21/6/14

PEPE MACHÍN

Ha vuelto a ocurrir. Cada vez con mayor frecuencia mis allegados se deshacen en el viento; ahora le ha tocado el turno a José Hernández Machín, Pepe Machín para los amigos. Nos ha dejado de forma inesperada, y es que cuando uno tiene la cita marcada, no sirve de nada correr o detenerse; la Parca acude inexorablemente.

Pepe Machín

Conocí a Machín en los años de instituto. Coincidimos durante los dos cursos de lo que antaño se denominaba Bachillerato Superior, a principios de los 70, en el INEM de Santa Cruz de Tenerife, y aunque en la actualidad nos veíamos bien poco, siempre conservamos aquella vieja amistad.

Viajaba con cierto retraso en nuestras aulas. De hecho nos sacaba tres o cuatro años a la mayoría. Estaba claro que no era un buen estudiante, pero no por torpeza sino por dejadez: le interesaba poco aquel zafarrancho educativo en el que nos hallábamos inmersos. No obstante, su buen corazón, su alegría de vivir y su innata capacidad como deportista, lo colocaban a los ojos de todos, como un extraordinario compañero.

Alto, fuerte, musculoso, Machín destaca físicamente entre todos nosotros. Experto jugador de balonmano, era temible por la potencia de su tiro. Más de un portero de aquella época debe recordar bien sus tremendos "zambombazos".

Fue el pasado lunes, cuando a la hora del café matutino tropezamos en la barra del bar de Tasito (Los Tres Mosqueteros) aquí, en la calle donde vivo desde casi 25 años. Había venido a recoger su "traje de mago" a la tintorería de enfrente, porque Machín (lo digo para los que no lo conocieran) era un parrandero inestimable y un excelente timplista donde los hubiera, aunque nunca comprendí la facilidad con la qué, aquellos dedos suyos, gruesos y enormes, acariciaban con tal dulzura el timple. 

Hablamos de los tiempos idos y de los amigos que aún iban quedando. Tocamos viejos temas, y una sombra, de pronto, se le posó en los ojos. No quiero dar su nombre, pero una mujer que amó en los años tiernos de la juventud, aún le seguía doliendo, máxime cuando sabía, por boca de terceros, que ella no era feliz.

- ¡La vida! dijo.Y apartó como pudo, dando un fugaz manotazo al aire, aquella bruma de tristeza.


Pletórico de fortaleza y vitalidad, Machín murió a los pocos días. Me acabo de enterar al ver la esquela que convocaba a su misa en la prensa matutina. La del entierro, al carecer de foto identificativa (ya sólo capta nuestra atención la imagen) a muchos se nos pasó por alto. Fue un accidente fortuito: al parecer cayó hacia atrás, no sé si víctima de algún resbalón, mareo o síncope, golpeándose fatalmente en el occipital. Tras unos días en coma, falleció. 

Se esfumó su presencia poderosa, pero tengo claro que su luz avanza resueltamente hacia la eternidad.

Permítanme unos versos para honrar su memoria:

PENAR DE TIMPLE
 
(A Pepe Machín, in memoriam)

En algún rincón
De solitaria estancia
Penará un guitarrillo
Desconsolado y huérfano
Aguardando
Las amorosas manos
De su dueño que acaso
Posadas sobre él
Pesen menos que el humo
Y no las sienta.

Pero en la oquedad
Sagrada de su vientre
Dormirán su esperanza,
 Su ternura y su angustia,
Para que cuando alguien
Lo pulse, el aire traiga,
Hasta el borde del alma,
El temblor de sus sueños
Enredado en las cuerdas
Nostálgicas del timple.

Miguel Ángel G. Yanes

NOTA: Mi profundo agradecimiento a Ana Estévez por haberme facilitado la fotografía de Machín.

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