La insuficiencia financiera ahoga a los campus
españoles. Pierden fondos y docentes mientras los alumnos se quedan sin
becas para pagar unas tasas abusivas. La iniciativa privada aparece como
la tabla de salvación, pero su entrada en las universidades públicas
abre la puerta a un cambio de modelo que puede pervertir su función
social.
Decir que la Universidad pública en España no pasa por su mejor momento es una obviedad que, no por evidente, deja de ser menos cierta. Afectados por duros recortes y por presupuestos cada vez más reducidos, los centros de educación superior sobreviven en un contexto marcado por la incertidumbre social y económica. Pierden profesores al tiempo que ven cómo los alumnos cada vez se matriculan de menos créditos; los laboratorios envejecen ante la falta de fondos para su renovación; las líneas de investigación se reducen; las facturas impagadas se acumulan en los cajones y las tasas suben mientras los requisitos para acceder a becas se endurecen.
Como remedio a este estado de cosas surgen los patrocinios
empresariales, el micromecenazgo, la financiación privada o los
préstamos bancarios que ayudan a pagar las tasas a los que se quedan
fuera del sistema público de ayudas. Ya sean en forma de buena voluntad o
con cierto afán de lucro, la sensación general entre los defensores de
la educación pública es que estas medidas solo son parches y que el
progresivo desfinanciamiento de las universidades y la entrada de
capital privado pueden conllevar consecuencias muy graves para el
sistema. “Los recortes influyen en el funcionamiento de las universidades, que se ven obligadas a venderse al mejor postor”, lamenta Julio Serrano, responsable de Universidad e Investigación de la Federación de Enseñanza de CCOO.
La sumisión de la Universidad a criterios de eficacia y de rentabilidad, alertan las personas consultadas para la realización de este reportaje, puede acabar por quebrar el principio de igualdad de oportunidades. Que la razón economicista acabe por regir un instrumento que fue creado para favorecer la modernización y la transformación social, insisten, es “muy preocupante”.
En medio de estas malas perspectivas subyace un temor: que esta situación no sea pasajera. Y que la crisis sea la mejor coartada para incorporar cambios radicales que afecten a la función social de la Universidad.
FUENTE: Público.es
Números rojos
Elena Larrondo
07 may 2014
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