21/12/13

EL CHAPARRÓN

Hace bastantes días que me había propuesto manifestarme sobre el informe de la última Evaluación Internacional de Estudiantes, facilitado por la OCDE en lo que a este país berejenal se refiere, pero el "blando" del disco duro de mi ordenador se rajó de repente, asustado tal vez por la que se le venía encima, y me dejó colgado. Intenté salvar la situación instalando el sistema operativo en el disco auxiliar pero... ¡naranjas de la China! Hube de echarme a la calle para buscarle urgentemente un sustituto; así que, armado de chubasquero y paraguas, porque a las cinco en punto de la tarde, a San Pedro debió reventársele alguna importante cañería allá arriba, y caía la de Dios es Cristo. 

Para colmo, como el "TEMEA", había pronosticado un "cuasi" diluvio universal, la inmensa mayoría de los comercios estaban cerrados a cal y canto.



Cruzando calles casi desérticas, vacías incluso de tráfico, con la excepción de unos pocos viandantes que, como yo -oscuros fantasmas de la tarde- se atrevieron a salir con la que estaba cayendo. Observé que eran gente acostumbrada a aquellas lides, ciudadanos de países dónde no se teme a la lluvia, de tan persistente y cotidiana que resulta: rusos y rusas, rumanos y rumanas, escandinavos y escandinavas... y por contra, este chicharrero, tan poco acostumbrado a caudales celestes (era potente y continuado el chaparrón que caía) al amparo de un frágil tejado individual, dando tumbos para evitarle a los pies charcos y torrenteras, atravesó de lado a lado la silente ciudad, arrullada por el golpeteo rítimico del agua, a la busca y captura de un resucitador de ordenadores.

Miguel Ángel G. Yanes

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