13/3/13

APOCALIPSIS

Anoche, justo a las cero horas, terminé de leer un curioso libro: "Apocalipsis" de Mario Giordano. Lo había comprado días atrás, atraído, más que por el título, por una frase de la contraportada:

"Roma. Conmoción en la Ciudad Eterna. El Papa Juan Pablo III ha renunciado al trono..."


Automáticamente, y sin perder de vista en ningún momento que se trataba de una novela, acudí a los datos de edición: 1ª edición enero 2013.

¡Joder! pensé para mis adentros. Cuando al mundo entero lo cogió por sorpresa la renuncia del sumo pontífice; este tipo (me refiero al autor) ya sabía, con un mes de antelación la que se iba a liar en el seno de la Iglesia; lo digo porque soy de aquellos que no creen en las casualidades. Es más, está claro como el agua que, para estructurar la obra, a pesar de obviar el nombre real del pontífice, le asigna el que, correlativamente, sigue al anterior: el polaco Karol Wojtyla (Juan Pablo II).


Con anterioridad a esta decisión del jefe supremo del Vaticano y, por ende, de la Iglesia Católica, el alemán Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), sólo se habían producido tres renuncias en los casi dos mil años de existencia de la Institución; la última de ellas, la de Gregorio XII en 1415, hace la friolera de 598 años.

Cabe pensar, por tanto, qué para que el Papa se haya visto obligado a tomar una decisión de tal calibre, en el seno de la Iglesia debe haber liada una "rebambaramba" de todos los demonios.

No el vano, el eco de la corrupción, la pederastia, las relaciones con la mafia, el blanqueo de capitales y una larga lista de los pecados de siempre pero que, hoy en día, ya no pueden ocultar ante el torrente informativo internacional, amenazan con hundir ese culto al lujo y al boato, que es el Estado Vaticano, y que tan poco tiene que ver con las enseñanzas de Jesús el Cristo. 


Sinceramente, me importa bien poco que todo ese montaje desaparezca; es más, incluso a los ciudadanos nos beneficiaría económicamente, ya que, seamos católicos, musulmanes, judíos, ateos... pagamos entre todos, vía impuestos, los sueldos de sus dirigentes en nuestros respectivos países, porque salen de la caja común, y no de los impuestos eclesiásticos como muchos creen. Y eso sin hablar de subvenciones, ayudas financieras, restauraciones y mantenimientos de templos, etc. etc.

Pues bien, iniciado ya el cónclave, encerrados los 115 cardenales en la Capilla Sixtina, los distintos grupos de poder comienzan la pugna por hacerse con el control, intentando sentar a uno de los suyos en la silla de San Pedro que (dicho sea de paso) ni fue Papa ni ocho cuartos. Ese invento de "los listos" llegó mucho más tarde.

Un día de estos les contaré con detalle, cómo el obispo de Roma, que tenía el mismo poder que el resto de obispos de las distintas comunidades cristianas, se hizo Papa, al apropiarse del título de Pontífex Maximus, al que, el emperador, había renunciado.


¡Ah! No se pierdan este detalle:

Cada tres días de votación, si aún no se ha alcanzado un resultado satisfactorio, los cardenales electores dispondrán de una jornada de libranza para dedicarla a la oración y al diálogo.

¡Claro!... es que, cuando no se está acostumbrado, votar cansa tanto...
Miguel Ángel G. Yanes

No hay comentarios:

Publicar un comentario