9/5/19

LAS ANÉCDOTAS DEL SEMÁFORO (II)

Pasamos demasiado tiempo detenidos frente a los semáforos, ya sea como conductores o como peatones, lo que, a poco observador que sea uno permite, en esos cortos pero múltiples intervalos, quedarse con  detalles del diario devenir ciudadano, a no ser claro está, que nuestra atención se halle completamente absorbida por un teléfono móvil (celular); entonces no nos enteramos de nada de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, y si encima lo tenemos enchufado al oído, pues ocurre lo que ocurre.



Hace unos días, a primera hora de la mañana, entre el grupo de viandantes que se hallaba frente a un semáforo de peatones, surgió un repentino alboroto que dio pie a gritos y posteriores carreras tras un  individuo que había salido "volado" con el bolso de una señora en la mano.

Bien pertrechado para tal tipo de acciones: calzado deportivo y sudadera con capucha, traspuso veloz por delante del tranvía que estuvo a punto de arrollarlo, aunque yo supongo que acción  y riesgo estaban convenientemente calculados. Así que huyó sin más con el botín, aprovechando el muro circunstancial que la máquina interpuso entre él y sus perseguidores.

La pobre señora, con un sofocón de campeonato sólo acertó a decir:

- Y menos mal que no me robó el "móvil", porque estaba hablando por él en ese instante.

"¡Equilicuá!" -dije para mí- el caco la eligió a ella porque, absorta en la conversación, no se percató de su presencia.

Miguel Ángel G. Yanes

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