Ella iba de militar: uniforme color caqui, trinchas, botas negras, gorra de barco y fusil al uso, y estaba empeñada en que se sentaran en un banco del parque. Era mediodía y a pesar de que a la sombra hacía bastante frío, “Lorenzo” cascaba con rotundidad invernal, por lo que él (la bailarina), remiso, supuse que por la resaca de la larga juerga nocturna, no se avenía a tomar asiento a pleno sol. Pero ella (el soldado) terminó convenciéndolo.
Al pasar junto a ellos lo escuché susurrar a él (ella al fin y al cabo):
- ¿Te imaginas que pasara tu madre y nos viera aquí, a la hora que es y con esta pinta de derrotados?
Entonces lo entendí:
¡La mascarita le tenía miedo a su futura suegra!
P.D.
No sé por qué he dicho la mascarita, si no llevaba. ¿Pero ustedes que dirían... "el disfrazadito"?
Miguel Ángel G. Yanes
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