4/11/13

COSAS DE PRIMOS


Antes de vérsele aparecer, ya se sabe que llega cargado porque, a pleno pulmón, viene cantando una saeta que, al llegar a la altura de la tasca, interrumpe para decir a voz en grito:

- ¡Viva mi primo!.. ¡Es un sinvergüenza pero le tengo aprecio! No es capaz de ponerme un vasito de vino, pero… ¡Viva mi primo!

Al oír la perorata, el primo se asoma a la puerta del negocio, por si se halla en la terraza y molesta a los clientes, pero, firmemente apoyado en su bastón, el anciano está en la cera de enfrente; lo que no es óbice para que todos nos quedemos con la copla.

- ¡Ya está el perro en la puerta! Dice al verlo.

El primo tuerce el gesto, agita la mano como quién espanta moscas y se retira al interior del local sin decir ni pío, mientras el otro sigue con su cantinela:

- ¡Viva mi primo!... ¡Es un sinvergüenza pero le tengo aprecio… y a su mujer también! Grita como coletilla, al verla aparecer sirviendo las mesas.

Pero como no le hacen caso ni le sirven un vino, entona de nuevo su saeta y se aleja con su paso lento y cansino.

Entonces escucho decir por bajines a uno de los camareros:

- Todos los días con la misma matraca.

Miguel Ángel G. Yanes

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