Desde la óptica de este ciudadano profundamente panteísta:
A ese dios creador, fuente y origen de todo lo existente, que no necesita templos de adoración, ni liturgias, ni siervos, ni religiones, porque su espíritu todo lo llena: porque es la luz, el aire, el agua, las rocas, las plantas, los animales y, aunque cueste creerlo, incluso el hombre.
Habita en lo más profundo de nuestros corazones, intentando ocultarse de los manipuladores, de sus absurdos dogmas y de la sinrazón de aquéllos que se hacen llamar sus servidores, y que intentan convencernos, a toda costa, de que hay que ser obedientes para alcanzar el cielo; o sea, hacer siempre lo que "ellos" nos dicen.
Por eso dios se esconde, temeroso y avergonzado de la manipulación a la que, en provecho propio, determinados "ángeles", someten a sus criaturas...
Pero él no puede hacer nada por evitarlo. Esa potestad nos la otorgó a nosotros.
Miguel Ángel G. Yanes
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