Mándala es un término de origen sánscrito, que identifica diagramas o representaciones simbólicas complejas, utilizadas en el budismo y en el hinduismo. Simbolizan tanto el macrocosmos como el microcosmos, y vienen a representar un espacio sagrado, un centro en expansión que se utiliza como soporte visual para la meditación.
En la mayoría de las culturas existen representaciones de tipo
mandálico, con una función claramente espiritual: la mandorla del arte cristiano medieval, los laberintos existentes en el pavimento de algunas catedrales góticas o los rosetones de sus vitrales.
Posiblemente, la universalidad de las figuras mandálicas se deba al hecho de que las formas concéntricas sugieren una idea de perfección (equidistancia con respecto a un centro) y de que la circunferencia evoque el ciclo eterno de las cosas. Un claro ejemplo es el uróboros: la serpiente alquímica que se muerde la cola y que representa la infinitud.
La tradición ocultista occidental recurrió siempre a los círculos mágicos o de protección, con la intención de separar lo sagrado de lo profano. Dichos círculos vienen a cumplir una función análoga a la de los mandalas orientales.
Esta universalidad de los mándalas hizo que el psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo Carl Gustav Jung, fundador de la escuela de psicología analítica, los identificara como expresiones del inconsciente colectivo. Para él, el centro del mándala representa al sujeto en su intento de alcanzar la perfección.
Miguel Ángel G. Yanes
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