Mia Couto
Mi segundo encuentro con Mia Couto (Beira, Mozambique, 1955) se tiñe de cierta familiaridad. Nos reconocemos enseguida, quizás porque, como mozambiqueños, tenemos códigos compartidos. Le entrevisté por primera vez en el 2016, cuando vino a dar una conferencia al CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) en el marco de la exposición "Making Africa. Un continente de diseño". Es curioso, pero nunca nos hemos encontrado en la capital de nuestro país, Maputo.
"Mia –me pide que le llame así– se ha convertido en el orgullo mozambiqueño, muy respetado fuera y dentro del país. Su literatura ha conseguido traspasar las fronteras de la lusofonía". Sus libros, traducidos a diferentes idiomas –más de un traductor sabe que no es tarea fácil trasladar las palabras a su lengua–, le han traído de nuevo a Barcelona: ha sido el pregonero de Sant Jordi (23 de abril), figura que desconocía. En cualquier caso "me llena de satisfacción como africana y mozambiqueña que él sea el pregonero de la fiesta literaria más importante de Catalunya".
"Escritor y biólogo de profesión, lleva publicando crónicas, cuentos y novelas desde 1983". Entonces Mozambique estaba inmerso en una guerra civil, una suerte trágica para aquellos que como él participaron en la revolución y en las luchas para la liberación del poder colonial. "Su carácter revolucionario y disidente no le abandona", pero no necesita levantar el puño porque sabe seducir y disentir murmurando.
Considera que las grandes transformaciones no se hacen a gritos, por esa razón "es uno de los pocos que tiene voz fuera del gobierno mozambiqueño. Me atrevería a decir que se está convirtiendo en el hombre sabio de la tribu".
"Las guerras son espinas que clavaron nuestro joven país", y sus libros cuentan historias que ponen de relieve esa gran espina. Sus personajes están atravesados por "el sufrimiento y el dolor de un país dolorido y resiliente", porque una de las cosas que caracteriza a los mozambiqueños es la "resiliencia (capacidad de superación ante circunstancias traumáticas)". Cuando leo a Mia me traslado a esa tierra rojiza que me vio nacer, huelo la brisa mozambiqueña y siento como el miedo a lo desconocido me atraviesa.
Mia, como pocos conecta mundos inconectables en Occidente, porque "para él lo natural es la extrañeza de la condición humana". Acaba de publicar la novela histórica "Trilogía de Mozambique (Alfaguara)".
"Una trilogía compuesta por tres novelas publicadas en entre 2015-2017: Mujeres de ceniza, La espada y la azagaya y El bebedor de horizontes". Un relato histórico que narra "la guerra que los colonos portugueses llevaron a cabo contra el emperador del Reino de Gaza, Ngungunyane, a finales del siglo XIX".
No ha sido tarea fácil conseguir un tiempo con él, he tenido que llamar a unos y a otros, pero finalmente me ha cedido un espacio privilegiado: una tarde de domingo. Me encuentro con él en su hotel con voluntad de entablar una conversación que contextualice su literatura. Porque "Mia Couto no es sólo un escritor o un biólogo, sino que también es uno de los pensadores africanos contemporáneos más lúcidos del momento". Le esperan dos días de entrevistas y compromisos antes de volver a su campamento base, Lisboa, donde se ha establecido durante dos meses para desde ahí viajar a Brasil, Barcelona, Suiza, Inglaterra…
Me gustaría empezar hablando de su libro, Trilogía de Mozambique. Me ha llamado la atención que lo centraras en la la figura del emperador Ngungunyane. Para mí y para toda una generación, cuando se nombra a este emperador nos viene a la cabeza la canción “Ngungunyane na baliza…”.
La cantábamos cuando jugábamos al escondite. No sé si los niños de ahora todavía siguen jugando, pero no teníamos ni idea de quien fue.
Sí, creo que siguen jugando. Pero "dudo que, a día de hoy, sepan quién fue Ngungunyane".
Este hecho me hace pensar que como mozambiqueños no conocemos lo suficiente nuestra historia, ¿qué tenemos que hacer para recuperar la memoria histórica?
Para empezar habría que hablar de memorias históricas, en plural, porque hay memorias diferentes y "la intención de este libro es mostrar que existen diferentes visiones del pasado; está la visión del colonizador y la del colonizado". Lo que intento plasmar a lo largo de esta trilogía es que existen diferentes perspectivas entre los colonizadores y colonizados.
"El caso de Ngunguyana es muy curioso, era un africano que se enfrentaba a la dominación colonial y a la vez era un colonizador. El colonizó la mitad de Mozambique hasta el río Save y estableció una relación de denominación y opresión con otros pueblos". Esta posición ambigua no cabe en la versión simplificada que nos cuentan sobre África. Por eso me interesó narrar esta historia.
Supongo que es la historia del poder y la de los pueblos: unos colonizan a otros.
Sí, así es. También es la historia de las relaciones humanas; entre las personas uno puede querer colonizar al otro. "La historia colonial es un reflejo de las relaciones humanas autoritarias, de la imposición de un poder, de la anulación del otro, del olvido…" Pero con este libro he intentado plasmar que la memoria es nuestra. Ahora es nuestro momento de contar nuestras historias. Hasta ahora el colonizador europeo es quién ha contado la Historia.
El pasado mes de noviembre hice una escapada a Maputo. Intenté involucrarme en la vida cultural, viendo que ofrecía la ciudad, yendo a las librerías, actos… Entendí que la escasez de librerías es un síntoma de una pobreza cultural, ¿comparte esta visión?
"El empobrecimiento es claro en Maputo, pero vengo de Brasil y de Portugal; no obstante tengo que decir que, infelizmente, forma parte de una pobreza global. En Brasil se están cerrando muchas librerías". La tendencia ahora es la venta de que es fiable comercialmente, best sellers o de libros de autoayuda.
"Tal vez no es tan evidente en Occidente como en Maputo, que nunca ha habido más de tres o cuatro librerías". En el país hay ciudades que no tienen librerías, o si las tuvieron fue en el tiempo colonial como el fin servir a la pequeña élite portuguesa.
"Pero están surgiendo pequeños grupos de gente activista y asociaciones que están produciendo y divulgando libro". Es importante que esta producción apele a las memorias históricas, porque "estamos siendo víctimas de una historia que nos viene a decir que Mozambique nació el día de la Independencia, el 25 de junio de 1975. Esta versión única de la historia, creada y divulgada por el Gobierno, se ha confundido con la de la propia nación mozambiqueña". Esto ocurre porque no existe un buen archivo, un registro de la memoria donde ir a buscar datos y entender el presente.
Por ejemplo, "si hubiéramos tenido el registro de la memoria de los habitantes de Beira, la zona más afectada por el ciclón Idai, se hubiera sabido que en los años 62 y 63 hubo dos ciclones" y no nos hubiera sorprendido el Idai.
Podríamos haber ido a buscar el conocimiento acumulado de las personas que lo vivieron en una fecha anterior a la independencia. "Mozambique no nació con la independencia; es cierto que en 1975 empezó un país independiente y soberano, pero antes ya existía como nación".
¿Existe alguna voluntad de borrar esa memoria colectiva?
No creo que exista una intencionalidad, es más bien una cuestión genuina del momento. "Pensábamos que el tiempo anterior a la independencia era un tiempo de otros", a partir del 75 se dio una nueva coyuntura que colonizó el partido ganador, la FRELIMO (Frente de Libertação de Moçambique). Pero ahora estamos entendiendo que Mozambique es más diverso y complejo de lo que se podía pensar en un inicio.
¿Quién lo pensaba?
"En aquella época hubo una apuesta por parte de los intelectuales, académicos, científicos y de mí mismo, como periodista, que pensábamos que éramos más simples. Estábamos contaminados por la causa, embriagados por la idea épica de construcción de un nuevo país. La idea de patria y nación era efervescente".
En ese sentido "yo participé, al igual que otros, en el exterminio de las lenguas indígenas de Mozambique, consideramos que solo debían ser habladas en los ámbitos domésticos no en la esfera pública". Durante el gobierno de Samora Machel (1975-1986) se llegó a prohibir esas lenguas en las escuelas. "Hoy en día lo veo un sacrilegio".
Entonces se perpetuaron los valores coloniales.
Samora Machel
"No hubo intención ni maldad, pero sí que había miedo de que la aceptación
de las diferentes lenguas diera pie a una división". En aquellos
momentos se consideraba que no había que hablar de lenguas ni de razas.
"El resultado fue que dejaron de existir las lenguas, los blancos, los negros, los indios o mestizos… Hablar de ello era visto como una provocación. Entonces la narrativa era que sólo había mozambiqueños". Teníamos que construir un país nuevo.
Me recuerda al silencio pactado del que habla la escritora zimbabweana NoViolet Bulowayo respecto a muchas situaciones incómodas en el país vecino. ¿En Mozambique pasó lo mismo?
El silencio es un término adecuado para describir lo que pasó. "Cuando nace un país nuevo siempre existe la probabilidad del silencio", por lo que no considero que sea una situación particular de Zimbabwe o de Mozambique. "Si miramos la historia de cualquier nación vemos que está creada a través de olvidos, porque los olvidos a veces son necesarios".
"Hace falta recordar, sin embargo se recordará lo que sea elegido. Es decir, quién está en el poder escogerá lo que se olvidará y lo que se recordará". Y siempre hay más que olvidar que recordar. En el caso particular de Mozambique, nos estamos olvidando de hechos que han tenido lugar después de la Independencia como la Guerra Civil. "Después de diecisiete años del tratado de paz (1992), nadie habla de lo que pasó en la guerra, es como si no hubiera pasado, y obviamente no es bueno porque se trata de un 'falso olvido'”.
¿Tiene que ver con los traumas?
"Tiene que ver con la diversidad de voces con las que se crea una nación. La creación de países está hecha para excluir a los 'otros', es como decir 'esta es nuestra oportunidad'. Es un vicio que se repite en la historia de la humanidad".
¿Cómo se pueden transformar esos vicios a través de la literatura?
"El papel de la literatura es fundamental porque siempre ayuda a crear una nación". Contribuye a construir una narrativa que pasa a ser compartida y estudiada en los colegios. La literatura puede hacer terapia pero no es la solución, ya que cuenta la historia y "permite generar una especie de catarsis y tiene la capacidad de reducir el miedo". Hacen falta regímenes políticos abiertos que permitan la emancipación de la ciudadanía, es decir, que funcione bien el Estado de Derecho.
No obstante tengo la sensación de que vivimos en otro momento, en el que "es el estado autoritario quien construye el miedo, y crea, en la diferencia una amenaza, a través de las migraciones, de los 'otros'"… creo que "es primordial que los gobiernos piensen en términos de nación, no de élites".
En mi último viaje tenido la oportunidad de visitar la Fundación Fernando Leite Couto, ¿cuál es su objetivo?
"La fundación tiene la finalidad de continuar el trabajo que había iniciado mi padre que se murió hace cinco años, el poeta Leite Couto". Su desaparición destapó las dimensiones de su soporte a la cultura mozambiqueña. "Él ayudó a jóvenes anónimos a escribir y a publicar". Tras su muerte recibimos una avalancha de mensajes procedentes de todo el país. Por otro lado me acostumbran a abordar por la calle personas jóvenes con voluntad de mostrar sus textos.
"Hemos creado la fundación para continuar el trabajo de visibilización y para dar oportunidades a jóvenes, pero no sólo en el campo literario sino también en el de la pintura, la escultura, la música o el teatro". En cada una de las áreas intentamos dar espacios de exposición pública de manera desinteresada, por ello hacemos exposiciones de artistas consagrados que nos permiten tener ciertos ingresos para poder mantener exposiciones de jóvenes talentos.
Con los libros pasa lo mismo, "ya hemos publicado catorce libros y diez de ellos son de escritores que no habían publicado anteriormente, y no hubieran podido hacerlo sin ayuda".
¿Tienen que publicar en portugués?
"Pueden hacerlo en la lengua que considere". Desgraciadamente en Mozambique sólo conozco dos casos de escritores que se han atrevido a escribir en su lengua materna, pero no ha funcionado muy bien, ya que "no sólo consiste en publicar sino que es necesario tener un mercado".
En Barcelona empieza a haber un mercado. Ha venido a hacer el pregón de Sant Jordi, ya es aquí un escritor conocido, más que en Madrid.
Me siento feliz de estar aquí pero creo que este no es un trabajo sólo mío. "Los africanos y africanas han hecho que se abra este espacio. Nos ayudamos entre nosotros". También me gustaría que Mozambique fuera más proactivo a la hora de divulgar las voces fuera del país.
En nuestra anterior conversación usted afirmó que las personas africanas, mozambiqueñas, están perdidas. Justo cuando estaba en Mozambique, la filósofa Marina Garcés publicó un artículo, 'El dur treball de la cultura', en el que apelaba a la importancia de la cultura para transformar subjetividades.
Esa idea de perdición me acompañó durante mucho tiempo hasta que me topé con el artículo de Garcés, entonces entendí que quizás dicha confusión proviene del déficit cultural que lleva a las personas a no saber de dónde vienen, donde están y mucho menos hacia dónde van. ¿Qué se puede hacer para evitar la desorientación?
Es complicada la respuesta, hay tanto que hacer que no sabría por dónde empezar. "En el fondo, nosotros los escritores, los artistas… somos los culpables de la mercantilización de la cultura y de su reducción a pequeños productos". También hemos aceptado definir la cultura como un gueto, como una sección del mundo. "Deberíamos reivindicar la cultura como un todo".
Porque, por ejemplo, las respuestas a las significaciones territoriales –España, Cataluña, Mozambique, Maputo…– pasan por la idea holística de la cultura, no como el gueto donde nos han colocado y hemos aceptado estar. "No estamos jugando a escribir, a hacer música o poesía, es algo mucho más serio".
"Ahora más que nunca tenemos que integrar el sentido holístico de la cultura pensando soluciones radicales a los problemas que vivimos". No todo se tiene que leer en clave económica. "Es importante que dicha postura vaya acompañada de una especie de guerrilla para alertar a quienes detentan el poder de las transformaciones necesarias". No obstante eso pasa por un diálogo, tenemos que escucharnos unos a otros, no sólo a aquellos que piensan como nosotros.
"Vivimos momentos de estigmatización y de polarización que incluso aquellos que apelan a la inclusión se ven incapaces de establecer un diálogo con los que no tiene el mismo color político, o porque pertenecen a la extrema derecha". Hay que tener en cuenta que "en muchas ocasiones las afiliaciones a la extrema derecha no significan convicciones políticas al respecto, sino que posiciones de miedo y amenazas sociales construidas de manera infundamentada".
CONTINÚA...
FUENTE: ctxt.es
Tania Adam
17 /05/2019
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