21/10/13

RECÁMARAS

El pasado 21 de septiembre me descolgué con una entrada titulada SALTAPERICOS, en la que intentaba explicar cómo, los chicos, a medida que aumentaba nuestra edad, ascendíamos también por una escala de peligrosidad pirotécnica, de la qué, el primer peldaño eran las "bombitas" y el segundo los "saltapericos". Las primeras se tiraban directamente contra el suelo y los segundos se raspaban contra determinadas superficies.

Pues el tercer peldaño, en el que ya era necesaria la intervención de una llama, venían a ser las "recámaras": petardos compuestos por un delgado tubito de cartón de aproximadamente 5 cm. de largo, relleno de pólvora y con una pequeña mecha en un extremo que, al prenderle fuego, producía una potente detonación en relación con su tamaño. Y no digamos nada, si se utilizaba el portón de un edificio como caja de resonancia.


Había que coger la "recámara" por la parte trasera y, nada más prenderla, tirarla de inmediato para evitar que nos explotara en las manos; aunque terminaríamos descubriendo que si eliminabamos aquel polvillo negro de la mecha (pólvora) y dejábamos sólo los hilillos del interior, podíamos retrasar su explosión, lo que, a la larga, nos daba mucho juego para determinadas diabluras.

La explosión es simplemente la combustión de la pólvora que, a una rapidísima velocidad, produce gran cantidad de calor y de gases que, al expandirse, provocan que el contenedor reviente, liberando así la presión de su interior.


La palabra "recámara", según el diccionario de la lengua de la R.A.E., tiene múltiples acepciones, aunque básicamente se subdividen en dos grupos: los referidos a habitaciones, cuartos o cámaras, y los que tienen que ver con explosivos o armas de fuego.

Curiosamente, la acepción que empleamos en Canarias con relación a esos determinados petardos, proviene de Venezuela; país éste con el que nos unen importantísimos vínculos culturales.

Miguel Ángel G. Yanes

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