PENDULONA
Hay quienes tienen el vicio de mirar situaciones eróticas o excitantes (voyeurs) que, al parecer les provocan cierto placer sexual; mirones, en román paladino. Pues yo, sin llegar a cota alguna de placer sexual, tengo la puñetera manía de escuchar y, normalmente, tomado el café matutino o la cañita del mediodía (vicios solitarios desde que los amigos más cercanos se fueron para siempre) pongo a veces la oreja cuando la conversación de la mesa vecina me resulta interesante. A fé que en ocasiones merece la pena, y es qué los que nos dedicamos a esto de escribir nos nutrimos a diario de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Tres mujeres en apariencia cincuentonas, se hallaban sentadas junto a mí, llevando a cabo una conversación intrascendente cuando de pronto una de ellas dijo:
- María, te voy a dar una viagra para que a Antonio se le ponga dura.
Y metiendo la mano en el bolso sacó la famosa pastilla azul, pero María la rechazó diciendo:
- A mí no me gustan demasiado duras. La prefiero pendulona como la de mi marido.
Miguel Ángel G. Yanes
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