Vuelve a arde, por tercera vez en pocos días, la isla de Gran Canaria. El fuego, sin control aparente, se ha adentrado ya en la reserva forestal del pinar de Tamadaba: un desastre de magnitudes bíblicas en el que las llamas han llegado a alcanzar los cincuenta metros de altura.
Las terribles imágenes de esa fieradevorando las cumbres de "Tamarán*", mostradas por la televisión, hacendaño a los ojos y al espíritu. No puedo seguir mirándolas.
El único consuelo que me queda tras semejante tragedia, es haberle demostrado al mundo que en los momentos fundamentales somos un pueblo unido y solidario, y que siempre vamos a dar la cara por nuestros hermanos, sean de la isla que sean, por mucho que "algunos" se empeñen en enfrentarnos en absurdas disputas sin sentido.
Mi apoyo moral, ya que no físico, a todoslos "tamaranienses". Uso este inexistente gentilicioporque "tamaranianos" ya está asignado por la industria cinematográfica a los habitantes de un planeta imaginario.
Desde "Achinech", un canario más.
(*) A pesar de que "Tamarán", el supuesto nombre original de la isla de Gran Canaria sea, según Maximiano Trapero, falso por inexistente (así consta en el Anuario de Estudios Atlánticos, nº 61: 061-021. http://anuariosatlanticos.casadecolon.com/index.php/aea/article/view/9321) a este ciudadano que, de niño, lo aprendió por boca de su madre (nativa de tal isla), "Tamarán" le sigue pareciendo una palabra mágica a la que nunca piensa renunciar.
Miguel Ángel G. Yanes
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