Apenas raya el alba,
El perrito jodedor
Inicia su monótona
Y aguda cantinela
Que, incansablemente,
Repite hasta que el sueño
Lo vence a medianoche.
Negro, diminuto, asoma
Su pequeña cabecita
Por entre los barrotes
Del balcón y ladra,
Ladra, ladra y ladra
Sin que el agotamiento
Venza la insistencia
De sus cuerdas minúsculas.
El primer día pensé
Que estaría solo, que acaso
Sus dueños no sabrían
De su machacona forma
De protestar ante el dolor
Y la tristeza cruda
de la absoluta soledad.
Pero pasan los días
Y no cesa su ‘canto’
de insistentes ladridos.
Mañana tarde y noche
Repite sin descanso
Su estrofa preferida.
Ya lo llamo el minúsculo
perrito de los sordos,
Porque de otra manera
No entiendo que a sus amos
No les rompa los nervios
Como me pasa a mí.
Miguel Ángel G. Yanes
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