Mientras que a unos aquella materia no nos decía absolutamente nada, a otros les encantó su lenguaje críptico, y cuando le cogieron el tranquillo, se pasaban el día inventando compuestos imposibles: "hipometasulfitos de no sé qué" o "hexatetracloruros de no sé cuantos", cuyas fórmulas soy incapaz de plasmar aquí, porque yo pertenecía a otro grupo, el de aquellos a los que les gustaba más jugar con las palabras que con los símbolos químicos.
Mientras ellos creaban sus complicados dislates, nosotros nos dedicábamos a inventar palabras, no menos sonoras y disparatadas que sus extrañas fórmulas. Por ejemplo:
"Estornúpedo-a".- Aquél o aquélla que, al estornudar, se le escapa un pedo.
"Miérdoles".- Un día de mierda, porque nos tocaba lidiar con la jodida química.
"Asnorante".- Alguien más burro de lo normal.
Y así una larga lista de palabrejas más o menos graciosas que a los "químicos" no parecían impresionar demasiado, hasta que un día, entrando en su terreno, los "filólogos" les enseñamos algo que, hasta el momento, ellos desconocían: la fórmula del "chocho", y que, curiosamente, no tenía nada que ver con lo salado.
CH2OH - CHOH - CHOH - CHOH - CHOH -CHOH - CHO
Era, ni más ni menos, que la fórmula semidesarrollada de la glucosa.
NOTA: Los canarios llamamos "chocho" a lo que en castellano se conoce por "altramuz", pero también nos sirve para designar, en lenguaje vulgar, el aparato genital femenino.
Miguel Ángel G. Yanes
Tengo un amigo que dice que comer chochos es buenísimo para la salud.
ResponderEliminarBuen golpe, Don Anónimo.
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