Hace unos días, a primera hora de la mañana, entre el grupo de viandantes que se hallaba frente a un semáforo de peatones, surgió un repentino alboroto que dio pie a gritos y posteriores carreras tras un individuo que había salido "volado" con el bolso de una señora en la mano.
Bien pertrechado para tal tipo de acciones: calzado deportivo y sudadera con capucha, traspuso veloz por delante del tranvía que estuvo a punto de arrollarlo, aunque yo supongo que acción y riesgo estaban convenientemente calculados. Así que huyó sin más con el botín, aprovechando el muro circunstancial que la máquina interpuso entre él y sus perseguidores.
La pobre señora, con un sofocón de campeonato sólo acertó a decir:
- Y menos mal que no me robó el "móvil", porque estaba hablando por él en ese instante.
"¡Equilicuá!" -dije para mí- el caco la eligió a ella porque, absorta en la conversación, no se percató de su presencia.
Miguel Ángel G. Yanes
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