5/11/14

LA ANÉCDOTA DE JORGITO

Hoy les quiero relatar (sin permiso) una anécdota infantil, de la que fue actor principal, Jorgito, el hijo de unos amigos con los que apenas tropiezo ya en la calle. Se ve que no frecuentamos las mismas avenidas, ni los mismos parques, guachinches, restaurantes, cines, teatros, "boites"... ni andamos enredados en las mismas redes "virutales": ésas que, a diario, nos llenan la cabeza de serrín. Pero, aunque sólo nos llamemos ya, a través del viejo "Piticlín", para asistir al óbito de antiguos-as camaradas, les sigo teniendo gran aprecio. Se trata de José Manuel Vargas (de quién, durante una pila de años, fui compañero laboral en aquella inmensa jaula de grillos "piticlines") y de Marisa, su esposa. 


En aquella época vivían (no sé si lo harán aún) en un piso de la santacrucera calle de Tomé Cano, donde, en  los bajos de alguno de los edificios colindantes, existía un estanco, a cuyo propietario (uno de esos graciosos jodedores) le encantaba fastidiar a Jorgito, y cada vez que lo pillaba cerca, tras un... "¿qué pasó, Jorgito?" lo despeinaba reburujándole los cabellos, cosa que enrabietaba de mala manera al crío, pero que, por educación, no generaba ninguna respuesta por su parte.

Pero ocurrió que llegó la hora de escolarizarlo y, el primer día, después de recogerlo su madre en la parada del microbús ("guagüita") que lo traía del cole, al pasar por delante del negocio, el fulano, que había salido a la puerta nada más verlo, obedeciendo a su jodedor impulso, tornó a despeinarlo repitiendo el consabido:

- ¿Qué pasó, Jorgito? 

- ¿Qué pasó, hijo puta? le respondió el niño.

Y... ¡plas!... impulsivamente, su madre, avergonzada, le arreó un sopapo.


Supongo que luego lo obligaría a pedirle perdón al estanquero, pero de lo que no cabe duda es de la rotundidad del aprendizaje. Fue colegio a aprender, y así lo hizo; vaya que sí... Su vocabulario tenía una nueva palabra, aprendida seguramente en el patio de recreo.

Miguel Ángel G. Yanes

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