Todos los humanos tenemos un espíritu guardián: un ángel o un demonio de la guarda; depende del grado de conciencia. En mi caso concreto reconozco que es un buen demonio, y he llegado a tal afinidad con él qué incluso conozco hasta su nombre.
No lo voy a decir, pero, aparte de mí, alguien lo sabe.
Sé que un día nos iremos los dos (el buen demonio y yo) y no vendremos más. Dejaremos atrás un sueño compartido, un reguero de versos y un cernícalo, cernido sobre un campo rojizo de amapolas, graznándole a la vida desde el azul, llamando la atención de quien atienda al grito, para prestarle alas de ave y de demonio con las que alzar el vuelo.
Tengan en cuenta que el ángel obedece siempre "per se". El demonio es el que se rebela.
Miguel Ángel G. Yanes
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