iconos del movimiento, como Ocaña o Nazario. Pero a mí me interesan también las zonas de ambigüedad y de sombra. Creo que en el ámbito contracultural hay una compresión de la sexualidad desidentificadora. Es decir, "negar las presuposiciones sobre lo que tienen que ser la sexualidad, el género, los roles, tal y como se ha contado desde el nacional-catolicismo, y buscar otras cosas".

Muchos creían que sus prácticas sexuales no les definían como ciudadanos o como personas. "Había un modo de vivir lo gay o lo queer, que precisamente era posible por la huida de identidad o de etiquetas. También, obviamente, por el peso de los prejuicios y de la represión". Pero había también una ocupación emancipadora de esa indefinición que creo importante a la hora de capturar el espíritu de una época donde las políticas de identidad no operaban como lo hacen hoy en día.

Eso lo trabajo mucho en el libro, "la quiebra del paradigma nacional-católico a través de la invención de otras vidas en el contexto de los años 70". Creo que es clave: "la ruptura democrática se produjo en la vida cotidiana, no en las instituciones".

IE: En cualquier caso, lo cierto es que un porcentaje altísimo de lo que tú reconoces como contracultura no sólo intersecciona sino que emana originalmente de la cultura gay. Por ejemplo en Barcelona. Y se da una militancia gay que en absoluto puede calificarse de desidentificadora.

GLM: Por supuesto hay un activismo gay de identidad, hay frentes revolucionarios. Y en mi libro falta mucha gente... ¡no cabían todos! Hay gente, como Cardín, que sólo alcanzo a mencionar de pasada. Pero, por quedarnos en Barcelona, las Ramblas eran por aquellos años un espacio utópico, pero no sólo una utopía gay. Desde luego no era ese el nombre que sus habitantes le dieron. Había otros nombres disponibles, más inclusivos, más secretos, más estratégicos. Y "había una voluntad de no ser identificados como A o B. Las Ramblas eran un paraguas para que cada cual buscase y ejerciese con los otros su libertad, también la amorosa".

CONTINÚA:

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