29/11/13

LA CODICIA Y LA ESTUPIDEZ

Iba a titular esta entrada "La codicia y la estupidez humana", pero enseguida me di cuenta de que ambos sustantivos no se le pueden aplicar a ninguna otra especie de las que, al menos a la vista, habitan el planeta. Sólo nosotros, "homo sapiens", último peldaño del reino animal, vértice de la pirámide evolutiva, "hijos predilectos de dios", somos codiciosos y estúpidos a más no poder.


Codiciosos porque lo llevamos no sé si en la sangre, en las entrañas, en los genes o en "salva sea la parte", y porque el propio sistema social nos empuja a ello; a desearlo todo, a tenerlo todo: dinero, poder, posesiones materiales, animales... e incluso personas, y estúpidos por dejar de lado nuestra conciencia y seguir ese "juego". Y es que codicia y estupidez son primas hermanas.

Para muestra un botón:

Dada la extinción oficial del rinoceronte negro en su entrono salvaje, los bárbaros de sus cazadores han llegado a atacar a animales cautivos, motosierra en mano, para cortarles el famoso cuerno, que se cotiza a precio de oro en el mercado negro, ante la absurda creencia de sus propiedades afrodisiacas. Pero el no va más ha sido el robo de cuernos en museos y exposiciones, hasta el punto de que en el museo de la universidad de Lieja se han visto obligados a sustituirlos por copias, acompañadas de un cartel que indica: 

"Se exhiben réplicas por culpa de la estupidez humana"*


Resulta que los humanos hemos dejado de vibrar al ritmo de Natura; nos hemos rebelado, la hemos explotado, envenenado, masacrado... Habiendo escapado a su control, somos para ella una plaga que lo fagocita todo, y se ve impotente, porque no dispone de otra especie que nos pueda enfrentar para frenarnos; así que no le va a quedar otro remedio, si no rectificamos cuanto antes, que ponernos en las manos nuestra propia destrucción.

Además, por si fuera poco, hemos hecho del dinero la máxima de nuestras vidas, lo que nos ha arrastrado a un culto al materialismo puro y duro y a un consumismo exacerbado, renunciando, de paso, a valores humanos incuestionables, lo que ha nublado nuestras entendederas, convirtiéndonos en una especie cada vez más codiciosa y tremendamente estúpida, que mira absorta a su alrededor sin entender lo que ocurre, mientras el nexo con la madre primordial y con el resto de seres, se deshace.  

Estamos asistiendo, a rabillo de ojo, a la pérdida de nuestro propio paraíso, sin que parezca que nos importe demasiado. Y esto ocurre porque no van parejos nuestros adelantos técnicos (cacharros al fin y al cabo) ni nuestra soberbia y  avaricia, con nuestra verdadera evolución de seres espirituales llevando a cabo una experiencia física. 


(*) Datos tomados del blog "Notas de campo y jardín" con el permiso del compañero Jesús Dorda

Miguel Ángel G. Yanes

No hay comentarios:

Publicar un comentario