2/11/14

RAFAEL Y LA LLUVIA

1 de noviembre de 2014. A pesar de que la noche lagunera se presentaba fría y desapacible, ventosa en extremo, no podía faltar a aquella cita: actuaba Rafael Amor en el Teatro Leal, después de muchos años de ausencia.


Sabedores de mi empatía y afecto por este poeta y cantautor argentino, Laura, mi hija, y su pareja, nos invitaron a Maki a mí, al concierto. 

Los chicos, merced a la tecnología informática, ya traían las entradas en el bolsillo ("¡cosas del diablo!" - que diría mi abuela), por lo que no fue necesario hacer cola en taquilla; así que, aunque faltaba bastante para que el acto comenzara, optamos por entrar y ponernos a cubierto del inclemente tiempo.


Rafael, arropado por Atlantes, Candelaria González, José Manuel Padrón y Manolo Vieira, nos deleitó con lo más granado de su repertorio, intercalando viejos y nuevos temas que agitaban al unísono nuestra conciencia y nuestro corazón... los ojos también, creo. Finalizó su recital con su tema estrella, ése que se ha convertido en un grito de solidaridad universal: "No me llames extranjero"; y para responder a un público entregado que, puesto en pie, no cesaba de aplaudirle, nos regaló un extra conmovedor: "La madre de Mayo".


En el vestíbulo del teatro, una vez finalizado el acto, Pilar Campos vendía los discos de su pareja, grabados por la productora LDS (aunque lo parezca, no tiene nada que ver con las psicodelias de Timothy Leary) ya que, Rafael, con su agudo sentido del humor recalcó lo de "Los Dos Solos", porque así grababa cuando quería, como quería y lo que le venía en gana, sin nadie que lo apremiara ni le pusiera cortapisas.


Cuando nos acercábamos a la mesa de venta de discos, una intempestiva voz gritó:

- ¡Coño!... ¡Menos mal que aparece alguien de la vieja guardia!

Era la amiga Maca a la que le habíamos perdido la pista desde 'el año de la castaña'. Fue una tremenda alegría reencontrarla.

Acudimos a la parte trasera del teatro, delante de cuya puerta, ya cerrada, Rafael saludaba a determinadas personas. Me acerqué a él y me identifiqué (32 años no pasan vano) Al punto me reconoció y nos dimos un abrazo, pero apenas nos quedó tiempo para poco más, porque el cielo, de repente, abrió sus cataratas y todo el mundo echó a correr en busca de refugio.


Manolo Vieira estuvo más listo que nadie y como, afortunadamente para él, no tiene sentido del ridículo, se encasquetó en la cabeza una bolsa de plástico azul ante la hilaridad de Rafael y la media sonrisa de Pili. Y allá que se fueron los tres, calle abajo, arrastrando, bajo la lluvia, una pesada maleta de bártulos y sueños.


Miguel Ángel G. Yanes

2 comentarios:

  1. Una entrada preciosa! Enhorabuena.
    Admiro mucho a Rafael Amor.
    Gracias por compartir esta magnífica noche.

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    1. Soy yo quien tiene que agradecer tu amable comentario.
      ¡Salud y alegría de vivir para ti y los tuyos!

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