"Mientras un nuevo argot parece campar a sus anchas, fruto de los desmanes lingüísticos de una generación en ciernes, hay palabras que mueren lentamente". Vocablos de otro tiempo que cayeron en el olvido y que, no sin cierto denuedo, reaparecen en nuestras conversaciones como quien rescata un tesoro del pasado. Las hay jaraneras como francachela o regocijo; faltosas como pazguato, tarambana o tontolaba; íntimas como enagua, sostén o tiradillas; por no hablar de las muy castizas fetén, piscolabis o chisgarabís.