(A Leopoldo María Panero)
El único que pudo salirse del
infierno
monótono fue el loco, riendo
sin cesar
detrás de la cancela. Ríe de
la cordura
que gira en torno a un punto
falaz y no transige
con el sueño sublime, con el
sueño de un loco
que ha incendiado la noche,
que ha rasgado las sombras
y ha encontrado, tal vez, el profundo secreto,
la Verdad que los dioses
escondieron un día
en un sitio perfecto: en el
alma de un loco.
Celeste centinela; sus ojos lo
delatan.
Miguel Ángel G. Yanes
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