Visto lo visto, está claro que al gobierno español le importa un "corno" (por no decir "un carajo") lo que termine sucediendo con nuestra economía, con nuestras costas, con la biodiversidad marina y con el futuro de nuestros hijos, con tal de hacerse con el pastel económico del posible yacimiento de hidrocarburo, del qué (desengáñense ustedes) los canarios, no vamos a rascar bola. Si acaso llegamos a rascar algo, será chapapote.
¿Pero de verdad, los canarios somos tan ilusos como para pensar que vamos a beneficiarnos de ese negocio? Pues no va a ser así. Económicamente sólo se beneficiarán los de siempre: cuatro familias ricachonas, las multinacionales petroleras, las empresas subsidiarias, los representantes del gobierno de turno y poco más.
Poner en peligro la subsistencia del turismo, del que depende básicamente nuestra economía, resulta una apuesta de futuro tan arriesgada que clama al cielo de lo razonable, aunque todavía haya quienes crean que el petróleo es la panacea universal.
Algunos ya se ven con los bolsillos repletos de oro ¿negro?, mientras critican a los que estamos en contra de tamaño despropósito, aduciendo que somos unos "simples" que no tenemos visión de futuro ni noción alguna de economía... ¡Necios!... Así nos va. Es la riqueza facilona de los ingenuos.
Por mucho que se empeñen en convencernos de las escasas posibilidades de que se produzca un vertido de crudo (como si no hubiera ocurrido nunca), la amenaza siempre está latente, y caso de contaminación del entorno, la ruina de Canarias como lugar turístico de primer orden y reserva de la biosfera, sería inminente.
A eso nos arriesgamos si se sigue adelante con este dislate.
Miguel Ángel G. Yanes
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