"Si se llama libertad a cualquier cosa se pueden
cometer muchas torpezas, porque detrás del abuso de una palabra tan
noble se esconde la manipulación neoliberal. Produce una sensación de
libertad que resulta fatídica porque convierte en imposible toda
resistencia, toda revolución". Es una nueva forma de alienación que no se
relaciona directamente ni con el sistema político, ni con el trabajo,
sino que se aloja en sí misma, como un nuevo proceso de
auto-explotación, en el que tendría mucho que investigar la Psicología.
La pandemia está aumentando este fenómeno al concentrar toda la carga
del problema en el ciudadano, "que se está sometiendo a esa
auto-explotación en la vida laboral, familiar, de convivencia social,
cultural y por supuesto con un efecto neurológico colectivo". Al final no
sabremos qué es lo correcto, salvo lo que está prohibido. "No vivimos en
positivo, porque se está imponiendo la negatividad". Y se ha extendido
tanto a la vida cotidiana como a la política.

"Se ha olvidado la libertad en su sentido constitucional, entendida
como la posibilidad universal de elegir en la vida todo aquello que se
ha consagrado como un derecho". Y pueden llegar momentos críticos en los
que las conductas se transformen en armas de doble filo. "Lo que
ayer era algo normal se puede convertir -a causa de la adversidad que
estamos viviendo- en una conducta irresponsable porque pone en peligro
la vida de otros".
"Y esta nueva situación cambia el sentido de libertad
posible, en libertad solidaria, porque el ámbito de aplicación ha
cambiado por un movimiento pandémico que lo impide". Prohibir el paso en
una situación de peligro no es convertir a la autoridad que lo impone en
una dictadura constitucional y absolutista, como han calificados, los
partidos de la derecha, los estados de emergencia decretados.

Nada es por casualidad. La Fundación Internacional por la Libertad firmó recientemente un manifiesto en el que advertían
acerca de que a ambos lados del Atlántico estaba resurgiendo un
estatalismo, intervencionismo y populismo "que podía estar buscando un
cambio de modelo, alejado de la democracia liberal y de la economía de
mercado".
Este manifiesto lo firmaban -entre otros- Vargas Llosa, Aznar,
Cayetana Álvarez de Toledo, Esperanza Aguirre y muchos empresarios de
Venezuela, Chile, Perú, Nicaragua, así como expresidentes y
exministros latinoamericanos de gobiernos conservadores.
Esto suena bien a muchas personas de ideología diversa que están
pensando muy intensamente en las libertades económicas. "Personas a las
que por lo general les dan igual las conquistas sociales y la
consolidación de los derechos".
Aznar y Vargas Llosa
Hoy la pandemia lo que ha puesto de relieve es "la cuestión de si la
libertad la podemos ejercer -aun teniendo derecho a ello- cuando al
hacerlo ponemos en riesgo la salud y la vida de los demás". Y la pregunta
es ¿podemos limitar esas libertades para no contribuir a un
agravamiento en la lucha contra la Covid-19? Todo se concentra en cómo
se gestiona la crisis en sus diferentes facetas: "la sanitaria en sus
aspectos básicos empezando por la asistencia primaria, pasando a los
aspectos más complejos como son los casos en que se precisan cuidados
clínicos o procesos en espacios como UCI".
Y a continuación las otras
medidas: "cómo cuidamos lo común, cómo hacemos para que la vida no se
pare, qué medidas tomamos para que la economía no se perjudique". Y aquí
entramos en un terreno en el que las decisiones no son neutras. Por
ejemplo, "lo estamos viendo en algunas Comunidades Autónomas como la
murciana, en donde se han cerrado los espacios de la restauración y
bares y se ha dejado expresamente ¡sin limitaciones!, salvo las generales,
a las casas de juego, bingos y casinos", en concreto, y cito
textualmente el BORM los epígrafes de actividades 969.2, 969.3 y 969.5,
para que no haya confusión. "Si esto no es discriminación, ¡que baje Dios
y lo vea!".

Recientemente Innerarity, refiriéndose a "cómo ejercer la libertad en
momentos críticos", glosaba la figura de Ulises "dejándose atar para no
sucumbir a los cantos de sirenas". Y de esta forma nos recordaba que
"muchas veces la mejor manera de preservar la libertad es atarse", no
tanto para respetar la de los demás, sino para protegerse de las
torpezas que podría uno cometer, "si llama libertad a cualquier cosa".
Esto es lo que está ocurriendo en algunas regiones, como la citada
Región de Murcia: "el presidente y el consejero de sanidad deberían
haberse dejado atar por el bien de todos para no sucumbir a los cantos
de sirena de los juegos de azar". O la presidenta de Madrid, que cierra y
abre su comunidad discrecionalmente según le conviene, como si tuviese
al Covid-19 ajustado a calendarios festivos y laborales. "Y tantas cosas
disparatadas que estamos presenciando con los que no respetan las normas
y salen con sus bastones de jugar al golf por las calles céntricas de
Madrid a romper señales de tráfico".

Este ruido tremendo, que los medios de comunicación nos trasladan,
hace que la mayoría de personas que respetan el aislamiento y las normas
entre en zozobra. Y antes de que unos y otros nos arruinen la vida,
deberíamos decir: ¡alto! Y un ¡hasta aquí hemos llegado! Porque empieza a
ser peligroso que no se escuche a la ciudadanía silenciosa, que está
dando un ejemplo de solidaridad porque ha puesto en valor lo que tienen
en común que defender: la vida.
FUENTE: nuevatribuna.es
José Molina
11/11/2020