CONTINUACIÓN:
GM: ¿Hay relación entre Estado y heroína?
GLM: Las Madres contra la Droga de Vallecas van a las comisarías a
protestar porque ellas identifican algunas en las que supuestamente se
está distribuyendo heroína a sus hijos, y realizan en los años 80
manifestaciones frente a ellas. "Esto es un dato histórico. Muy
significativo. Pero nadie ha encontrado todavía la evidencia de que
hubiera un plan organizado para acabar con la juventud politizada a base
de jaco". Juan Carlos Usó Arnal ha escrito ese libro, "¿Nos matan con heroína?",
en que se discute el tema. Él dice: "De acuerdo, no tenemos una sola
prueba de que hubiera un plan organizado, pero tenemos muchísimas de la convivencia de sectores muy importantes de las fuerzas de
orden público con el tráfico de heroína".

Supongamos que sea cierto que en
las comisarías de los barrios obreros más
combativos se distribuye droga . Eso puede ser un dato que incluso se podría llegar a probar,
cosa que nunca se ha hecho. Pero de ahí a inferir que hay un plan
organizado por el Estado, una especie de GAL farmacológico, hay que dar
varios saltos. Aunque podemos hacer una aproximación diferente y no
hablar de un poder organizado conforme a un plan, unos objetivos y una
estrategia. "El poder funciona muchas veces de modo acumulativo, como el
Tetris".
"Unas piezas permiten colocar otras. El poder son tecnologías,
cuerpos y espacios. Tecnologías que permiten el dominio de espacios por
medio de cuerpos". El alambre de espino se diseñó para cercar rebaños en tierras de 'indios', y enseguida pasó a utilizarse con personas,
con esos mismos 'indios sin tierra'. Más recientemente, a partir de la
existencia de los teléfonos móviles se han desarrollado formas de vigilancia
que antes eran inimaginables, pero la existencia de móviles
no es necesariamente la causa de la construcción de esa vigilancia. "Con la heroína
pasa lo mismo. Su circulación y consumo acaba marginando y destruyendo a
esa generación, pero eso no explica la demanda de opiáceos".

"La policía
controlaba los cuerpos de esa población, pero no sus deseos". Esa sería
mi entrada en la cuestión de la heroína. Las cifras son tan masivas porque
hay todo tipo de consumidores… pero lo que sí es muy significativo es
que algunos de los intelectuales y activistas clave de la contracultura
acaban en ese espacio. Ellos contarán cómo las utopías de los 70 desembocaron en el consumo de heroína en los años 80, y en la muerte. "Y es que, el de
la contracultura es el único relato de época que tenemos, que nos
explique cómo pasamos de una juventud en las calles, totalmente
comprometida con una ruptura en la vida cotidiana a tener una generación
de yonquis".
"De momento no hay ninguna explicación mejor que ésta,
aparte de la hipótesis conspirativa". Otros lo solucionan con
explicaciones del tipo: “Eran cuatro gatos”, o “esto pasaba en todos los
países de Europa”. Que son anti-explicaciones, porque no explican nada.
También están quienes dicen: “Bueno, en fondo, era
gente marginal…”.
GM: No era gente marginal. Los quinquis sí eran marginales, pero la mayoría de los yonquis no lo eran.
GLM: "Claro que no. Era un mundo interclasista. Muchos hijos de la
burguesía y del lumpen acabaron en los mismos tugurios". Tengo la
sensación de que el problema no es tanto el relato en si,
sino que el verdadero problema es hablar del problema. Si tú hablas de esta
generación, el problema es que "estás hablando de algo de lo que no se
quiere hablar". Cuando en 1984 viene Jünger Habermas invitado al Congreso
de los Diputados, dice
"que el gran peligro para la estabilidad de la democracia española, para
el proyecto de capitalismo modernizador que ésta representa, es la 'alianza de las fuerzas improductivas', de los 'disidentes de la
sociedad industrial'".
Jürgen Habermas
Habermas dice que «el mundo de la vida se halla
amenazado por igual tanto por la monetarización de la fuerza de trabajo
como por la burocratización», es decir, lo que hoy llamamos
tecno-capitalismo neoliberal. Pero el tipo, que es muy listo, ha podido
ver en Berlín y en Hamburgo "nuevas afinidades entre distintos jóvenes
marginales, contraculturales, anarcos, okupas, punkis, gays,
ecologistas, en fin, toda la izquierda contracultural heredera del 68".
"A mediados de los 80 muchos barrios están hechos polvo por la crisis
industrial de comienzos de la década y por la destrucción generacional
asociada". Y es que prácticamente ha habido una guerra. En el sentido
de que tú no ves ruinas, pero hay un mundo que ha desaparecido. En
España, la marginalidad de esta juventud conecta directamente con la
transición política. "Y es que en el año 79 hay una crisis que se decide
que afecte fundamentalmente a los menores de 25 años. Y eso fue una
decisión política".
Astilleros Eukalduna (desindustrialización años 80)
GM: Se decide combatir la inflación con paro. Los sindicatos están de acuerdo. Es algo ¡único en el mundo!
GLM: Eso es. "A condición de que los jóvenes del baby-boom lo
asuman. Que son justamente los que se enganchan en masa a la heroína".
No es causa-consecuencia… no, los jóvenes tenían sus propios planes.
Pero entre sus planes estaba la deserción de esa sociedad de la que ya
estaban excluidos. "Disidentes del proyecto mal llamado progreso".
Entonces es inevitable conectar todo ese proceso con la fundación de la
democracia.
IE: Es un argumento atractivo pero me sigue pareciendo bastante idealizador.
GLM: Bueno, depende de en qué sentido. O sea, en el año 86 (me parece
que es el 86) en plena fiesta de Bilbao, se llena todo de punkis.
Entonces el alcalde de Bilbao decide que hay que darles una ducha,
raparles el pelo, cambiarles la ropa y vestirles como 'personas
decente'. Esto lo decide un alcalde, y se monta un estado de excepción
en el centro de la ciudad, se conculcan derechos y, efectivamente, se
les rapa, se les baña, se les cambia de aspecto y se les queman sus
viejas ropas. Y a todo el mundo le parece muy bien. Como tampoco nadie
ve entonces las torturas en los cuarteles.
Grupo de punkies a los que, por las bravas, les cortaron la cresta en la Aste Nagusia (Semana Grande de Bilbao - 1985)
Pero las dos cosas están
unidas. Y son un problema desde una perspectiva ciudadana, o sea ¿qué
clase de poder, de poder municipal, tiene la capacidad de convocar de
manera extrajudicial a los cuerpos de orden público para la gestión
desposesiva de los cuerpos de los jóvenes porque no son ciudadanos
convencionales? No son percibidos como parte de la democracia.
IE: Conforme. Pero me cuesta más estarlo con un párrafo así:
“Las drogas en escena no eran una evasión, eran los catalizadores de una
energía política colectiva que se expresa en la relación ritualizada
entre el cuerpo de los artistas y el cuerpo de la comunidad”...
GLM: ¡Esto es la paráfrasis de una cita! No puedes desvincularla de la cita anterior. ¡Estás haciendo trampas!
IE: Vale. Lo que vengo a impugnar, desde la aprobación y la
admiración del análisis que haces de la época, es la fraseología con que
lo envuelves a veces. Me resisto a ver a muchos de los jóvenes sobre
los que hablas como una especie de héroes democráticos... En este
sentido, participo de las reservas que, también desde la aprobación y la
admiración de tu trabajo, expresaba Jordi Gracia.
Jordi Gracia, catedrático de literatura y ensayista
GLM: De acuerdo. Pero podemos verlo por partes. En su texto, Jordi lo
que viene a decir es que todo el proyecto de la contracultura estaba
muy bien y que hasta puede ser que tuviesen la razón, y seguro que eran
los más listos y mejor preparados, pero lo que la sociedad quería era
más franquismo sociológico y menos filosofía pos-estructuralista. "Que el
contenido moral de la democracia lo define el sentido común de clase
media consumidora. Y que los rupturistas, políticos o culturales, eran
minoría". A propósito de la debacle generacional y la desaparición de la
contracultura, se acaba siempre asumiendo una perspectiva de "pasó es lo que tenía que pasar", y se acaba confundiendo sujetos
políticos y participación democrática. "Que la derecha sociológica vote
en bloque no la convierte en representante de los valores democráticos".
A
veces, como en 1936, puede ser justo lo contrario. En una perspectiva
ideológica, las luchas que se identifican como propias de la democracia
–laicidad, divorcio, aborto, igualdad de mujeres y hombres, derecho a la
propia sexualidad, libertad de expresión, reunión y asociación, de
sindicarse, derecho de huelga, amnistía, fin de los abusos policiales,
fin de la pena de muerte, de la mili obligatoria, de las torturas,
emergencia de las culturas ibéricas, etc., etc.–, esas luchas las
encarnan fundamentalmente el ancho y extenso mundo de la juventud
contracultural y antifranquista, de las asociaciones de vecinos y los
sindicatos autónomos, o los grupos de jóvenes auto-organizados. Estas
son las fuerzas sociales que podemos identificar como democráticas. Otra
cosa distinta son las complejas adscripciones ideológicas de cada
persona.

IE: De acuerdo. Pero me pregunto, entonces, si el problema no reside en el término democracia,
cada vez más vitriólico, y si lo que estamos oponiendo no son dos
concepciones de la misma: una institucional –la democracia liberal,
devenida en democracia comercial–, y otra mucho más anárquica, que en
cierto modo subvierte la tradición histórica de la sacrosanta democracia
tal y como se encarna en Europa y Estados Unidos.
GLM: Esas palabras que citabas antes parafrasean a Xaime Noguerol. Me
parece que él capta algo importante de lo que se juega en la energía de
los conciertos masivos de rock de principios de los años 80. Creo que
esa es una experiencia interesante alrededor de la cual hay mucha gente,
hay comunidad en ese tipo de música. Y hay política. Una política de la
fiesta y del cuerpo. La energía que los rockeros podían convocar y
encarnar a través de sus cuerpos, llevándolos al límite, ese derroche
era reconocido por su público "como un deseo colectivo de desbordamiento,
aventura, goce, alegría o lucha".
Kiss
IE: Seré un antiguo, no lo dudo, pero sólo acepto hablar de
política, en ese contexto, extendiendo el término a una dimensión
antropológica...
GLM: Yo no lo veo así. Por ejemplo, El Coleta, en su revival quinqui
del que hablábamos antes, hace también una comunidad política, está
usando imágenes políticas del pasado transicional –de quinquis,
heroinómanos, músicas urbanas– para reflexionar hoy sobre el presente,
la crisis política, la falta de horizontes para la juventud de los
barrios, etc. Ofrece a sus contemporáneos, jóvenes de la crisis, un
espejo histórico en el que mirarse, un disfraz, el de macarra, y una
tradición propia. No hay que irse al Bronx, también hay un legado de
mala vida y supervivencia en nuestro contexto, sobre el que se puede hoy
rapear, parece decir.
Ramsés Gallego 'El Coleta'
IE: Claro, claro, evidentemente.
GLM: Bien. Lo que me interesa, en todo caso, cuando reproduzco las
palabras de Noguerol, es que "nos cuentan aquel proceso desde la
perspectiva de sus protagonistas". Para no convertirlos en víctimas,
traigo sus palabras para demostrar que aquellos jóvenes, uno: pensaron;
dos: hablaron; tres: escribieron; y cuatro: recuerdan. Y, nadie se ha
ocupado de esto. "No asumo sus categorías, cuido de su punto de vista.
Soy más testigo que mitómano. Más abogado que juez. De alguna manera lo
que intento traer son esas voces". Hago un intento de mediación, y a
veces juego con el estilo indirecto libre.
Xaime Noguerol
Pero siempre, al final, estoy
un poco intentando salir de mi voz. Y traer los textos. Uso la metáfora
del espiritismo, del médium, para poder hacer eso. Luego lo que pasa es
que tú también eres un buen lector y, efectivamente, te diré que los últimos capítulos, son los que menos reescritos
están. Y quizás se emplea un tono más entusiasta que, quizás, si le hubiera dedicado más tiempo, habría ajustado mejor. En
este aspecto te doy la razón.
O sea, en la cuestión de los énfasis en la
escritura. Qué le voy a hacer, soy entusiasta. Y sobre el argumento
central de Jordi Gracia, eso de decir: “No hay nada democrático en
meterse un pico”, estamos de acuerdo.
"Pero quizá sí hay algo democrático
en tener derecho a drogarte. Quiero decir que se puede argumentar que
el derecho a las drogas es también un derecho ciudadano, el ejercicio de una
libertad. Si se hubieran legalizado las drogas, no habría existido una epidemia de
heroína en la España de entonces". Tampoco en Estados Unidos, donde ahora
está habiendo un incremento salvaje del consumo de heroína. "Gente a la
que le han sido recetados 'painkillers' se vuelven
adictos cuando se los retiran y en el mercado negro adquieren precios
impagables, así que meten la heroína como sustituto barato..."
"La
legalización de las drogas, para empezar, transformaría estos problemas
sociales y de llamado 'orden público' en simples problemas médicos o
psicológicos, mucho más fáciles de resolver". Hubo una discusión histórica
muy fuerte en los años 90 con los antiprohibicionistas, que sostienen que "el
auténtico problema de las drogas es la propia prohibición". Yo estoy de acuerdo con eso.
Pero también hay una dimensión filosófica, de filosofía política. ¿En
nombre de qué se prohíbe? En nombre de la minoría de edad de las
personas. "De tu incapacidad de gestionar tu propia farmacología y tu
propia vida…"

Esa parte del proyecto tiene que ver con la democracia.
Como decían los grafitis de la época, "la democracia tiene que
ver con la mayoría de edad política. Y el ejercicio de la libertad se
concebía de manera total. Era una cuestión de soberanía personal". ¿Me
quiero drogar o no? A mí personalmente no me interesa la heroína. Pero
si me interesase, no me convertiría en un sujeto antidemocrático, ni se
lo estaría imponiendo a nadie. Estaría asumiendo mi derecho a las
drogas. Yo no quiero que todo el mundo se drogue, eso sería distinto,
¿no? Eso sería una lógica diferente.
IE: Pero…
GLM: Espera, por partes. Y hay una parte de la farmacología que se
conecta con esto, con qué significan los derechos ciudadanos, cuál es el
lugar del individuo en la sociedad. ¿El individuo se tiene a sí mismo,
es un sujeto de sí mismo en una democracia? ¿O tiene que ser
paternalizado, garantizado, mediado por estados, iglesias, sectas,
instituciones, etc.? Ahí hay una discusión política. Pero es que además
"el proyecto de estos jóvenes no era picarse. Que terminaran así en los
80 no significa que su proyecto político para la democracia fuera ese".
¿Te cuento algo de su proyecto democrático?
Bicicletas, energías
renovables, acabar con la contaminación, autonomía del ocio del dinero,
libertad para la asociación en el espacio público, recuperar fiestas
populares, paneles solares, gestión soberana de los recursos,
antimilitarismo, desmilitarización... En fin, todo ese tipo de proyectos
que, no sé, no me parecen nada antidemocráticos. Algunos incluso han
sido incorporados por el sentido común hegemónico. Hay tradiciones
políticas que vienen de allí. El municipalismo actual asume las ideas de
la contracultura de una manera incluso rebajada, diríamos. Porque no
había nada antidemocrático en querer gestionar de una manera colectiva
los espacios, ¿no?
IE: Ahora eres tú el que haces trampas. No suscribir
positivamente los postulados democráticos, o no articular políticamente
las propias conductas, ni siquiera las propias aspiraciones, no te
define como antidemocrático.
GLM: Vale, pero lo que yo digo es que todo esto que acabo de
mencionar representa una gran acumulación de valor democrático. "La
democracia no es sólo un procedimiento. Es también un conjunto de
valores que tienen que ver con la combinatoria de libertad e igualdad y
fraternidad/solidaridad a través de la participación libre y no
jerárquica de individuos en la gestión de lo común".

IE: Bien, muy bien, no hay modo de pillarte. (Risas) Pero en
otro lugar de tu libro dices: “Desde el punto de vista de la oferta, los
jóvenes transicionales se encontraron metidos en un laberinto. Pero si
exclusivamente consideramos este punto de vista estamos borrando la
dimensión subjetiva del proceso. La capacidad de esta juventud de querer
y de desear esas formas de vida asociadas a su búsqueda de un devenir
yonqui que pudiera placar las contradicciones generacionales de una
ciudadanía poética sin reconocimiento en un contexto político
reaccionario.” Otra vez me cuesta un huevo aceptar la fraseología que
empleas. ¿La búsqueda de un 'devenir yonqui'?” ¿No te parece un exceso…?
GLM: ¿Qué es lo que te cuesta? ¿Que haya gente que quiera meterse heroína?
IE: Toda la frase, entera. La atribución a todo eso de una dimensión proyectiva…
GLM: Entiendo que la radicalidad de ese momento y la agilidad de esas
formas de vida nos produce un desafío y a mí me las ha producido en el
proceso de hacer este libro. Yo la primera vez que vi Arrebato no pude dormir esa noche. Pero esa cinta es una alegoría de un proyecto generacional. Así lo comprenden sus protagonistas.
IE: Revisaré esa película. Pero vamos terminando, porque esto
se nos está yendo de las manos. ¿No hay una deformación profesional en
tu libro, ya desde el título –'Culpables por la literatura'–, con
esa precedencia que atribuyes a la literatura, cuando la contracultura
parece penetrar tanto o más el mundo del cine, de la música...?
GLM: 'Culpables por la literatura' es un título que plantea la
relación entre los devenires de esta generación y
unas formas de cultura a través de la escritura, a través de las letras.
Yo digo explícitamente, desde muy pronto en el libro, que voy a utilizar
la idea de literatura como institución imaginaria, de una manera
voluntariamente abierta; que literatura es aquí un sinónimo de estética.
"Una forma prototípica de una estética y una política de época". Podría
haber titulado el libro 'Culpables por la cultura', o 'Culpables por la
estética', pero ninguno de los dos títulos funcionan, por varias
razones. Yo hablo de una noción expandida de literatura, que es la que
practicamos desde los estudios culturales.

El concepto que a mí me
interesa es el de bio-literatura, es decir, "la relación entre
vida y estética, compulsiva y potencialmente emancipadora, la capacidad
que la imaginación estética tiene de redescribir nuestra comprensión del
mundo transformando nuestro lugar en él". O sea, para mí, en este libro
no hay ninguna diferencia entre la relación quijotesca, bioliteraria,
que se da en los años 70 a través de la literatura, con la que
produce el cine, o la música, o la política, o el teatro.
Todas las
formas estéticas fueron vividas de la misma manera, radical, compulsiva,
límite. ¿Por qué escojo privilegiar la literatura? ¿Puede ser un
prejuicio profesional? Quizás sí, pero también me parece que "la
literatura, la escritura es la forma de cultura más importante para esta
generación. Sobre todo para la del 68. Es claramente central. Hablamos
tanto de literatura revolucionaria, como de novela de aventuras".

"Dedico
una parte muy importante a argumentar por qué la literatura es la
principal de todas estas 'tecnologías', la que conforma la relación con
todas las demás, frente a la noción de bio-poética". Hay otras fuentes,
Rancière, Bourdieu, hay una serie de escritores que me ayudan a armar
esa noción, que es algo tan básico como decir "que la estética permite a
los sujetos imaginar su lugar en el mundo de otra manera". Y la fuerza
que esa estética, que ese acto de imaginación política tiene sobre la
identidad es tan grande que cambia la vida. Esa es una experiencia que
pasa a todos los niveles en todas las partes del mundo. Es
algo antropológico.
Le pasa a Don Quijote y a los conquistadores de
América intoxicados de crónicas. A Rousseau y a los jóvenes jacobinos
que lo leyeron. "Y no siempre es bueno creerse los locos sueños que los
libros suministran". El romanticismo es el momento en el que se construye
esta relación de la modernidad donde de alguna forma las gentes se
apropian de manera auto-organizada de las promesas, los mundos que la
estética les enseña a imaginar, ¿no?
Jean-Jacques Rousseau
IE: Supongo que sí. Pero vamos con la última cuestión. En tu
cartografía de la contracultura, ésta abarca casi todos los palos, por
así decirlo. Excepto uno, a mi ver, que sería el de la política
entendida ella misma como cultura. El de la tradición política
enfrentada a la cultura política hegemónica. La tradición del comunismo,
por ejemplo, no del eurocomunismo del Carrillo claudicante, sino del
comunismo leninista, por ejemplo, ¿no es contracultura en el marco de la
Transición? Al lado del joven del que se pierde el rastro cuando se
sumerge en la adicción a la heroína, ¿no cabría poner a la juventud
militante de partidos que ya entonces se calificaban de extrema
izquierda, algunos de los cuales impugnaban muy articuladamente la
democracia que se estaba construyendo, pero lo hacían con programas
concretos, por muy descabellados que puedan parecer?
GLM: Siempre cuento la siguiente anécdota. "Una vez entrevisté a algunos activistas transicionales, unos tipos cripto-gays
que habían montado una cooperativa muy interesante que funcionaba como
restaurante. Vivían en un piso comuna, tenían la misma caja común para el papel higiénico y para el bar-restaurante; uno de ellos era del Partido
Comunista, otro había montado el primer grupo de Amnistía Internacional
en su ciudad, se auto-organizaban las clases en las huelgas generales, y
luego obligaron al rector a que les aprobase los cursos que se habían
hecho tomar a sí mismos..."

"Unos falangistas les pusieron una bomba, pero
eso fue más tarde, ya en el año 83, me parece". Uno de esos tipos, que realizó todas estas experiencias en los años 60, cuando le entrevisto me
dice que no tiene nada que contar sobre la transición porque,
literalmente, "él no estaba metido en política". Entonces yo le digo: "pero hiciste
esto, esto, esto y esto". Y él que no, "que eso no tenía nada que ver con
la política". Pues perdona, tú, en la época no hubieras dicho lo mismo.
Todo eso para ti era tu política. Como dicen los Hijos del Agobio,
era 'política del barrio', 'de estar con la gente'.
El proyecto
político democrático radical en los 70 no diferenciaba entre la vida
cotidiana y sus formas de organización política. Claro, "cuando esto se
censura a través del Estado, y a través de la salvaje mortalidad juvenil
de los años 80, pues se vuelven a disociar, la vida de un lado y la
política de otro. Y también la memoria se disocia". Es una cosa que
podemos volver a pensar desde otra clave en el 15-M. "En el 15-M,
política y cultura estaban juntas. En los nuevos partidos políticos ya
no. Son de nuevo los expertos de la política y la cultura, y todo
vuelve a pensarse como propaganda, como guerra cultural, como lucha por
la hegemonía", aunque la llamen 'construir pueblo'.
IE: A lo que voy: ¿crees que la militancia política clásica,
es decir, la de los partidos de izquierda, es responsable de su propio
fracaso, a diferencia de los jóvenes contraculturales?
GLM: No. Sería más sutil, en el sentido de que ahí pasan cosas
muy distintas porque hay movimientos autónomos muy fuertes en todo el
primer contexto de los años 70, y tú no puedes explicar las
movilizaciones de Vitoria del 76 desde la política organizada. Al
contrario...
Movilizaciones en Vitoria a raíz de la matanza de trabajadores provocada por la Policía Armada el 3 de marzo de 1976
GM: Muchos eran comunistas...
GLM: Sí, sí. Y las Comisiones Obreras no dependían de Santiago
Carrillo. O sea como que "hay un proceso de cristalización, de
fosilización, de intrusismo, de un aparato que se impuso sobre las bases
diciéndoles cómo tenían que organizarse…" Un problema de la cultura
comunista en España era su matriz católica. Afecta a toda la cultura
política española. La ruptura contracultural tiene que ver también con
ese hecho.
Santiago Carrillo
"Estamos en democracia, esto ya no tiene sentido,
disuélvanse", les dicen. ¡Y muchos obedecen! Lo fuerte es eso, ¡que obedecen!
Hay también otros procesos interesantes. En fin, esos conflictos no se
van a vivir igual entre los más o los menos jóvenes. Son más dramáticos
para la gente que tiene una experiencia más larga en el franquismo, los
que son un poco anteriores al 68, o incluso del propio 68, pero que todavía no
se socializan en la contracultura. A partir del 70 se vive de otra
manera. Y la experiencia central de la generación del 77, o sea "de los
nacidos alrededor del 55", vamos a decir, "es el desbordamiento
político-cultural de las estructuras de militancia política
tradicionales".
De alguna manera lo que se siente es que "las estructuras
de militancia política no pueden acoger la nueva vida y se
produce un colapso de las estructuras tradicionales de militancia
política". Es un gesto hiperpolítico, si queremos. Hay una conciencia de
que las estructuras tradicionales no respetan el lugar que se desea en
el mundo. O sea, "yo no necesito un cura o un comisario que me diga cómo
me tengo que organizar ni cómo tengo que vivir. En la sociedad
democrática esas estructuras ya no tienen lugar". La única estructura que
puede organizar la democracia es la de tipo asociativo, en la cual
cada individuo tenga derecho a participar o no. Y ese es un gesto que va
a pasar una y otra vez, y en todas partes.
GM: Pasa en la CNT
GLM: Pasa en ETA. Pasa en el PC. Pasa en la CNT. Pasa en el
nacionalismo gallego. Es una experiencia transversal a todas las formas
de militancia política antifranquista. Sigue pasando hoy. Por supuesto,
"están aquellos que no renuncian y se radicalizan". Pero también esa
radicalización es otra manera de procesar esa, digamos, incapacidad de
las formas de organización políticas jerárquicas, vamos a llamarlas
jerárquico-autoritarias, de organizar la vida nueva de la democracia.
Entonces en el ámbito de tu propia vida, tú dices, mira, chaval, es que
esto no me interesa.
¡Yo quiero vivir de otra manera!
FUENTE: ctxt.es
Guillem Martínez
/
Ignacio Echevarría
28/11/2020
Siempre
he pensado que, a la sordina, el Estado es permisivo con las drogas (si
es que no las potencia él mismo) porque la población enganchada a los
estupefacientes nunca va a rebelarse. Están ahí, en 'stand by',
sin custionarse para nada el sistema. Así que aunque cometan una serie
de delitos (lo que a su vez permite mantener activos los cuerpos
policiales) y tenga con ellos una serie de gastos sanitarios,
rentabiliza su situación. Lo entendí de muy joven al leer la palabra 'soma' en 'Un mundo feliz' de Aldous Huxley. Pues las drogas vienen a ser uno más de los diferentes tipos de 'soma' con los que el Estado, día a día, nos aliena y entontece. Pero claro, si se despenalizaran, el tráfico ilegal desaparecía y con él, uno de los mayores negocios del mundo. Y claro...
Pertenecezco a esa segunda oleada antifranquista (la de los nacidos en los años 50) que intentó torcerle el brazo al régimen. Es por ello que la frase que más me ha llegado de Germán Labrador ha sido la de "libertarios pero sin carnet". Y es que algunos... ¡continuamos siéndolo!