Un individuo de mediana edad, bajito pero fortachón, de anchas espaldas y robustos brazos, se disponía a cruzar un paso de peatones, portando dos pesadas bolsas de compra, una a cada lado, por aquello de la ley de la compensación, cuando hubo de detenerse en seco porque un coche, conducido por un joven, giró en la esquina a excesiva velocidad y estuvo a punto de atropellarlo. El repentino frenazo provocó incluso que el coche se ladeara, quedando paralelo casi al paso de peatones, al tiempo que, el conductor, fuera de sus casillas, increpaba al ciudadano, gritándole:
- ¡¿A ver si miras por dónde vas, gilipollas?!
Ante lo que el peatón, sin mediar palabra y sin soltar sus bolsas, le arreó, inesperadamente, una tremenda patada en la puerta del coche, dejándole un buen "bollo" de recuerdo; para, girándose a continuación, mostarle el culo y decirle:
- Y ahora, si quieres, me tomas la matrícula y me denuncias.
Yo pensé que se iba a liar una buena bronca, pero algo debió captar el chico en los ojos del individuo, qué no se atrevió a rezongar, y mucho menos a bajarse. Arrancó de nuevo el coche que se le había "calado" y salió a escape... por si las moscas.
Y es qué, no todo el mundo está dispuesto a dejarse avasallar.
Miguel Ángel G. Yanes
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