27/12/13

EL DUEÑO DE LA LAVADORA

Hay dos parroquianos con los que coincido a diario en el bar de costumbre a la hora del café matutino, y que, a través de sus anécdotas, comentarios, experiencias, chistes... le dan mucho juego a este ciudadano a la hora de ponerse a escribir: Gervasio y Antonio; apenas un pelín mayores en edad que quien suscribe, pero lo suficiente para que preste siempre la debida atención a sus razonamientos y vivencias que, día a día, nutren esa necesidad mía de contar cosas (propias o ajenas) en un desesperado intento de hacerlas llegar a otros, a los que, mayoritariamente, no conozco.

Pues justo ayer, día de nochebuena, tras comentar, de pasada, las "tonticias" de la prensa escrita, el amigo Antonio nos obsequió con una anécdota de una época en la que se dedicó a la reparación de lavadoras.



Contó qué la empresa para la que trabajaba lo envió a un determinado domicilio. Así que, agarrando sus bártulos, se personó allí decidido a subsanar la avería, cosa que hizo en breve, presentándole a continuación la factura por la labor realizada al propietario; ante la cuál, el individuo en cuestión, visiblemente enfadado le espetó:

- ¡¿Cómo que le pague la factura?!... ¡¡¡¿Usted sabe quién soy yo?!!! *

Y entonces, el amigo Gervasio, adelantándose al relato de Antonio, se mandó el golpe de la mañana, contestando de improviso:

- ¡Sí!... ¡El dueño de la lavadora!

(*) Venía a ser el inspector jefe de no sé que puñetas de unidad policial, íntimo amigo del patrón de Antonio, que se había olvidado de comunicárselo.

Miguel Ángel G. Yanes

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