Como una estrella solitaria y oscura
Prendida en el azul del mediodía,
Inamovible, estático, cernido
Sobre el extraño territorio de caza
De la ciudad, atisba, con su aguda mirada
De ave de
presa, patios, balcones, azoteas,
Antes de dejarse caer -fugaz como una flecha-
En pos de un pajarillo que gorjeaba
Tras los delgados barrotes de su celda,
Creyendo que aquella triste ergástula,
Aquella pequeña prisión de alpiste y agua
Protegería su vida para siempre.
Miguel Ángel G. Yanes
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